Por Armando García
Cuando era
un adolescente, eso en el Siglo XX, recuerdo que leí un reportaje sobre el ‘Tercer
Sexo’. Se refería a un futuro, que ahora es un presente. Es decir, se hablaba
sobre lo que el homosexualismo seria años en el tiempo y que la tendencia,
principalmente en el género masculino, sería tener una mayor atracción a
personas de su mismo sexo.
En esa época,
el ser homosexual, el ser del otro bando, era muy reprimido, muy atacado, muy
mal visto por la sociedad de entonces. Los tiempos han cambiado. Ahora existe
en cierto grado una aceptación a las personas que tienen tendencias
homosexuales y ya no se traduce solamente
a varones, sino a mujeres y aún más, hasta llegar al transgénero.
La Biblia en
la sección de la culpabilidad del hombre en el libro de Romanos nos dice que ‘los hombres, dejando el uso natural de las
mujeres, se encendieron en sus concupiscencias los unos con los otros,
cometiendo cosas nefandas hombres con hombres, recibiendo en sí mismos la
recompensa que convino a su extravío’.
Aunque La
Palabra de Dios es clara y precisa, en una entrevista con homosexuales en San
Antonio, Texas donde se hablaba de la escritura citada, me contestaron que
aunque sea la Palabra de Dios la que condena la homosexualidad, no se vive en
una Teocracia, donde se rinda culto, obediencia o respeto a una ley divina o eclesiástica.
La sociedad
actual ha llegado al punto en una aceptación a todos aquellos que son ‘gay’ y hasta matrimonios civiles se han
aprobado entre ellos con todos los beneficios que tiene las parejas
heterosexuales. Y la aceptación aumenta ahora más con la masacre que ocurrió en
Orlando, en un centro nocturno visitado por homosexuales y lesbianas.
A partir de
tal tragedia se ha creado una simpatía por los homosexuales hasta considerarlos
una minoría con derechos como cualquier otra persona en la sociedad.
Esperemos
que esta forma de vida no sea la regla general para todos. Sino que se mantenga
como un asunto privado entre dos personas y que al hacerse público reciban el
respeto adecuado.
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