El operativo secreto de las fuerzas especiales estadounidenses que mataron el
primero de mayo pasado a Osama bin Laden, es sin lugar a dudas un triunfo de la
administración del Presidente Obama. Quizá con esa acción ya tenga puntos a su
favor para asegurar su reelección, aunque todavía tenga que ganar batallas
internas como son el mejoramiento de la economía, la creación de empleos y una
reforma migratoria que integre a todos los indocumentados.
Se habrá matado al perro, pero la rabia continuará mientras los conflictos milenarios
del medio oriente sigan sin solución inmediata.
El pueblo estadounidense podrá cantar victoria, pero ahora debe estar mucho más
vigilante dentro y fuera del país debido a las posibles acciones de venganza
que tengan en mente los seguidores del ahora extinto personaje que se había convertido en el terrorista más buscado en el mundo.
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