Por Jordi Jiménez
REHUNO
Reconozcamos que el mundo de las
relaciones de pareja es un poco lioso. Al estar en juego las emociones, con sus
pasiones intensas, con sus deseos, sus temores a la pérdida y con todo lo que
ello produce en todos los aparatos del psiquismo humano, es difícil tener la
cabeza fría y clara para comprender la situación en la que pueda estar con
respecto a las relaciones de pareja.
Así que hoy vamos a intentar
mostrar un método breve y sencillo para estudiar, para analizar las relaciones
y tratar así de desenredar la madeja. Partiremos de una hipótesis que luego,
cada uno, verá hasta qué punto se cumple o no. En todo caso, nos servirá para
“ordenar” un poco las situaciones que se puedan dar en este tema.
Luego desarrollaremos cada punto,
pero para empezar los mencionaremos de forma sintética. La hipótesis es que
para que una relación de pareja sea sólida y duradera se tienen que dar tres
condiciones:
-
Existir una química corporal entre los dos componentes (ámbito
menor)
-
Darse una mínima afinidad en el estilo de vida cotidiana
(ámbito medio)
-
Producirse una cierta coincidencia en la dirección y proyecto de vida
(ámbito mayor)
Si se da una sola de las
condiciones o dos de ellas puede existir una relación, incluso una buena relación,
pero será difícil (no imposible) que sea duradera en el largo plazo. Otro punto
a tener en cuenta es que estas condiciones no tienen que darse en este orden
necesariamente. Ahora desarrollemos cada punto.
Química corporal entre los dos
componentes
A la primera condición podríamos
haberla llamado “física corporal”, porque esa química que se suele decir que
hay entre dos personas es un registro muy físico de atracción hacia la otra
persona, o mejor dicho, hacia el cuerpo de la otra persona. Puede darse en
distintas formas: producir alteraciones emotivas y vegetativas (ver
el cirucito enérgetico y los centros de respuesta), producir una distensión profunda, una calma y una
confianza total, o producir ambas cosas según el momento.
Seguramente habrá muchos otros
tipos de reacciones, pero en todo caso, hay una reacción física a la presencia
corporal de la otra persona. Todos sabemos que, si la otra persona no produce
en mi cuerpo ninguna reacción, o al revés, un cierto rechazo, es difícil que se
dé una relación íntima. Esta química, como tantas cosas, tendrá diferentes
grados de intensidad.
No es como un botón ON/OFF (hay
química o no la hay), sino que es como el volumen de un audio, puede estar más
alto o más bajo. Esta intensidad será la que condicionará la relación desde el
inicio. También es cierto que esta química puede darse después de un tiempo de
conocerse, no necesariamente al principio, pero cuando se produce la relación
amorosa tiene que estar presente en algún grado. No es mucho lo que se puede
hacer para favorecer esta atracción, ya que es algo muy mecánico relacionado
con nuestros sistemas vegetativos y su juego de compensaciones. Esta es la
condición del ámbito menor, de la compositiva de la relación.
Afinidad en el estilo de vida
A la afinidad en el estilo de vida
y la forma de encajar las cosas de la vida cotidiana entre los dos miembros de
la pareja, hay que añadir otros elementos importantes de este plano medio. Uno
de ellos es la relación que cada uno establece con familiares y amigos del otro
miembro de la pareja. Esos ámbitos de relación son importantes para cada uno y
si la pareja no establece buenas relaciones con mis amigos-familiares o al
revés, todos sabemos que la cosa se complica. Esto, por supuesto, no impide que
se dé y se mantenga una relación duradera, sólo lo complica. Pero sabiendo que
esto es así, tenemos una clave para intencionar, para construir una relación
más sólida mejorando las relaciones con los ámbitos inmediatos de la otra
persona.
En cuanto al estilo de vida, puede
haber multitud de combinaciones posibles que permitan encajar el día a día
(gustos, aficiones, actividades, lugares, horarios, etc.), pero la idea es que
tiene que haber una cierta coincidencia en todos esos elementos, un cierto
encaje. No estamos hablando de blancos y negros, coincide o no coincide, sino
de múltiples combinaciones posibles que permitan cierta armonía cotidiana. Aquí
también es mucho lo que se puede intencionar para mejorar la relación con la
mirada puesta en adaptarse mutuamente hasta cierto punto para lograr ese
encaje. Esto tiene que ver con el ámbito medio, con el ámbito de las relaciones
entre la pareja y su entorno cotidiano.
Proyecto
vital
Y, por último, tenemos en cuenta el
proyecto vital, la filosofía de vida, la dirección. Hacia dónde se dirige mi
vida, hacia dónde apunta, y hacia dónde apunta la vida de mi pareja. Este es un
tema que no se suele tener muy en cuenta porque se impone lo más próximo, lo
cercano, lo que se percibe. Es decir, si hay atracción física y afinidad en lo
cotidiano, la dirección a largo plazo es algo lejano, algo que no se ve
fácilmente y que sólo muestra sus efectos, precisamente, a largo plazo. Muchas
parejas se dan cuenta de que hay disparidad de proyectos de vida con el tiempo
y se replantean su continuidad entonces. Este es el ámbito mayor de las
relaciones. Como ocurre con los otros, la no coincidencia en este ámbito no
impide necesariamente la relación a largo plazo, pero en función de si hay
grandes o pequeñas diferencias será más o menos complicado encajarlo.
Y esto es todo. Con este sencillo
análisis se pretende simplemente poner un poco de orden en algunos aspectos de
las relaciones más complejas como son las de pareja. Es cierto que hay personas
que ponen demasiada «cabeza» en las relaciones y eso tampoco ayuda a comprender
lo que ocurre, de la misma forma que no poner nada de cabeza en ellas y tener
una sensación de confusión y no saber qué ocurre. Los extremos siempre
complican todo. Lo mejor es una sana mezcla de corazón, cabeza y acción donde
los tres términos funcionen en una misma dirección, es decir, de manera
coherente.
Esperemos que os sea de utilidad.
Podéis escribirnos para contarnos al mail rehuno.salud@gmail.com
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