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autora: https://cronicasdeunainquilina.com
Por Ilka Oliva Corado.
Históricamente para la
sociedad clasista y racista, en el arrabal se conjugan todos los males del
mundo, por ende, quien es de arrabal automáticamente tiene que ser: ladrón,
abusador, extorsionador, violador, asesino y todo lo que a la mente humana se
le pueda ocurrir. Quitarse ese señalamiento es una labor titánica
porque el estigma es una especie de ADN. Porque ser de arrabal se convierte en
un impedimento para conseguir trabajo, para estudiar, para entablar relaciones
interpersonales fuera del mismo. La gente ve a una persona de arrabal como a un
delincuente del que tiene que cuidarse. Es excluida de entrada.
Por eso ser de arrabal es luchar contra corriente permanentemente, contra el
sistema que ha violentado a las periferias, que las ha empobrecido y que las ha
excluido de todo derecho y beneficio como parte de la sociedad. Las ha acusado
de ser el máximo peligro del país. Las famosas zonas rojas que abundan en
Latinoamérica. Esa América Latina socavada, despojada, humillada y mancillada
por las grandes mafias oligárquicas que son el peligro real para la población.
Literariamente las célebres favelas que le dan un romanticismo a la ensoñación.
Pero, cómo es vivir sin agua potable, sin energía eléctrica, sin calles
pavimentadas y sin servicio de drenajes, sin autobuses, sin trabajo, sin casa.
Cómo es vivir en hacinamiento y sin los alimentos básicos, sin medicinas y sin
servicio de salud. ¿Cómo pretende la sociedad que un ser humano sobreviviendo
en estas condiciones pueda terminar el nivel básico de educación, el
diversificado y la universidad? ¿Cómo se supone que los padres de familia
pueden alimentar a sus hijos si se les niegan las oportunidades de desarrollo?
¿Cómo se pretende que tengan una vida integral si son violentados diariamente
por las fuerzas de seguridad? ¿Si viven las limpiezas sociales que buscan
eliminarlos? ¿Si a los jóvenes los encierran en las cárceles que son centros de
tortura por su origen y apariencia? ¿Si la violencia institucionalizada los
obliga a delinquir?
Porque los ha violentado toda su vida que los que llegan a la edad de la
adolescencia, sin amor propio, sin sueños, en un estado de depresión profundo,
peleados con la vida, sintiéndose basura, son utilizados por las mafias
oligárquicas para que repartan la droga que ellos producen, para que entreguen
los paquetes, para que cobren las deudas de los hijos de papi y mami que por su
privilegio de clase son los intocables. Y les va la vida en ello, porque qué
vale un adolescente de arrabal, lo desaparecen y no pasa nada, negarse a
delinquir o a hacer el trabajo sucio de las mafias oligárquicas significa
morir. ¿Qué vale una niña de arrabal? Son las que forman parte de las
estadísticas de desaparecidas, sus vidas terminan en bares del país y en el
extranjero porque son el mejor negocio, el más rentable: sus cuerpos como
tráfico sexual. ¿A qué esperan que se dedique un niño cuando crezca si lo
bombardean con la televisión con telenovelas y series de narcotraficantes? ¿Si
en la radio lo aniquilan con canciones de drogas y cárteles todo el día? Si el
mensaje del gobierno es entre más tranza más triunfador. Si además le niegan
todo recurso y oportunidad. ¿Y qué esperan que hagan los papás si tienen
que trabajar 16, 18 horas al día para darles por lo menos una comida al día?
Ser de arrabal es tenerlo todo en contra, por eso nadar contra corriente es la
resistencia de la periferia. Sólo el arrabal mismo se puede dignificar. De
afuera solo llegará la exclusión, la calumnia, el rechazo, el abuso, el
menosprecio, la injusticia. Por eso quien es de arrabal tiene la misión
titánica de ser rostro y voz de su comunidad, que representa a la periferia en
cualquier lugar a donde vaya. Por esa razón tiene que cuidar sus palabras y sus
actos. Tiene que ser un ente de cambio, entre la infancia y la adolescencia,
tiene que influir para que esos niños, niñas y adolescentes en lugar de verse a
sí mismos como basura, se vean como seres humanos que pueden derrumbar la
barrera del odio y de la injustica y lograr sus sueños. Porque para eso han
cultivado toda su vida la habilidad de la resistencia y de nadar contra
corriente.
Quien es de arrabal tiene que cuidar la forma en que camina, en que se para, en
que habla, sus ademanes porque hay gente observándolo, gente que lo verá hacia
abajo siempre y gente que lo verá como un ejemplo a seguir. Ser de arrabal es
esforzarse tres, diez veces más que cualquier otro. Es dar el 110% en todo lo
que hace. Es madrugar y acostarse tarde; estudiando, repasando, ejercitando su
mente y su espíritu. Siendo parte activa de la comunidad. Ser una persona
funcional dentro y fuera del hogar, con esto rompiendo la estructura patriarcal
de los roles de género. Un niño de arrabal igual puede lavar ropa que una niña
y hacer limpieza y arreglar las camas y lavar el baño. Lavar los platos. Es
utilizar la tecnología a su favor, ver documentales sobre cultura, arte,
deportes, pueblos inhóspitos, todo lo que no les permite las circunstancias
económicas y de movilidad lo pueden encontrar en la tecnología. Se juntan en
grupo y van a la casa de alguien que tenga internet y algún aparato donde
puedan visitar las plataformas digitales. Se puede hacer, claro que se puede,
porque es una de las responsabilidades de la resistencia. El recurso que no
está se busca hasta encontrarlo.
Es el arrabal mismo el que tiene que luchar contra el bombardeo televisivo que
solo busca denigrarlo. ¿Cómo? Realizando programas culturales dentro de la
comunidad, ambientales, políticos, deportivos. Y para eso se necesita la ayuda
de todos, de los docentes, de los vendedores de mercado, de los pilotos de
autobús, de los padres de familia, de los adultos. Solo el arrabal puede
dignificarse a sí mismo. Es un trabajo lento, al que no se le verá el cambio a
corto plazo y que será generacional, pero debe hacerse. Lo mismo que plantar
árboles en los barrancos que los circundan, eso impedirá los deslaves. Se
puede hacer y para eso tenemos nada más que informarnos de las hazañas
realizadas por otros en otros tiempos en peores circunstancias. El ser humano
tiene la capacidad de realizar lo impensable.
El arrabal tiene la obligación de ser semillero de mentes analíticas que
cuestionen el sistema y que tengan las agallas para cambiarlo, para eso debe
nutrirse diariamente de la memoria histórica y tener fuerza de voluntad.
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