Foto: Originario del Tawantinsuyo. Internet
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Por
Ollantay Itzamná
A finales del siglo XIX, el Presidente Ramón Castilla intentó emancipar a los originarios y campesinos, pero no lo dejaron. Casi un siglo después, el Presidente Velasco Alvarado, hizo el mismo intento, pero, igual, fracasó. Ahora, Pedro Castillo promete ciudadanizar a las grandes mayorías del Perú, veremos…
El próximo
28 de julio, las instituciones públicas y las autoridades del Perú realizarán
diferentes actos cívicos conmemorando los 200 años de la “gesta libertaria” de
aquel 28 de julio de 1821, cuando el gaucho europeo, José de San Martín,
proclamó la “independencia del Perú”. De aquella “fiesta heroica” las grandes
mayorías del entonces Virreinato del Perú, no participaron.
¿Independencia
de quién?
Fue la
independencia mañosa de los hijos de españoles nacidos en el Perú (criollos)
para hacerse del poder y evitar pagar impuestos a la Corona española. Sí. Los
criollos le quitaron el poder a sus padres españoles para no pagar impuestos,
igual como evaden el pago de impuestos ahora. Y, una vez en el poder, impusieron
un colonialismo interno virulento sobre los pueblos originarios.
Los
criollos jamás pensaron en un proyecto de una comunidad política imaginada
(Nación). Por ello, jamás reconocieron, ni promovieron, la cualidad de
ciudadanía universal para todas las y los habitantes del Perú.
A finales
del siglo XIX, el Presidente Ramón Castilla intentó emancipar a los originarios
y campesinos, pero no lo dejaron. Casi un siglo después, el Presidente Velasco
Alvarado, hizo el mismo intento, pero, igual, fracasó. Ahora, Pedro Castillo
promete ciudadanizar a las grandes mayorías del Perú, veremos…
¿Somos
independientes en el Perú las y los originarios y campesinos?
No. Ni tan
siquiera somos ciudadanos. En el Perú bicentenario, el originario o campesino
que desee ser admitido como ciudadano peruano, aunque sea de segunda o quinta
categoría, debe abandonar su identidad, su espíritu, su idioma, su legado
cultural ancestral. “Debe hacerse mestizo”.
El
ciudadano peruano debe hablar el castellano, estudiar ciencias positivas,
rendir reverencia y reconocer como héroes a los violadores y asesinos de sus
abuelas y abuelos. Es decir, el originario o campesino, para ser cualificado
como peruano, debe dejar de ser indígena o campesino.
En el Perú
bicentenario, el originario o campesino no es ciudadano. Por eso, en dos siglos
de República, siendo el Perú mayoritariamente indígena y campesina, jamás tuvo
un gobernante indígena.
En los
hechos, las grandes mayorías sociales del Perú no son ciudadanos, ni son
independientes. Suficiente observar la vergonzosa actitud racista del Perú
oficial limeño actual que se niega a reconocer, no sólo al campesino que ganó
elecciones presidenciales 2021, sino cuestiona la validez universal del voto
indocampesino frente al voto del limeño acriollado.
¿El himno,
la bandera… representan a los pueblos del Perú?
No hay
mayor farsa para los pueblos que enseñarles a cantar a sus hijos: “Somos
libres, seamos lo siempre” cuando, en los hechos, el país jamás se emancipó.
Los
criollos se emanciparon de pagar tributos, pero entregaron el país a la tiranía
inglesa, luego norteamericana, y ahora, a las garras de las empresas
transnacionales. Y simultáneamente aplicaron un colonialismo interno letal,
incluso peor que durante la Colonia española, contra los pueblos originarios y
campesinos.
El Perú
consta de muchísimo más que 54 pueblos, con colores y matices como el arcoíris.
Pero, la bandera criolla peruana es bicolor: roja y blanca.
Los
criollos pusieron el color blanco en el centro de su bandera para exponer, idealizar
y convencer a sus “súbditos” que el “ser blanco” es lo ideal, lo deseado, lo
puro.
El blanco
debe estar siempre en el centro y en lo más alto del Perú. De allí viene, la
capitalización de la blanquitud de la piel… ¡Por eso el peruano promedio sueña con
ser blanco, o por lo menos ser blancoide”. Es la apología simbólica del racismo
peruano.
El color
rojo flanquea por los lados al color blanco en la bicolor peruana anunciando la
necesariamente complementariedad entre el blanco y la violencia. Y, efectivamente,
para los pueblos originarios y campesinos, el blanco y la violencia son los
males siamesas de la República criolla. El color blanco representa al gamonal,
y el color rojo al látigo sanguinario.
Quizás
esta aproximación semiótica sobre la bandera nacional explique, en algún
grado, el por qué la reducida ciudadanía peruana y las instituciones
públicas son tan racistas en lo cotidiano, y violentos con los pueblos y
comunidades que les dan comer.
Perú, no
pudo ser Estado, ni nación para las grandes mayorías
En la
actualidad, existen bolsones territoriales y sociales en lo que llamamos Perú
sin la presencia física y real del Estado peruano. El Estado nación moderno se
ideó para garantizar bienestar para sus habitantes. Pero, en el Perú actual las
grandes mayorías viven sin derechos, ni oportunidad, cargando sobre sus
espaldas obligaciones recargadas, mientras las élites derrochan privilegios
mayores a los que se conocieron incluso en la Edad Media.
En este
sentido, el Estado peruano, para las grandes mayorías, es simplemente
inexistente, aunque sí muy violento para imponerles obligaciones y despojarlos
de sus bienes.
Dos siglos
después de la vigencia del Estado nación peruano no existe una comunidad
política cohesionada y con identidad propia en el Perú.
El falso
civismo alimeñado que se intentó imponer en todo el país a fuerza de decretos
para cada 28 de julio, es un débil barniz que se cae, por sí misma, dejando a
flor de piel los regionalismos, y aspiraciones silenciadas de
autodeterminaciones territoriales, identidades de los pueblos…, entre otros.
En este
contexto, el 2021 es y debe ser un motivo para pensar y consensuar entre todos
los pueblos y sectores del Perú el nuevo Estado y la nueva nación de naciones
que inyecte sentido e identidad a su ciudadanía plurinacional que está por
nacer, con nuevos símbolos, nuevo marco constitucional, nuevas instituciones y
nuevos proyectos de vida.
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