Cerca del Día de la Madre, veamos la realidad desde otra perspectiva.
La infancia abandonada
es el caldo de cultivo para un escenario de violencia y desigualdad.
Por Carolína Vásquez
Araya
¿Sabías que dentro de
unos días se celebra el Día de la Madre? Seguro que no, ya que naciste en donde
esas noticias no llegan. Tu madre te dio a luz en las peores condiciones y
seguramente nunca ha tenido oportunidad de celebrar nada. Cuando llegaste,
caíste en medio de unos trapos sobre el suelo duro y sobreviviste por puro
milagro. Si no te hubieras aferrado al pecho de tu madre, no hubieras durado ni
un día porque no traías carne suficiente sobre tus huesitos diminutos. A partir
de ese instante pasaste a ser un dígito más en las estadísticas de la
desnutrición infantil, esas preparadas con tanta acuciosidad por doctos
expertos internacionales en sus elegantes oficinas de la capital.
Dicen que nunca debiste
haber nacido, dicen también que por culpa de tu madre el país está como está,
tan subdesarrollado: por parir un hijo tras otro y no entender que eso solo
multiplica la pobreza. Mejor se hubiera esterilizado y así habría más
oportunidades para todos. Eso dicen, ¿tú, qué opinas? En fin, tu infancia ha
sido difícil, la tortilla remojada no calma la urgencia de tu estómago pero no
hay más para comer.
Pero dicen por ahí que
hay programas para niños como tú, lo que es muy bueno, eso dicen también.
Vienen los camiones y reparten las bolsas con la foto de una señora galana,
pero dura poco y el hambre vuelve por días, semanas y meses. Tu padre está en
el campo y ni se entera, lo llevaron a la costa a trabajar mientras tu madre se
las ingenia para darles aunque sea esa tortilla remojada.
Has visto a otros niños
asistir a la escuela de la aldea, y no entiendes por qué tu madre no te deja
ir. Dice que no tiene con qué pagar los útiles y tampoco con qué comprarte ropa
ni zapatos. Esto de nacer pobre sí que es feo. Las bolsas de la señora galana
no traen ropa ni zapatos y tampoco traen cuadernos, porque seguro esa señora no
ha pensado que quizás los necesites.
Ayer amaneciste con
fiebre y una diarrea que no paraba, pero no había para medicinas. Tu madre te
envolvió bien en una chamarra y te cargó hasta el centro de salud, a más de
tres horas de camino. Allí se sentaron a esperar pero pasó el tiempo y nadie se
acercó a verte. Al fin te ingresaron, pero le dieron a tu madre pocas
esperanzas porque no hay antibióticos. No entendiste muy bien, pero al parecer
no hay dinero para medicinas ni equipo, por eso no te canalizaron la vena para
hidratarte ni te pusieron suero porque no había. De todos modos el médico le dio
a tu madre unas pastillas y le dijo que te llevara la semana próxima.
Así has vivido algunos
meses; toda una hazaña para un niño como tú en un país como este. Cuando
crezcas, si acaso creces, tu cerebro habrá desarrollado solo una pequeña
porción de su potencial, ese que sería indispensable para darte la oportunidad
de prosperar y volverte un ciudadano productivo. Tampoco tu cuerpo habrá
alcanzado el peso ni la estatura normal para tu edad; serás esmirriado y
bajito, con poca resistencia a las enfermedades y escasa capacidad
intelectual.
Lo que no sabes es que
formas parte de una cadena de explotación y abuso. La Constitución dice que
deben protegerte, alimentarte, educarte y ofrecerte todas las oportunidades
para tu desarrollo integral. Pero eso tampoco venía en la bolsa de la señora
galana.
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