Las políticas públicas para garantizar el desarrollo educativo y cultural son prioritarias.
“A veces, y el sueño es triste,/ En mis deseos existe/ Lejanamente un país/ Donde ser feliz consiste/ Solamente en ser feliz.” (Fernando Pessoa).
Por Carolina Vásquez Araya
Recuerdo que hace
muchos años, leí en una nota de prensa que un grupo de poetas chilenos había
ingresado a una jaula de monos en el zoológico a leer poemas, seguros de que
esos animales disfrutaban de la lectura más que muchos humanos. La propuesta
resultaba fascinante y no por el hecho de que quizás los monos entiendan de
poesía, sino por las enormes posibilidades que esto abre en otros ámbitos, como
por ejemplo instalarse en los pasillos de algunas dependencias oficiales a
recitar poemas de Humberto Ak’abal, como uno que dice: “¡Cómo quisiera ser
pájaro/ y volar, volar, volar,/ y cantar, cantar, cantar,/ y cagarme –de buena
gana-/ sobre algunos/ y algunas cosas!”
Poesía, nada más que
eso. Como las pintas de los jóvenes universitarios que reaccionaron contra
la estupidez oficial por allá a finales de los 60, exigiendo un espacio para
hacer realidad su propuesta de elevar “la imaginación al poder”, no muy seguros
de las consecuencias, pero presintiendo que la imaginación es mucho más
interesante y nutritiva para la sociedad que la ambición pura y simple. También
más divertida y menos dañina.
Hoy es el Día del Libro
y no puedo menos que dedicarle unas cuantas letras. Empezando por considerar la
posibilidad de que los primates entiendan poesía, lo cual no es ninguna ofensa
para los humanos sino más bien un reconocimiento a la sensibilidad de esas
criaturas. Por algo dicen también que los tigres aprecian a Mozart y a
los elefantes se les puede tranquilizar leyéndoles versículos del Mahabharata,
lo cual es plausible dado que los paquidermos cultivan otros atributos elevados
como la fidelidad y el honor, que entre los humanos han pasado a engrosar la
lista de los valores en vías de extinción. No sería sorprendente que también
pudieran darnos lecciones de solidaridad y unos cursos rápidos sobre poesía
india.
Por lo tanto, no es una
mala idea recetar, a quienes ocupan posiciones de privilegio dentro de la
comunidad, una dosis reforzada de literatura. Es posible que de esa
manera se les vaya afinando el entendimiento y logren asimilar conceptos tan
complejos como integridad, dignidad, amor al prójimo y respeto por la vida.
Pensando en ello es
preciso mencionar la apertura del 6 al 16 de julio de este año, de la Feria
Internacional del Libro en Guatemala, una institución de más de 25 años creada
por la Gremial de Editores, y que ha debido enfrentar duros obstáculos para
sobrevivir. Esto, porque para las élites la educación y la cultura son una
amenaza. Guatemala, un país especialmente rico en poetas, escritores y artistas
de gran trayectoria y en donde la creación se sostiene gracias al esfuerzo
personal de sus cultores, es paradójicamente un ambiente hostil al desarrollo
cultural desde sus centros de poder.
La Filgua viene a
compensar, con su importante impulso hacia el interés por la lectura, esa
ausencia endémica de interés del Estado por incentivar las iniciativas
conducentes a elevar los niveles educativos y culturales para una sociedad que
los necesita de manera urgente. En pos de ese objetivo, propicia en sus salones
el contacto directo entre los autores invitados -de ámbito local e
internacional- y un público ávido de conocer lo mejor del mundo editorial y
establecer un intercambio rico en ideas. Si está en Guatemala, no se la pierda.
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