domingo, 9 de junio de 2024

Análisis a Fondo: El Día Después de la elecciones presidenciales en México

 



No acaban de asimilar su derrota y culpan a “López”
Pero ni cuenta se dieron como los arrastro el tsunami

Por Francisco Gómez Maza

El día de las elecciones en México casi no dormimos. Vivimos la jornada electoral 2024, que  terminó casi al despunte del alba con la fiesta popular encabezada por la presidente electa en la plancha del Zócalo de la Plaza de la Constitución abarrotada por la gente que votó por la doctora, una masa de incontables que se reunió para felicitar a la presidenta que eligieron mediante el voto durante todo el domingo y en todo el país, que se pintó de vino tinto en su mayor parte y ganó Yucatán, un bastión de la derecha albiceleste y que intentaba hacer suyo el movimiento naranja de Dante Delgado, tanto que personajes de la política priista renunciaron al PRI para vestirse del color de Movimiento Ciudadano. Fue una paliza, un tsunami, que los opositores al gobierno del presidente López Obrador ni siquiera imaginaban que los haría trizas. Lo reconocieron los propios cabecillas del PAN, del PRI y del desventurado PRD. Y lo reconoció la propia candidata Xóchitl Gálvez Ruiz, a la que no se le cuajaron ese día las gelatinas, y eso que obtuvo muchos votos de gente pensante que no imagine que se fijarían en una candidata majadera, corriente, pelada, ignorante y llena de odio contra todo lo que significara cambio para satisfacer las necesidades de las mayorías de pobres que apenas sobreviven en extensas zonas de la nación y que fueron depauperadas por los gobiernos del PRI, la desalmada Dictadura Perfecta que lo más que prohijó fue la gran corrupción que devastó al Erario, así como la llamada docena trágica de Vicente Fox Quesada, un vividor extra lenguaraz que deshizo la economía nacional, y Felipe Calderón, que se presentó como el presidente del empleo y que solamente para entregar la generación de energía eléctrica a los españoles dejó en la calle a 47 mil o más familias al desmantelar la Compañía de Luz y Fuerza del Centro.

El país se pintó de vino tinto porque la gente en edad de votar se volcó a las casillas a depositar el sufragio a favor de Morena y de Sheinbaum, protestando por la vida de sufrimientos que les propinó el PRI y el PAN, que se fundieron, por su conservadurismo político y económico, en el PRIAN y arrastraron a los Chuchos del moribundo PRD, financiados por la derecha empresarial con apellido Kinberly Clark, de Claudio X González Laporte con su representante Claudio X González jr., que indudablemente echaron la casa por la ventana en su intento de acabar con el imperio morenista, con una guerra sucia, una guerra de odio, al grado de hacerle cree a los mexicanos antilópez que éste estaba coludido con los capos de la maña, particularmente del negocio criminal de Sinaloa. Pero los X no contaron con que el presidente tenía razones para que la gente casi lo adorara tanto que las grandes empresas encuestadoras del mundo lo mantuvieron y aún lo mantienen como uno de los líderes político gubernamentales más populares del mundo. En ese marco de odio y de propaganda mentirosa, Claudia Sheinbaum se lanzó a dar la cara para competir en las  urnas para la presidencia, con todo el bagaje ideológico político de la Cuarta Transformación de la Vida Pública Nacional. Y la inmensa mayoría de los mexicanos se desbordó a favor de ella mientras la derecha continuó engañada por sí misma y por la comentocracia de la prensa corporativa, de la televisión y la radio, los mismos que ese dos de junio apechugaron y tuvieron que dar la noticia del tsunami Sheinbaum. Debo decirles que muchos periodistas de postín están más enojados, rabiosos, por el triunfo de la ex gobernadora de la CDMX, acusando de que las elecciones han sido fraudulentas. Más papistas que el Papa no pueden ser. Aseguran que quien impuso a Sheinbaum es AMLO, despreciando a los millones de mexicanos que le otorgaron el 60 por ciento de los sufragios a la candidata de Morena. Y están seguros de que el manipulador de todo es López Obrador. Y mueren de rabia, rabia que les durará otro sexenio.


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