jueves, 5 de octubre de 2023

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha cometido una infamia contra el Movimiento del 68

 

Foto Presidencia de la República Mexicana

Por JOEL ORTEGA JUÁREZ

El sometimiento del presidente a las fuerzas militares es una grave amenaza a la república y a las conquistas democráticas producto de luchas y movimientos como el de 1968.

Tenía muchos años de no asistir a las marchas del 2 de octubre, por haberse convertido en un ritual, pero esta vez la marcha, tenía la inmensa importancia de combatir la infamia del presidente contra el movimiento del 68 y otras luchas donde las fuerzas armadas cometieron crímenes de lesa humanidad.

Fue muy emocionante encontrarme con antiguos compañeros y compañeras, que siguen estando en posiciones de lucha e independencia del gobierno y no han caído en la trampa de justificar a AMLO en todo, incluso en esta infamia.

Las manifestaciones son una forma de lucha, que tienen sentido cuando hay objetivos precisos, sino es así se convierten en rituales. Ahora era imprescindible salir a la calle para denunciar la gran infamia del presidente López Obrador.  Por eso estaban tan nerviosos y pusieron cercos de lámina a lo largo del trayecto desde Bellas Artes, 5 de mayo y por supuesto el Palacio Nacional, cosa que nunca hizo Gustavo Díaz Ordaz , el “Gran solitario de Palacio” así llamado por René Avilés en su valiente libro con ese título. Tan asustados estaban que dispararon gases lacrimógenos cuando se guardaba un minuto de silencio por las víctimas.

AMLO es el pequeño solitario de Palacio que tiene pavor a la gente.  

Sin rubor alguno AMLO ha dicho “sí, defiendo al Ejército”, aseguró que es responsabilidad del Presidente de México defender las instituciones principalmente al Ejército mexicano, y que las fuerzas armadas tienen el respaldo del pueblo de México

Atropellando a millares de víctimas del Estado, su presidente y el ejército durante el gran movimiento libertario del 68,  ahora AMLO recurre a una coartada aparentemente lógica: son los presidentes los que ordenan al ejército, por lo tanto no tiene (esa institución con vocación violenta) responsabilidad por “errores” como la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco.

Con semejante infamia, el ejército nazi es inocente, esa “tesis” argüida por los criminales en los juicios de Nuremberg, porque actuaban “por obediencia debida”, fue derrotada e implicó un paso trascendental para sentenciar a los criminales de guerra nazis.

Con esa misma lógica, el presidente López Obrador ha repetido hasta el cansancio “el ejército mexicano es pueblo uniformado”. Todos los ejércitos del mundo, a lo largo de la historia se conforman por tropas de origen humilde, que entran al ejército para sobrevivir.

Esta vulgaridad pretende exculpar a los crímenes de lesa humanidad cometidos por las fuerzas militares a lo largo de la historia nacional, especialmente los ocurridos desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, donde siguen ocurriendo ejecuciones “extra judiciales”.

La infamia de López Obrador es también usada por su gobierno para exculpar al ejército de la criminal y salvaje noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala contra los estudiantes de Ayotzinapa.

Siempre he combatido las diversas “teorías” para exculpar al ejército de la matanza de Tlatelolco. En mi libro Adiós al 68, Penguin Random House Mondadori, Grijalbo, México 2018, páginas 68 y 69 sostengo: “la teoría de un supuesto cerco, una emboscada al ejército creada por el Estado Mayor presidencial y Echeverría es una falacia. Esto lo insinúa el general Marcelino García Barragán en sus supuestas memorias divulgadas por su hijo. Esas memorias las tomaron Carlos Monsiváis y Julio Scherer para uno de sus libros, Parte de guerra. Pero no se preocuparon por demostrarlo con datos duros. Es una falacia que el ejército fue víctima de una celada, de una emboscada y que fue blanco de francotiradores desde los edificios. La primera versión del gobierno fue que fueron los propios estudiantes quienes lo hicieron. Esta versión la divulgaron la televisión, radio, prensa; las cámaras de senadores y diputados; las distintas organizaciones del sindicalismo charro; todas las organizaciones de los patrones, agrupados en cámaras”.

Esa estupidez fue la base para la consignación de los presos políticos, era tan aberrante que el propio gobierno retiró esas acusaciones y por ello salieron libres en 1971 la mayoría y después los militantes del PCM .

En mi libro Adiós al 68 escribo:  

“La matanza de Tlatelolco fue una acción deliberada planeada por el Estado. Existen miles de evidencias: varios departamentos contiguos a la plaza de las Tres culturas fueron previamente ocupados por oficiales del ejército”.

“…La versión del Estado, su presidente y todas las fuerzas políticas e incluso empresariales de que los estudiantes dispararon con franco tiradores a los soldados, es una falacia”.

Que es refutada por un documento dado a conocer por Raúl Jardón Guardiola , firmado por el director del Servicio Médico Forense  Dr. Miguel Gilbón Nitret dirigido Al Procurador  General de Justicia  del Distrito y Territorios Federales , donde le reporta: hago referencia a la petición formulada por usted para ampliar la información de carácter médico legal ya rendida, en relación con los acontecimientos que tuvieron lugar en la Unidad Habitacional de Tlatelolco el día dos de los corrientes, en el sentido de cuáles fueron los trayectos que siguieron los proyectiles en el cuerpo de las 26 víctimas que murieron a consecuencias inmediatas o tardías de heridos por arma de fuego.

 La información se puede sintetizar en las siguientes cifras: heridas con el trayecto descendente y con gran desnivel con respecto al plano de sustentación…. Cuatro.

