martes, 11 de abril de 2023

CASA DE POETAS: Premio a la vida

 

Por Oralia López Serrano
Escritora y poeta mexicana.

 

Cuando camino con cautela por las calles y cansada me siento en una banca solitaria de cualesquier plaza, parque, en ocasiones me voy despacio con el vuelo de alguna ave o corro entre los ramajes de un macizo tronco de árbol con mi cola esponjada atrás de alguna ardilla escondidiza, sin evitarlo me sonrojo, me apena quizá, que alguien adivine mi sentir, mis pensamientos, pero el mundo pasa con tanta prisa, con tanta inmediatez, imposible me vea, aparezco invisible, y no soy sólo yo, sino cuanto hay al paso. La sordera y mudez se multiplican como el agua que derrama al vaso y ha invadida por casi todos los espacios de una forma inimaginable e increíble a este mundo de incautos. 

     ¿Cómo es posible que al ser humano, después de toda una larga vida, después de haber dado todo, generalmente sin justa y amorosa correspondencia; la actitud, la vista de los otros le desdeña, le desprecia? y sólo ven las arrugas en su rostro, su paso pausado y eventualmente hasta doloso. ¿Cómo es posible que así sea, tal si fuese objeto inservible, desechable?



     Si el pasado se tomara en cuenta, si el llegar a una edad avanzada fuese un premio, ostentación de orgullo y gallardía. ¿Qué pensamos todos? que tal vez, por fortuna, la vida pronto nuestros cuerpos consuma, para no llegar a la ruina abominable de la tercera edad, a ser un vejete, una piltrafa humana desdeñable.

     Envejecer, la etapa final de la existencia… llegar a la vejez debe ser un premio a la vida, por la entrega a los demás a través de años; los desvelos, las risas, toda esa gran prisa por ser los primeros, los más útiles, serviciales; el desazón del alma que increíblemente sin darnos cuenta nos desperdicia, y a pesar de la ocasional cobardía del corazón, el ansía y las torpezas, lograr vencer las asperezas con brillo en los ojos, con luces tenues de memoria; amor y respeto por nosotros mismos y los otros.

     Todas las épocas con el paso del tiempo son irrecuperables, indudablemente envejecer es el premio a la vida, el tener una vejez plena, respetable, pero ¿dónde la obsequian, dónde la aseguran o la encuentro?

     Quizá llegar a adulto mayor será un triunfo, siempre y cuando haya individuos que acepten y valoren al anciano, conversen con ellos, comprendan que hasta las frustraciones, la desesperanza y la derrota nos enseñan algo, que ningún obstáculo debe trastornar al espíritu. Habrá aún alguna persona que se interese por los viejos, a no ser que Google se los cuente y que por accidente entren a una página que les muestre un camino, un trato más tierno, más benéfico, humano y asequible.

     Qué seremos los adultos mayores tras el tiempo en ocaso… Al parecer, fantasmas con memoria, un orfanatorio a la distancia, cerrado, empolvado, injusto e invalorable. Un cementerio de cuerpos ambulantes sin flores ni coronas.

     Somos los seres humanos de hoy, niños, jóvenes, adultos maduros, los que hemos de avalar nuestro propio futuro y al llegar a la meta de nuestra existencia, a la recta final de la línea de vida, a nuestra vejez, seamos premiados y no precisamente con nuestro nombre a las calles, condecoraciones, premios nobeles ni estatuas monumentales, sino con comunicación respetable, sonrisas, ojeadas orgullosas al encuentro de nuestro paso, con la sublime certeza que al fin del camino de cada uno, de cada destino…otros vendrán-todos seremos viejos-, y tocaran nuestros hombros, “bien hecho…hasta aquí la vida te compensa lo que has logrado y mi mano te acaricia con amor, respeto y eterno agradecimiento”.

     Que mejor premio a la vida que un rostro afable, una mirada complaciente, una palmada en la espalda; un toque tierno en la cabeza cana, que más se puede pedir sino aceptación humana, y con todo esto se abriría a mi ver… para mí, para todos los demás, un amanecer lúcido y plácido, un pedazo de cielo en el extenso universo existencial humano.




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