Por Jordi Jiménez
Todos tenemos la
experiencia del sueño, del despertar del sueño y del irse a dormir diariamente.
La conciencia funciona con este ciclo diario de sueño-vigilia gracias al cual
puede abrirse al mundo externo y realizar actividades en él durante un buen
número de horas y se encierra en sí misma para reorganizar y elaborar las
experiencias del día.
Se suele decir que
durante el sueño la conciencia y todo el cuerpo descansan y se recuperan para
un nuevo día de actividad, pero lo cierto es que durante el sueño la conciencia
realiza infinidad de operaciones en las que “pone orden” en todas las
experiencias complejas que se han vivido en vigilia. Pero será en el próximo
artículo que hablaremos del mundo de los sueños e incluso de sus posibles
interpretaciones cuando se dan con imágenes.
Hoy nos conformaremos
con describir, desde el punto de vista de la experiencia, los distintos niveles
de conciencia por los que vamos transitando todos los días y también
describiremos algún nivel poco habitual, aunque accesible a cualquiera de
nosotros.
Los niveles de conciencia
forman un continuo, es decir, no hay un salto brusco entre el nivel de vigilia
y el de sueño profundo, sino que se va pasando por niveles intermedios para
entrar progresivamente en el sueño o para salir de él. Sin embargo, aunque en
la experiencia se dé ese degradado sin saltos entre niveles, nosotros vamos a
diferenciarlos para poder explicar mejor sus características y las
consecuencias que tiene cada uno en nuestro funcionamiento.
Haremos entonces esta
diferenciación pedagógica entre los niveles de conciencia
– Vigilia
atenta
– Vigilia con
ensueños
– Semisueño activo
– Semisueño pasivo
– Sueño con
imágenes
– Sueño profundo o
vegetativo
El sueño
Empecemos por el nivel
más “bajo” que es el de sueño profundo o vegetativo. Por cierto, que lo de
“bajo” o “alto” se suele decir porque, como dijimos en los primeros artículos
de esta serie, toda representación mental tiene una ubicación espacial en un espacio
tridimensional. Y de los niveles de conciencia también se tiene registro de
cierta ubicación espacial. Por ejemplo, sentimos que cuando dormimos nuestra
ubicación se va como hacia abajo y cuando estamos muy despiertos y con mucha
energía decimos que “nos venimos arriba”.
Además, ocurre que en
los niveles más bajos el registro de uno mismo se internaliza, es decir, se
amplifican las señales de los sentidos más internos (cenestesia del
intracuerpo) y se atenúan las señales de los sentidos externos (vista, oído,
tacto…). Por eso para dormir es mejor lugares oscuros y silenciosos, para
ayudar a atenuar los sentidos externos y dejarnos «caer» al sueño más
fácilmente. A medida que subimos de nivel de conciencia, el registro de uno
mismo (o sea, el registro del «yo») se va externalizando al tiempo que aumentan
las señales de los sentidos externos y disminuyen las de sentidos internos, lo
que permite abrirnos al mundo exterior y realizar nuestras actividades.
Partiendo de ahí,
volvamos al nivel más bajo de conciencia que es el de sueño profundo. Hay una
fase que es de sueño vegetativo, muy profundo, en el que no hay imágenes ni
sensaciones de ningún tipo y en el que el registro del “yo” ha desaparecido. Es
como si uno dejara de existir durante esas horas. En otros momentos de la noche
ese sueño se hace un poco más superficial (sube de nivel un poquito) y es
entonces cuando aparecen los sueños con imágenes de los cuales nos encargaremos
en el próximo artículo.
El semi-sueño y la
vigilia
Cuando salimos del
sueño nos encontramos con un nivel de conciencia que podríamos llamar de
semi-sueño. Este nivel intermedio lo registramos tanto al salir del sueño como
al entrar en él. Ahí hay cierta actividad vigílica bastante básica y también
una gran influencia del nivel de sueño ya que los sentidos internos aún están
enviando fuertes señales y los sentidos externos aún no han acabado de
activarse del todo, en el caso de que nos estemos despertando. El registro de
uno mismo es como si estuviera en un lugar también intermedio, ni dormido, ni
despierto. La actividad en el mundo es, digamos perezosa, lenta y sobre todo
muy mecánica. Podemos hacer cosas que ya tengamos mecanizadas y las hagamos sin
pensar mucho (ducharse, hacer el café, vestirse…). A medida que vamos haciendo
eso notamos que vamos despertando y que tenemos más control sobre lo que
hacemos y sobre lo que queremos. Hay gente a la que el semi-sueño le dura unos
minutos y enseguida está como una moto, y otra gente necesita horas para
activarse adecuadamente. En fin, la diversidad humana es amplia.
En el semi-sueño
también hay multitud de imágenes pasando por nuestra cabeza de forma igualmente
mecánica: sobre algo que voy a hacer hoy o sobre algo que quedó pendiente de
ayer, sobre eso de lo que tengo que acordarme hacer y que luego se me olvida,
etc. Pero sobre todo se trata de “trenes” de imágenes que corren sin mucho
control por mi parte y que se van enlazando unos a otros casi por voluntad
propia. La conciencia en su conjunto muestra una actividad muy mecánica y muy
poco dirigida, y por eso muchas veces se me olvidan cosas en esos fatídicos
momentos del semi-sueño matinal, aunque me proponga no olvidarme de ellas, como
por ejemplo las famosas llaves de casa.
