Todos los pueblos han tenido un caudillo
que ha luchado por que la justicia llegue a los más necesitados, a los parias,
a los desamparados, a los que con su sudor y su trabajo edifican la riqueza de
las sociedades en las que le tocó vivir.
Algunos de esos caudillos, pocos
lograron su objetivo, otros fueron cegados al principio o a la mitad del camino
y muchos con ahínco levantaron la bandera de su lucha y han seguido adelante.
El dramaturgo alemán Bertolt Brecht dijo
que “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan
un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay
los que luchan toda la vida, esos son imprescindibles”.
Una de esas personas, los que lucharon
toda su vida y su legado sigue vivo, gracias a quienes tomaron el liderazgo de
su lucha y de otros que gracias a su ejemplo caminan por el sendero de la lucha
social, está muy cerca de nosotros, del pueblo inmigrante, del campesino, del
obrero, del estudiante, me refiero al extinto líder campesino César Chávez.
A 20 años de su muerte, la vida que
llevó César Chávez sigue siendo escuchada en muchos rincones del país, y en
otros ha querido ser borrada de los libros de la historia. Manifestaciones se
realizan por todo el país honrando su nombre y levantando la bandera de lucha
por conseguir una reforma migratoria.
César, es nuestro caudillo en Estados
Unidos, principalmente del campesinado. Consiguió lo que muchos fallaron por
mucho tiempo, formar un sindicato, una unión, un movimiento que sentó el
ejemplo del estilo de lucha necesario en este país para conseguir conquistas
laborales, dignas de un ser humano.
Para los que tuvimos la fortuna de
trabajar cercanamente con él, César nos mostró el camino sin violencia de la
lucha por la justicia social. Algo difícil de concebir por muchos llamados
revolucionarios que su meta es derrocar por la vía armada a los gobiernos, la oligarquía,
la burguesía en el poder.
César logró que las grandes empresas
agrícolas se doblegaran ante la presión del boicoteo a los productos agrícolas,
un arma económica, infalible, que afectó directamente a la riqueza de los
poderosos, los intocables, de los influyentes en todos los aspectos de nuestra
sociedad.
César logró abrir los ojos a una
sociedad que el alimento que uno se lleva todos los días a la boca, fue
cosechado por alguien que no tiene suficiente para comer y menos para sostener
a su familia. La sociedad estadounidense supo de la miseria, la desesperación,
la angustia del campesinado a través del boicoteo, al ver como miles de
campesinos llegaron a las grandes ciudades a pedirles a los consumidores que no
compraran uvas o lechuga, porque estaban manchadas de explotación, marginación
y humillación.
César dijo que el sufrimiento del
campesino no tiene precio, pero logró que los agricultores cedieran en
compensar ese sufrimiento al mejorar las condiciones de trabajo.
El movimiento campesino que él empezó, sembró
la semilla de los logros actuales de los hispanos en todos los ámbitos de la
sociedad estadounidense. Sin sus enseñanzas y su ejemplo, hubiera sido casi
imposible que la población inmigrante, los estadounidenses de origen hispano,
tomaran conciencia del momento que les tocó vivir y supieran cuál camino tomar
para ser reconocidos en una sociedad hostil y discriminatoria hacia la raza de
bronce.
Cesar dijo en 1984 que muchos en puestos
prominentes de una alguna manera u otra estaban conectados a la lucha
campesina. Ya sea por no comer uvas o lechugas boicoteadas, o hubieran
participado en una marcha o línea de protestas en tiendas o supermercados.
César ya no está físicamente con
nosotros. La consigna de ¡Sí se Puede! que se
escuchó desde los surcos del campo hasta las ciudades, ahora se escucha en todo
el mundo y hasta el Presidente Obama la utilizó ampliamente en su primera campaña
electoral. Y la sigue usando cuando se encuentra ante los hispanos de este país.
Su lucha no debe olvidarse, debe ser conocida
en todos los rincones del país y además la lucha debe seguir, ya que campesino
que César organizó, la mayoría ya no está con nosotros. Nuevas generaciones de
mano de obra joven llega a los campos, a las fábricas, a las ciudades,
provenientes de América Latina y de otras partes del mundo. Algunos recogerán
las conquistas de César, otros son y serán explotados y humillados por sus
patrones y discriminados por la sociedad que siempre lo ha mirado con malos
ojos. Pero las enseñanzas de qué se debe hacer, y cómo se puede ganar, ya están
escritas, simplemente hay que ponerlas a la práctica. Ya no hay que reinventar
la rueda, simplemente hay que tomar el timón y seguir adelante sin dar marcha atrás.
Las luchas por la reforma migratoria,
por reformas laborales, se pueden ganar sin violencia. Sigamos el ejemplo de
César Chávez y de todos aquellos que siguen su legado.
Armando
García es un periodista independiente y es colaborador de varios medios
impresos y en internet. Fue el corresponsal y columnista de Conexión Hispana en San Ángelo, Texas y
director de medios de Finding Produtions en Los Ángeles, California. Trabajó
como corresponsal de la agencia española “EFE” y de la “Hispanic Press News
Agency” en Washington, DC. Además ha sido colaborador de la revista “Latino
Leaders” y fue reportero bilingüe en los periódicos La Prensa y Rumbo de San
Antonio, Texas y editor general de los semanarios Imágenes y La Farándula
además director de Relaciones Públicas del sindicato United Farm Workers Union
en el estado de California y fungió como editor-reportero
del semanario ¿Qué Pasa? En Charlotte, NC. Editor y fundador de Nuestra
América News Magazine.
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