· Se fue el
presidente Andrés Manuel López Obrador
· Claudia
Sheinbaum tomó las riendas de la nación
Por Francisco Gómez Maza
Primera jornada de lágrimas de tristeza por las despedidas;
de lágrimas de alegría por las bienvenidas. Por el final del gobierno de Andrés
Manuel, llanto y tristeza. No pasaron los sembradores de odio, ni los emisarios
del pasado. Lágrimas y tristeza de millones de mexicanos, como el llanto y la
tristeza de los desheredados. Porque el fenómeno tabasqueño gobernó para los
pobres por el bien de todos; y los ricos también ganaron, o que digan que no. Y
ganaron también y mucho los filósofos, los intelectuales, de la destrucción. Lágrimas
de alegría de los pobres por la llegada de Claudia Sheinbaum Pardo, que promete
continuar edificando el segundo piso de la Cuarta Transformación, siempre en
beneficio de los mexicanos pobres. O primero los pobres por el bien de todos. Y
en apoyo de quienes desde el poder económico trabajan y producen para que
México sea un país de privilegios para todos los ciudadanos, ricos y pobres.
Patronos y trabajadores.
Millones de mexicanos lloraron de tristeza y de alegría. Ya
no son sólo testigos de la historia de los herederos del poder y del dinero. Ya
no. Ahora son sujetos, autores, actores de esta obra de teatro que es la vida
de un México menos injusto, amos de la vida. Dueños de la alegría de vivir. Los
amos del gobierno de AMLO y de Claudia, que mandan obedeciendo. Que gobiernan
para que México sea una gran casa para todos y para todas, para hombres y
mujeres, para niñas y niños, para los jóvenes y para las ancianas y los
ancianos, casa hogar en la que todos sean sujetos y no objetos. Los dictadores
de aquella dictadura perfecta del pripanismo quedaron, hoy por hoy, mientras
reine la Cuarta Transformación, que se espera sea ab aeternum, en el basurero
de la historia.
Y llegó la primera noche en Palacio Nacional, la casa que
debe ser de todos, muy cerca de las habitaciones de Benito Juárez García, el
Indio de Guelatao que inspiró a los mexicanos y los gobernantes para crear una
patria y una matria para todos y todas, o todas y todos. Un gobernante que les
enseñó a los mexicanos, entre otras enseñanzas, que entre los pueblos como
entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz, axioma que tienen
que aprender los egoístas para poder convivir entre todos los mexicanos. Después
de la gran fiesta en la Plaza de la Constitución, en donde Claudia Sheinbaum
Pardo fue santificada por los sacerdotes de los pueblos y comunidades indígenas
y afros, que le entregaron su confianza como se la entregaron hace seis años a
Andrés Manuel López Obrador. Y la fachiza sólo se quedó mirando con odio a los
mexicanos y sus servidores y no les quedó más que renegar, maldecir, llorar de
coraje, de rencor, al escuchar y al ver el encuentro entre la nueva gobernante,
sierva de la nación, y los mexicanos más pobres de esta gran historia que
comenzó allá en Aztlán con un águila del bien, devorando a una diabólica
serpiente de la insidia, de la injusticia.
Al alba, la presidenta habría de viajar al balneario de
Acapulco, en el estado de Guerrero, de nuevo vapuleado por la naturaleza, por
un nuevo huracán que dejó a su paso destrucción y muerte, y la presidenta iba a conocer de los estragos
que dejó el fenómeno meteorológico, ya paliados por el gobierno de López
Obrador, con el fin de ayudar a los guerrerenses dañados por los torrenciales
aguaceros. La primera experiencia de encuentro entre la gobernante y un pueblo
que siempre es maltratado por la naturaleza. Así fue el primer acercamiento
entre un pueblo adolorido y la sucesora del presidente AMLO.
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