Si es al revés y estoy
en semi-sueño, pero para irme a dormir, ocurre algo curioso en algunos casos.
En lugar de dejarme llevar y olvidarme de las cosas del día para caer al sueño
(hacia abajo), al contrario, noto una gran actividad mental y una gran energía
que me produce un «subidón» (otra expresión muy acertada) que me impide dormir
como quisiera. Y al revés, cuando me estoy despertando por las mañanas parece
que mi conciencia quisiera seguir durmiendo. Pero ¿por qué va a la contra?
Bueno, está claro que los niveles de conciencia tienen su inercia y se necesita
un tiempo para pasar de uno a otro, hay una tendencia a mantener el nivel en el
que se está, excepto en situaciones donde hay mucho cansancio y caemos
fácilmente. Esta inercia o tendencia a mantener el nivel nos interesará más
adelante.
Y después del cafecito
pasamos al nivel de vigilia. En este nivel la conciencia dirige con cierta
independencia las actividades, llegan las señales de los sentidos externos con
su máxima intensidad y la capacidad de crítica y autocrítica están también en
su punto más alto. Esto quiere decir que tenemos la posibilidad de reflexionar
sobre lo que hacemos, de planificar y de elegir, gracias a que podemos imaginar
primero nuestra acción y después decidir en base a las sensaciones que nos
produce esa situación imaginada (para más detalles ver los primeros artículos
de la serie).
Los ensueños
Pero en la vigilia
ocurre un fenómeno curioso: el de los ensueños. ¿Qué son los ensueños? Esa
especie de fantaseo mecánico, de imágenes que van circulando por nuestra conciencia,
aunque estemos con los ojos abiertos y haciendo cualquier actividad. Se suele
decir también que es como un «soñar despierto». Por ejemplo, estamos cocinando
y vamos pensando en otras cosas, o vamos caminando por la calle y pensando en
otras cosas. Ese «pensando» son los ensueños. Aparecen y se van moviendo de
manera automática, sin que se lo pidamos, y cubriendo con un fino velo nuestra
percepción.
Este es el estado más
común y habitual de todos nosotros en el día a día. Estos ensueños que inundan la
vigilia sólo se acallan cuando realizamos alguna actividad en la que
necesitamos poner toda la atención, cuando estamos muy concentrados en algo que
requiere los cinco sentidos. Luego, si esa actividad se mecaniza, se hace más
automática, volvemos a bajar la atención y regresan los famosos ensueños. Por
tanto, la atención es lo único que puede sobrepasar esos ensueños. El problema
es que, por desgracia, el acto de atender lo solemos tener asociado a la
tensión física y mental, con lo cual se registra como no deseable, así que en
cuanto llevamos un tiempo atendiendo a algo, lo dejamos.
Y ¿por qué tendríamos
que sobrepasar los ensueños? Porque a nosotros nos interesa «despertar», nos
interesa una conciencia despierta, lúcida y fresca. Nos interesa que nuestro
sistema psíquico avance hacia un nuevo nivel de conciencia que llamamos
«conciencia de sí». Es un nivel que está por encima de la vigilia ordinaria y
se caracteriza por la disminución de los ensueños, por un estado atencional
casi permanente, pero asociado a una calma interna evidente. Atención calmada
sobre lo que sucede alrededor de uno, pero también sobre lo que sucede en uno
mismo. Es decir, es un estado donde los fenómenos internos y externos se
observan y perciben entrelazados, al mismo tiempo. Por eso puede haber ensueños
e imágenes que aparecen y se mueven, como en la vigilia, pero la diferencia es
que cuando uno está en ese nivel de conciencia de sí, observa esas imágenes,
esos ensueños, los ve como desde fuera, al tiempo que se percibe a sí mismo
actuando en el mundo externo también como un poco desde atrás, a una pequeña
distancia de lo que hace.
La conciencia de sí
Ya hemos dicho que la
ubicación espacial de las imágenes es muy importante para comprender el
funcionamiento de la conciencia. En este caso de la conciencia de sí, el
registro de uno mismo parece estar como un poco hacia atrás y a cierta
distancia. Lo importante de este nivel es que aumenta mucho la reversibilidad,
es decir, la capacidad para darse cuenta de lo que uno hace y decidir la
respuesta a dar con mucha más conciencia de ello.
No es fácil entrenar la
atención para que funcione con intensidad y al mismo tiempo con calma dispensa,
pero se puede hacer. De igual forma, también lleva tiempo ir forjando esa
actitud, esa predisposición a la conciencia de uno mismo, ya que la mecanicidad
de los ensueños es muy potente y está muy consolidada en la conciencia desde
muy tierna edad. Cómo dijimos antes, la conciencia tiende a mantener el nivel
en el que está, por lo que desde la vigilia se requiere un pequeño esfuerzo
(aunque sostenido) para saltar a un nivel superior. Es como levantarse de la
cama cuando estamos ahí tan calentitos y a gusto. Se necesita una intención
clara en ese sentido, aunque tampoco hay que forzar las cosas, sino avanzar con
suavidad y sin prisa. Sin embargo, esos esfuerzos tienen una recompensa a la
que muy pocas personas acceden, a pesar de ser algo que todos tenemos al
alcance de la mano: acercarnos a un nuevo nivel de conciencia y a una nueva
vida más lúcida, limpia y, finalmente, mucho más libre.
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