Por JOEL ORTEGA JUÁREZ
Es impresionante como ha engañado a muchos millones la demagogia de AMLO, es más sorprendente como algunos ex izquierdistas, llegan incluso a atenuar la responsabilidad del ejército en las masacres de Tlatelolco y de San Cosme, aparentando una supuesta radicalización diciendo que las fuerzas armadas son ordenadas por los presidentes.
En
la vida y en la política los tiempos cuentan, venir a descubrir el hilo negro
de la responsabilidad de los presidentes, 52 años después para exculpar al
ejército, porque así lo ha sostenido AMLO una y otra vez, es una triste
conducta oportunista.
Ese
oportunismo inventó en los años de Echeverría, la falsa disyuntiva Echeverría o
el Fascismo, que ahora se traduce en apoyar incondicionalmente a AMLO, porque
supuestamente, es víctima de un “compló” de los conservadores, sin poder
demostrar una sola medida social en estos casi cinco años de su gobierno.
Muy
emparentada con esa postura de “adoración” al presidente, es la que está muy
entretenida con las maniobras de la sucesión adelantada.
Ahora
hay una cantidad de especulaciones en torno a la renuncia de Marcelo Ebrard,
buscando tres pies al gato o pensar que las víboras tienen chiches. No es lo
central caer en la especulación alrededor de las maniobras presidenciales para
designar a su sucesor o sucesora. La cuestión fundamental hoy es construir una
opción capaz de evitar el camino a la restauración del presidencialismo
imperial, basada en la convergencia democrática de diversas fuerzas políticas,
ideológicas, económicas, culturales y étnicas en una plataforma o programa
social basada en las políticas necesarias para reducir las causas profundas de
la inmensa desigualdad que tiene México, que no se han reducido durante el
gobierno de la llamada 4 T sino todo lo contrario.
La
ilusión, el espejismo, la alienación es una enfermedad tan dañina e incurable
como el cáncer, la gran habilidad de los gatopardos que practican la política
de “todo debe cambiar para seguir igual” es la que nutre la hegemonía de AMLO,
sobre una inmensa cantidad de personas, mayoritariamente situadas en los
estratos sociales más pobres, indefensos a costa de su contraparte: una
oligarquía voraz que sigue incrementando sus capitales.
Mientras
los medios están “distraídos” en el corcholatismo, las masacres e incluso las
ejecuciones siguen siendo pan de todos los días.
Las
agresiones de los grupos paramilitares en Chiapas contra las comunidades
cercanas al EZLN se han incrementado y producido varios muertos, lo que exige
una movilización inmediata sin ninguna concesión al presidente responsable de
tener a los militares reprimiendo a diestra y siniestra.
No
estamos ante un fenómeno natural, como es un huracán, un sismo o un ciclón,
donde el Estado se ve imposibilitado de evitarlos, los muertos en Chiapas, las
ejecuciones en Nuevo Laredo y las decenas de masacres ocurridas durante éste
gobierno, son la consecuencia directa de la política de militarización de AMLO.
No
basta, por lo tanto, que el presidente admita que en Nuevo Laredo hubo una
ejecución contra civiles por parte las fuerzas militares, porque las evidencias
eran contundentes, sino que debe entender que su política de militarización es
criminal y cada vez serán más frecuentes y masivas las masacres y ejecuciones.
Ahora
más que nunca, es necesario derrotar la militarización y movilizarse para
regresar a los militares a sus cuarteles, para ello es cada vez más necesario
crear un compromiso histórico para sacar a MORENA de Palacio y quitarle la
mayoría en el Congreso de la Unión.
Es
aquí, donde no es suficiente hacer proclamas abstractas por más radicales que
parezcan, sino tener la capacidad de formar un bloque opositor que rebase a los
partidos y recupere la fuerza de las movilizaciones de noviembre del 22 y
febrero del 23.
Para
poder enfrentarse a la coalición oficial de MORENA y sus apéndices, no es
suficiente una trampa donde el PAN, los restos del PRI y la franquicia en
extinción PRD, impongan una candidatura que no sume a los millones que no están
en sus partidos o franquicias, como la de Santiago Creel o la de la derechista
Lily Téllez, eso sería desastroso y la mejor vía para que MORENA vuelva a
triunfar en el 2024.
No
hay que darle vueltas. Se requiere una candidatura ajena a los partidos y
cercana a la gente. Una candidatura con una figura sin “muertos en el closet”,
que pueda ser chantajeada por AMLO y sus aparatos de chantaje que han seguido
la política de “indagaciones“ e incluso cárcel o embajadas para los políticos
priistas, en su mayoría. Es necesaria una candidatura con trayectoria transparente,
sin “negocios” turbios en su haber y con la inteligencia y talento para unir a
lo diverso.
Esas
personas existen, es falso que las opciones se limiten a la casta del poder o a
la partidocracia.
Tan
existen, que en las movilizaciones de noviembre y febrero se tuvo la capacidad
de poner en la tribuna a personas que tuvieron la aceptación de todos los que
participamos en las mismas.
La
moneda está en el aire.
Si
la partidocracia no lo entiende, será responsable de un fracaso histórico.
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