Por Armando García
Prácticamente desde
el primer día de su gestión, el Presidente Donald J. Trump ha demostrado su
verdadero rostro contra todo aquello que no sea de su agrado, incluyendo los
derechos de las minorías en este país, en particular la población migrante.
Su última acción fue
la de eliminar por completo el programa de protección de los ‘dreamers’, cuyo sueño
de un día para otro se tornó en una pesadilla, al dejar a más de 800,000 soñadores
totalmente desprotegidos de una deportación a sus países de nacimiento, naciones
que realmente no conocen.
Aunque es obvio que el Presidente Trump tiene una
preferencia por los de su propia etnia, el presidente desde su campaña y ya en
su presidencia, ha demostrado que su política interna va a favor de todo aquel
que sea blanco, anglosajón o caucásico. Haciendo a un lado los inmigrantes y
las minorías raciales en Estados Unidos. Como ejemplo, el perdonar o indultar
al ex alguacil del Condado de Maricopa, en Arizona, el afamado o difamado Joe
Arpaio, quien demostró actitudes racistas contra los inmigrantes.
Durante su campaña para presidente de este país,
Nuestra América escribió una editorial sobre el peligro que había de que con
Trump, el país viviría una especia de cacería de brujas, como la de la era de
macartismo. Pero en el Siglo XXI en lugar de perseguir a comunistas, ahora los
condenados de la tierra en América, son los musulmanes y los inmigrantes,
primordialmente latinos.
No falta mucho para que su administración sea totalitaria.
La historia lo ha demostrado, quien ataque, limite o impida el acceso a los
medios a la información, es el principio de una dictadura. También la historia
lo enseña, que la persecución sistemática contra la población indefensa, como
lo es en este caso, son signos de un sistema represivo que no tolera disidencia.
La comunidad latina, inmigrante en Estados Unidos,
debe unirse a todo movimiento contra el presidente, por ser en tiempos modernos
el peor mandatario que ha tenido este país.