domingo, 28 de junio de 2009

DISCURSO DEL PRESIDENTE CON MOTIVO DEL DESAYUNO HISPANO NACIONAL DE ORACIÓN

Por J.W. Marriott


PRESIDENTE OBAMA: Gracias. Buenos días.

PÚBLICO: Buenos días.

PRESIDENTE OBAMA: [...] Quiero darle las gracias al reverendo Cortes por su maravillosa presentación y la maravillosa oración por mí y por mi familia. Deseo darle las gracias también a Esperanza, y a todos ustedes que trabajaron tan arduamente para hacer realidad el Desayuno Hispano Nacional de la Oración. También quiero unirme para rendir homenaje al trabajo de Adolfo Carrión Sr. en este fin de semana del Día del Padre, [aplausos], sé que el hijo de mi director de Asuntos Urbanos, el hijo de Adolfo, está particularmente orgulloso de su padre. También quiero darles las gracias a todos ustedes por el trabajo que hacen cada día. Por medio del servicio que prestan a sus comunidades, representan lo mejor de nuestro país y es un honor para mí estar aquí esta mañana para orar con ustedes.

En un momento en que no nos faltan desafíos para ocupar el tiempo es incluso más importante dar un paso a la reflexión, dar las gracias y buscar consejo los unos en los otros, pero lo más importante, es buscarlo en Dios. Eso es lo que hemos venido a hacer aquí.

Empezamos dando las gracias por el legado que nos permite reunirnos. Puesto que fue la idea genial de los fundadores de Estados Unidos proteger la libertad religiosa para todos, y la de no practicar ninguna religión. Por ello al unirnos en oración recordamos que este es un país de cristianos y musulmanes y judíos e hindúes y no creyentes. Esta libertad es lo que permite que las creencias florezcan dentro de nuestras fronteras. Esta libertad es la que hace más fuerte a nuestro país.

Para todos nosotros que nos apoyamos en la fe como fuerza que nos guía en nuestras vidas, la oración tiene muchos propósitos. Para muchos es fuente de apoyo en los momentos difíciles. El presidente Lincoln, a quien mencionó el reverendo Cortés, dijo una vez: "He caído de rodillas muchas veces por la convicción insuperable de que no podía hacer nada más", y aunque los desafíos que he afrontado yo son mínimos en comparación con los que Lincoln encaró, más de una vez en los pasados cinco meses me ha envuelto la misma convicción.

Sin embargo, la oración es más que un último recurso. La oración nos ayuda a buscar el sentido de nuestras propias vidas y nos ayuda a encontrar la visión y la fortaleza para mirar al mundo que deseamos construir; y de eso es de lo que me gustaría hablar durante unos minutos hoy.

Al mirar a este público, me recuerda el poder de la fe en Estados Unidos: la fe en Dios y la fe en la promesa de un gran país. Cada uno de nosotros proviene de lugares muy distintos. Nuestras raíces se remontan a diferentes países y representamos un amplio espectro de creencias personales y políticas, pero todos oramos a Dios. Todos compartimos la determinación de construir un futuro mejor para nuestros hijos y nietos. Y ello debe ser un punto de partida para los puntos en común y para el Estados Unidos que deseamos construir.

Como algunos de ustedes, soy hijo de un padre que vino aquí en busca de un futuro más prometedor; y aunque sea el primer presidente afro estadounidense, no hay nada único ni extraño respecto a las oportunidades que este país me dio. Al contrario, al igual que otras generaciones de estadounidenses, pude contar con la promesa básica de que no importa el aspecto que uno tenga, o de donde venga, Estados Unidos le dejara llegar a uno tan lejos como sus sueños y su arduo trabajo se lo permitan.

Y esta es la promesa que yace en el corazón de la historia estadounidense. Es una historia que muchos de ustedes comparten: clérigos y miembros del Congreso; líderes empresariales y organizadores comunitarios. Es la historia de cada niño que tiene la oportunidad de avanzar más en la vida de lo que lo hicieron sus padres, es la historia de cada niña que pudo surgir de viviendas públicas para llegar a ser designada como candidata a juez del más alto tribunal del país [aplausos], y tengo confianza en que la historia que un día contará el primer presidente hispano de los Estados Unidos de América. [Aplausos].

Sabemos que hay mucho más trabajo por hacer para ofrecer la promesa de una vida mejor para nuestros hijos y nietos. En todo lo que hacemos, debemos guiarnos por el simple mandato que une a todas las grandes religiones: Ama al prójimo como a ti mismo.

