Por Armando García
Estamos viviendo en Estados Unidos una situación difícil en
materia de los abusos perpetrados por las autoridades policiacas en diferentes
comunidades donde predomina la población minoritaria.
Todos los días escuchamos de golpizas contra latinos,
afroamericanos, mujeres; etc., de parte de personas que se supone salvaguardan
la seguridad de nuestras comunidades cometiendo atrocidades escudándose detrás
de una placa.
Recuerdo una plática que dio ante la comunidad hispana un
exjefe del Departamento de Policía de San Antonio, Texas en los tiempos que
trabajé en los medios de esa ciudad; y omito su nombre para no ponerlo en
evidencia, quien dijo que un policía debe ser visto como los que es en papel y
bajo juramento: un ‘peace officer’, mejor
dicho el oficial es una persona que mantiene el orden público y que el
problema de desconfianza de la comunidad hacia los oficiales de paz, era el
miedo de que los hispanos tenían a los policías por su racismo, su
discriminación, su prepotencia y su abuso del poder y los oficiales que tienen
ese comportamiento deben ser castigados.
Pero qué tan lejos estamos de esa percepción del oficial de
paz. Estados Unidos ha llegado a un nivel de brutalidad policiaca que antes se
veían solamente en caso aislados o si hubieran muchos más las autoridades los
ocultaban o no había formas de documentar los abusos como lo es ahora con los
elementos tecnológicos que tiene a su alcance la ciudadanía.
También se ha llegado el caso de que personas han empezado a
tomar la justicia en sus propias manos, como ha sido el caso en Dallas, donde
la meta del francotirador era matar a policías anglos o mejor dicho, oficiales
blancos, como respuesta a los casos donde ciudadanos de color de piel diferente
al blanco, han sido víctimas del odio racial que etiqueta a las minorías como
criminales aunque estos estén ejerciendo su derecho constitucional de libertad
de expresión, de manifestarse pacíficamente aun con el riesgo de ser también
víctimas de represión policiaca.
Los manifestantes en Dallas, quizá se salvaron de ser
golpeados por las autoridades policiacas ya que el francotirador se adelantó antes
de que algo peor hubiera sucedido. Aunque se lamenta la muerte de cinco
oficiales que dejaron viudas e hijos, la cruda realidad es que la policía en
Estados Unidos recibió en Dallas una sopa de su propio chocolate.
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