Latinoamérica está en una encrucijada ante el triunfo de Porfirio Lobo en los comicios presidenciales en Honduras.
El apoyo de Estados Unidos a los resultados y el desconocimiento de algunos países latinoamericanos a las elecciones efectuadas el 29 de noviembre, crea una división en el continente, contrario al espíritu de unidad que se busca para resolver la situación en el país hondureño que ocasionó el golpe de estado que destituyó a Manuel Zelaya.
Estas elecciones sorprendieron al mundo la participación masiva de la población, que demostró su interés de arreglar el conflicto a través de su voto. Pero lo que debe resolver primero es la legitimidad de estas elecciones, ya que se realizaron bajo la sobra de un golpe de estado militar disfrazado de una civilidad amparada bajo la constitución hondureña.
Aunque se hable de transparencia en la votación, un golpe de estado tiene un impacto severo en la población de cualquier país. Honduras no es la excepción.
Si devuelven al poder a Zelaya aunque sea por el corto tiempo que le quedaría de presidencia, la pregunta sería ¿acaso le entregaría la presidencia a Lobo, después de haber declarado que las elecciones son una farsa?
Si Zelaya no regresa al poder, ¿buscaría asilo en Brasil, Nicaragua, Costa Rica, Cuba o Venezuela? ¿Cuál sería entonces su lucha desde el exilio? Interrogantes que quedan en el aire para la especulación en los próximos días.
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