jueves, 4 de febrero de 2010

El mal de Mel


Por Isaac Bigio


Mel Zelaya dejó su refugio en la embajada brasileña de Honduras para exiliarse en Santo Domingo. El así se ha convertido en el primer presidente latinoamericano en lo que va de esta década en: 1) haber sido derrocado y reemplazado por el líder del Parlamento; 2) haber retornado a su país para asilarse en una embajada (generalmente ocurre lo inverso, los perseguidos primero se refugian en una embajada para luego salir del país); y 3) haber sido embarcado hacia el exterior por el nuevo mandatario apenas se hubo posesionado en el cargo.

El golpe a Zelaya contó con el rechazo unánime de la comunidad internacional, que se unió en demandar su restitución. La OEA, que pidió readmitir a Cuba, transformó a Honduras en su único miembro suspendido.

Pese a ello, a las diversas presiones sociales y al hecho de que Zelaya usó la embajada brasileña como base para soliviantar a la población a que se levante, él no retornó a Palacio. Hoy, no le queda más que aceptar su fracaso.

El mal de Mel tuvo varios factores.

Él no tuvo la fuerza social que tuvo Chávez cuando en el 2002 revirtió el cuartelazo que le hicieron. Tampoco contaba con sindicatos radicalizados (tipo Bolivia o Ecuador) o con una guerrilla. Los gobiernos que le apoyaron (en particular la ALBA) no quisieron enviar tropas para ayudarle a restablecer su autoridad.

En vez de querer una sublevación violenta, él buscó una salida pacífica y confió en las gestiones de Oscar Arias, quien quiso ganar tiempo hasta terminar avalando las elecciones convocadas por el mismo gobierno que él acusó de "golpista".

En Honduras Mel fue maldecido por los 5 poderes que mantuvieron cierta cohesión en su destitución (el Legislativo, el Judicial, el militar, el mediático y el empresarial). EE.UU. jugó un rol doble (de palabra condenaba el "golpe" pero en los hechos buscaba que fracase el pro chavista Zelaya).

Los zelayistas tienen dos opciones. Una es la de buscar una transacción con el nuevo gobierno a fin de pedirles puestos públicos, reformas o una nueva Constitución. La otra es seguir desarrollando una oposición social que busque explotar los errores del nuevo gobierno conservador para pedir su caída o reemplazarlo electoralmente.

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