martes, 28 de mayo de 2024

Continuismo autoritario o cambio democrático

                                                                Photo 24388854 © Hugocorzo | Dreamstime.com



Por Joel Ortega Juárez
 

El presidente Andrés Manuel López Obrador nos deja un país quebrado.

La vida cotidiana es un desastre para la inmensa mayoría de los mexicanos. Solamente los grandes capitales, los militares, la casta de burócratas y los familiares del presidente y los capos de los grupos del llamado crimen organizado, viven como marajás. 

La desigualdad es ahora mayor que hace 6 años. La violencia es peor que la de un país en guerra. La corrupción es desmesurada. La salud está en la peor situación de décadas, ha disminuido la promesa de vida 4 años. La educación es un desastre nacional, en todos sus niveles. 

El fenómeno más grave es la sistemática destrucción de los espacios e instituciones democráticas. La república está bajo amenaza de desaparecer y en su lugar se pretende implantar una autocracia, de tipo monárquico.

El presidente López Obrador le impuso a su “corcholata” preferida  el llamado plan C, con 20 reformas que implican someter a la Suprema Corte de Justicia; adueñarse del poder legislativo al eliminar la representación de las minorías, con la coartada de reducir la Cámara de Diputados de 500 a 300 diputados, es un canto de las sirenas de reducir el número de parásitos, cuando en realidad lo que se pretende es una Cámara de Diputados  de integración de tipo totalitario, donde las minorías queden casi fuera de ese poder.

La demagogia, llamada populismo, consiste en poner en manos de una sola persona el inmenso poder de una presidencia imperial restaurada.

La esquizofrenia está a su máxima expresión. El verdadero PRIAN está en MORENA. Cada día se va un alto burócrata del PRI o del PAN a MORENA.

A pesar de eso hay cazadores de brujas usando las viejas etiquetas, para condenar a los “apestados” que seguimos combatiendo al poder priista, ahora reciclado en MORENA.

Los patos disparan a las escopetas, buena parte de la diáspora del salinismo, llama a votar por Claudia Xóchitl, disfrazados de comunistas. Eso es hacer lo contrario a lo que hicimos y por lo que luchamos en 1968 y el 10 de junio de 1971. Sigue vigente combatir la restauración del viejo priismo, que pretende instaurar el presidencialismo del viejo régimen, en las 20 reformas del llamado PLAN C.

Nunca sirve de nada confundir las utopías con las fantasías infantiles, el desafío actual no es poner fin al capitalismo, haciendo proclamas de lugares comunes y evadiendo el combate a un gobierno antipopular, como ocurre con algunos grupos del marxismo dogmático. En los hechos esas posturas favorecen al bloque más antidemocrático, hoy agrupado en la alianza MORENA, Partido del Trabajo y Partido Verde cuya candidata a la presidencia es Claudia Sheinbaum.

Es una falacia considerar que tenemos ante nosotros la disyuntiva de “consolidar los cambios contra los privilegios de la Cuatro T o que regresen sus beneficiarios, de la “mafia del poder”.

En estos años no hubo ningún cambio.

El capital siguió en las mismas manos, sobre todo el gran capital, todos ellos aliados del presidente e incluso sus patrones verdaderos.

Se aplicó una política económica neoliberal.

No se produjeron inversiones en la industria o el campo.

Surgieron fenómenos como el “uberismo” y el gobierno no realizó el menor intento por establecer normas del más mínimos respeto a las condiciones laborales de cientos de miles de personas que trabajan en esas condiciones de precariedad, sobre todo jóvenes y muchas mujeres.

Claudia Sheinbaum apoya y tiene todo el apoyo de todos los sindicatos, algo que no ocurrió ni en la peor época del charrismo, es una candidata contraria a los trabajadores.

La promesa de justicia para las víctimas de las masacres de Tlatelolco, Jueves de Corpus y Guerra Sucia fue una gran estafa, el presidente se encargó de hacer todo lo posible con su inmenso poder para exculpar a los criminales militares. Claudia Sheinbaum no se propone cambiar esa política, todo lo contrario, entre sus principales cuadros esta Omar García Harfuch nieto de Marcelino García Barragán e incluso una nieta de Gustavo Díaz Ordaz. No ha desmentido al presidente quien afirma que el ejército es inocente de la matanza de Tlatelolco.  

El colmo de la estafa fue el caso Ayotzinapa. El gobierno de AMLO adoptó prácticamente el llamado “informe histórico de Murillo Karam” y se enfrentó a los padres de familia y a los del Grupo de Expertos Internacionales. De manera insolente AMLO obligó a renunciar a Karla Quintana como presidenta de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas, porque se negó a rasurar el “padrón de desaparecidos”, como se lo pidió Alejandro Encinas por órdenes de AMLO.

Militarizar muchos aspectos de la vida nacional es una política profundamente reaccionaria.

Resulta insostenible descalificar la candidatura de Xóchitl Gálvez con el “argumento” de que es la candidata del “viejo régimen” y de la “derecha”.  Cuando los oligarcas están en el gobierno de AMLO y en MORENA hay más priistas que en la franquicia PRI.

Se trata de una gran coartada para esconder el saqueo realizado durante estos años por los gobernantes, sus socios y sus familiares, además de sus turbios nexos con el narco.

Hace 24 años fuimos capaces de derrotar al PRI e iniciar un proceso de cambios de tipo democrático, no veo porque no podamos echar fuera a estos priistas vulgares y obscenos.

Es la hora de tomar decisiones.

No sirve a nadie, más que a los oligarcas, los charros sindicales, los caudillos clientelares, los militares criminales, los gringos y los narcos, practicar la política del avestruz, a nombre de un “discurso” “radical” y “clasista”.

Es hora de ir a las urnas y votar contra la restauración del autoritarismo con máscara estatista y nacionalista.

El dilema es opresión o libertad, como dijo Xóchitl Gálvez en su gran discurso del día 19 de mayo en el zócalo.

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