Por Armando García
Despierto una madrugada de este mes de
septiembre, mi celular me advierte de un mensaje de mi amigo Gabino Palomares y,
pienso que es un mensaje importante, como el de sus canciones. Lo leo, como
cubetada de agua fría, me hace recordar que hace 45 años fue el golpe de estado
en Chile contra el democráticamente electo presidente Salvador Allende.
Qué tan rápido pasa el tiempo, cómo se me
fue a olvidar, uno de los acontecimientos más negros y sangrientos de nuestra historia
en América. ¿Será que ya estamos viejos, será que ya
hay muchos muertos y desaparecidos que recordar, los de La Moneda y el Estadio
Nacional en Chile, los de Jueves de Corpus en México, los de Ayotzipan, los del
2 de octubre del ’68? y la cifra aumenta cada día.
Es imperdonable que se me haya olvidado,
pero no he sido el único, casi nada se reporta en los medios, ni en los
llamados de izquierda, o será que ya no hay muchos o habrá varios que también lo
olvidaron. Ya no me siento tan mal.
Prensa
Latina de Cuba, reporta que, en Chile, durante las “… últimas horas de la noche del 11 de septiembre
transcurrieron bajo el silencio, salvo en las inmediaciones del Estadio
Nacional, primer centro de detención y tortura tras el golpe de estado en Chile”.
“Como es habitual,
las calles de Santiago permanecían casi desoladas desde el anochecer ante el
temor todavía, 45 años después de la sangrienta asonada golpista de Augusto
Pinochet, de conflictos dentro de una sociedad fracturada”.
Creo que al igual
de muchos genocidios contra el pueblo, contra la población civil de muchos
países de Nuestra América, nunca sabremos cuantos muertos hubo, pero en Chile
se habla que hubieron de más de de tres mil 200 asesinados, mil 193 detenidos desaparecidos y
alrededor de 33 mil torturados es el balance oficial de 17 años de una de las
juntas militares mas sanguinarias y opresoras de la humanidad.
Aparte de Salvador
Allende, se recuerda al canta autor Víctor Jara, quien fue acribillado en el
Estadio Nacional, cuando los soldados golpistas después de quebrarles los dedos,
burlonamente le dijeron que levantara su guitarra tocara y cantara.
Las últimas palabras de Salvador Allende, que me hicieron
recapacitar que valía más vivo que muerto, para seguir adelante en mi labor periodística
y artística fueron: “Superaran otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende
imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo
se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir
una sociedad mejor”.
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