En el siglo XXI, hemos aprendido que esta verdad es central no sólo para nuestras propias vidas, sino para nuestro éxito como país. Si nuestros niños no pueden tener la educación de primer orden que necesitan para tener éxito, entonces Estados Unidos no podrá competir con otros países. Si nuestras familias no pueden permitirse cuidar de su salud, entonces los costos subirán para todos nosotros: individuos, empresas, y gobierno. Si la gente de la casa de al lado no puede pagar su hipoteca y la gente de la ciudad no puede encontrar trabajo, entonces ese sufrimiento se traspasa a otras partes de nuestra economía.

Y esta es la razón por la que estamos aquí en nombre del futuro que deseamos crear, uno en que todos nuestros niños vayan a las mejores escuelas, nuestra gente pueda ir al trabajo y ganarse la vida, y todas nuestras familias se puedan permitir el cuidado de la salud y la prosperidad se amplíe a todas las personas. Juntos debemos crear un futuro en que la promesa de Estados Unidos se mantenga para una nueva generación.

También sabemos que mantener esta promesa implica mantener la tradición de Estados Unidos como un estado de derecho y un país de inmigrantes. Estas cosas no son contradictorias sino complementarias. Esta es la razón por la que estoy determinado a aprobar una reforma integral de la inmigración durante mi presidencia de Estados Unidos. [Aplausos].

El pueblo estadounidense-- el pueblo estadounidense cree en la inmigración, pero también cree que no podemos tolerar una situación en la que la gente llegue a Estados Unidos violando la ley, ni podemos tolerar a empleadores que exploten a trabajadores indocumentados para reducir los salarios. Esta es la razón por la que tenemos que tomar medidas para fortalecer la seguridad fronteriza, y debemos apoyarnos en estos esfuerzos. Debemos también aclarar el estatus de millones que están aquí ilegalmente, muchos que se han arraigado. Para aquellos que desean hacerse ciudadanos, debemos exigirles que paguen una penalidad y que paguen impuestos, que aprendan inglés, que vayan y se pongan en la fila, detrás de todos aquellos que siguen las reglas. Esta es la manera de avanzar de forma justa, práctica y prometedora y esa es la razón por la que estoy decidido a aprobar [una reforma] mientras sea presidente de Estados Unidos. [Aplausos].

No debemos olvidar que una y otra vez, la promesa de Estados Unidos ha sido renovada por emigrantes que hicieron su historia parte de la historia de Estados Unidos. Lo vemos en todos los estados de nuestro país. Lo vemos en nuestras familias y en nuestros vecindarios. Como presidente, es un honor para mí verlo demostrado en los hombres y mujeres que llevan el uniforme de Estados Unidos.

El mes pasado, tuve el honor de recibir a un grupo de soldados como ciudadanos por primera vez. En ese grupo, había caras de todas partes del mundo, y un hombre de Nicaragua, Jeonathan Zapata, había esperado toda la vida para servir a nuestro país, a pesar de no ser todavía ciudadano. "Al servir en el ejército", dijo, "también devuelvo algo a Estados Unidos". Lo ha hecho en Afganistán, e incluso ayudó a tripular la aeronave 400.000 que aterrizó en el portaaviones USS Kitty Hawk.

Y la historia de Jeonathan tampoco es única. Es parte de un legado orgulloso del servicio. Durante generaciones, los estadounidenses de origen hispano han servido con gran dedicación y valor, y ahora hay casi 150.000 estadounidenses de origen hispano que sirven a nuestra bandera, y hoy estamos orgullosos [aplausos], hoy estamos orgullosos de dar la bienvenida a algunos de estos guerreros que están heridos y se recuperan en Walter Reed. Les ruego que se unan a mí en homenaje a su servicio y les mantengan, igual al que al resto de nuestras tropas, en sus pensamientos y sus oraciones. [Aplausos].

Estas tropas han dedicado sus vidas a servir a conciudadanos estadounidenses. Su ejemplo, como el de todos aquellos hombres y mujeres que llevan el uniforme, debería desafiarnos para que nos preguntemos qué más podemos hacer para servir a nuestras comunidades y nuestros países, porque la mayor responsabilidad que tenemos es la de la conciudadanía.

Ese es el espíritu que tenemos que crear; ese es el Estados Unidos que pretendemos lograr, y para ello, debemos mirar por encima de nuestras divisiones para servir las esperanzas y sueños que tenemos en común. Debemos dar vida a la creencia fundamental de que somos el guardián de nuestros hermanos y hermanas.
Las escrituras nos lo dicen, " Ciertamente muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas". Hoy, oremos por la fortaleza de hallar la palabra en nuestros corazones y por la visión de un Estados Unidos que podamos construir juntos como un país y como un pueblo.

Gracias por su alianza. Gracias por sus oraciones. Que Dios les bendiga y que bendiga a los Estados Unidos de América.

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