Heridas con trayecto horizontal 22

Este reporte echa abajo la tesis del estado de los disparos realizados desde los edificios por franco tiradores, dado que de 26 víctimas 22 recibieron disparos con trayectoria horizontal y solamente 4 con trayectoria descendente.

El legado de la llamada Cuarta Transformación es cada vez más la estafa y la creación de un Narco Estado sometido a los militares, al gran capital y al gobierno de los Estados Unidos.

 

 

lunes, 2 de octubre de 2023

NUNCA MÁS LA PATRIA MASACRADA

 


 

Por Rodrigo González Ochoa
Ciudadano.

Hoy, a 55 años, los muertos de Tlatelolco han germinado, y su sangre es la nuestra. Somos una generación de sobrevivientes, obligados a seguir exigiendo justicia y asunción de responsabilidades, porque sabemos que la historia mexicana continúa mostrando enormes desgarrones de impunidad institucional, y no queremos irnos de este mundo sin decir a nuestros descendientes que no hemos dejado de luchar para restaurar los vacíos dejados por la masacre y el silencio interesado y cómplice. México sabe el nombre de los culpables.

No queremos que nuestros hijos nos reclamen no haber sido capaces de escribir un relato completo de todas las vidas borradas por las balas, de la carne ausente que nos marcó en su alegre rebeldía. La gran Manifestación del Silencio ha durado ya demasiado. Ya es hora de completar el relato. A nuestro libro le siguen faltando páginas, capítulos enteros, y a más de medio siglo de la Plaza de las Tres Culturas y sus bengalas ominosas, no hemos logrado que el estamento militar y de seguridad admita siquiera su participación en los hechos de esa tarde de pólvora y calumnias. Ese silencio y esa opacidad siguen pasando lista de presente ante el altar luctuoso de la Patria.

Esas instituciones fueron las autoras de ese crimen de Estado –y de los demasiados Tlatelolcos de nuestra historia–: lo planearon, tendieron la trampa, prepararon hasta los hospitales, las ambulancias, los cementerios; subieron a la tropa sin decirle adónde la llevaban, pues también entramparon al Ejército, lo volvieron nuestro extraño enemigo, y hoy carga con el injusto desprestigio causado por unos cuantos generales ya para siempre deshonrados y por dos presidentes cuyos nombres ampollan nuestra lengua.

Después, con toda frialdad se afanaron en borrar las evidencias de la escena de ese crimen llamado genocidio, destruyeron casi todas las pruebas, lavaron la Plaza, maicearon a una prensa ya corrompida, calumniaron a los cadáveres y a los deudos, con cinismo mintieron ante el mundo y lo deslumbraron con el oropel de los Juegos Olímpicos para ocultar las tumbas abiertas como la boca de un Monstruo de la Tierra que no se sacia de devorar nuestra carne. Luego nos señalaron como culpables; pero si lo somos no será por omisión, por cobardía, por indiferencia, sino sólo porque nuestras fuerzas pueden poco frente al Estado priista y panista y sus sicarios. Y después se repartieron entre ellos cargos públicos y medallas y estipendios.  

No esperamos, sin embargo, como sobrevivientes en tierra de masacres, que los responsables directos se declaren voluntariamente culpables o simples hechores del crimen en cumplimiento de órdenes recibidas: no somos tan ingenuos. Pero, para el discurso gubernamental, la masacre de Tlatelolco, probada y documentada hasta la saciedad, ha permanecido, desde hace más de cincuenta años, en el limbo del silencio histórico oficial: ardiendo en la conciencia de una nación entera, pero en una zona gris de la memoria, sepultada en una fosa clandestina, con el nombre borrado. Como una herida abierta y hasta ahora no cicatrizada.

Hoy, 2023, al más legítimo titular del Poder Ejecutivo que el país haya elegido en casi un siglo le solicitamos, con respeto al pueblo de México y a su historia más que digna, le pedimos, le proponemos dar con gallardía un paso al frente y, como comandante supremo de las Fuerzas Armadas de la Nación, en una declaración histórica que los libros escolares deberían recoger, se comprometa a que el Ejército Mexicano no volverá nunca más sus armas contra el pueblo que le da origen y destino. De este acto podrían emerger unas fuerzas armadas reivindicadas, de nuevo prestigiadas, con las manos limpias y la frente en alto.

También esperamos que el gobierno de la República realice los pasos prácticos para la apertura completa, ahora sí, de todos los archivos militares y de las fuerzas de seguridad para ponerlos a disposición de investigadores y lectores mexicanos. Tras ello, proponemos que se elabore y publique ampliamente una memoria crítica sobre las disidencias y resistencias armadas surgidas en el país en las últimas seis décadas –a partir de la emblemática fecha del 23 de septiembre de 1965–, para lo cual se formaría un equipo editorial diverso que examine y valore, lo más serenamente posible, todas las versiones existentes, oficiales y extraoficiales, sobre esta ya demasiado larga historia de los años de plomo y sangre y solidaridad y sacrificio, como prueba fehaciente y primer paso en la ruta de la reconciliación nacional y la asunción plena de responsabilidades.

Presidente López Obrador: engrandezca su magna obra. Culmine usted su gran período de gobierno contribuyendo a la paz y la concordia nacionales. Aunque era usted apenas un adolescente en 1968, las preocupaciones sociales y justicieras tienen que haber estado ya presentes en usted durante aquel período negro. No deje pasar el momento de aportar su dilatado prestigio a esta tarea pospuesta. Usted se lo ha ganado y también México.

 

Con todo respeto,

Lorca vive en radio teatro

  Por Armando García Álvarez                                                                                                         Directo...