sábado, 12 de julio de 2008

Garrote y zanahoria

Por: Isaac Bigio


Las FARC se encuentran en crisis. En los últimos años han perdido la mitad de sus combatientes. Acaban de sufrir su peor humillación y la muerte de tres de sus siete secretarios. Vienen reduciendo sus bases sociales y todos sus amigos externos les piden que se desarmen y entreguen a sus rehenes ‘a cambio de nada’.

Empero, las FARC aún poseen unos 10,000 hombres, frentes en la mayoría de los departamentos y una tradición y estructura forjada en 60 años donde han resistido campañas de exterminio o de legalización. Arrasarlas como Fujimori hizo con Sendero es algo difícil. Ante el garrote de Uribe, Betancourt y Chávez le ofrecen trabajar en tándem con él pero ofreciendo a las FARC la zanahoria.

Mientras Uribe se centra en golpearles militarmente, Betancourt y Chávez les ofrecen una vía para una reinserción proponiéndoles que si se desmovilizan le quitan justificativos a Uribe y podrían ayudar a que electoralmente él sea remplazado por una izquierda moderada. Empero, las FARC aún podrían, como antes, aguantar el vendaval adverso para luego querer re-emerger.

Betancourt vs Uribe

El rescate de Betancourt transformó a Uribe en quizás el Presidente más popular del mundo en su respectivo país.

Paradójicamente su victoria puede devenir en su derrota. El podría ir hoy a un tercer mandato, aunque eso podrá acabar desgastándolo como a Fujimori.

Ingrid, por su parte, ha mostrado que tiene su propio juego. Las encuestas la ponen como quien, después suyo, podría ganar una nueva elección presidencial. Ella bendice a Uribe, acepta que vaya a la reelección y que incursionó en Ecuador. También le cuestiona por haberse aislado en la región y por duro y ultraderechista.

Ella se define como una izquierda democrática y verde que cree que la violencia nace por las injusticias (y no al revés como ella achaca a Uribe).

Reconoce el rol de Chávez para intermediar con las FARC y desarmarlas. Si Bush quiere que el auge de Uribe le ayude a sus allegados a ganar elecciones en su país y en la región, el auge de Betancourt querrá ser usado por la izquierda “bolivariana” o “socialdemócrata” para hacer que Colombia no siga fuera de la “marea rosa” sudamericana.

Un 91%

Este es el porcentaje de aprobación que hoy tiene el presidente colombiano según un sondeo publicado en el principal diario crítico a éste (El Espectador).

Ningún otro mandatario en Occidente goza de tal apoyo, el cual también puede ser único en la historia colombiana.

A las izquierdas y derechas ello puede marearles. Para los “socialistas” los gobiernos más populares deberían ser aquellos que redistribuyan la riqueza y aminoren la brecha social, pero Uribe hace lo opuesto y por eso –según ellos– él es quien aplica las medidas más “antipopulares”.

La fuerza de Uribe no radica en los programas sociales tipo Chávez, sino en que ofrece orden y acabar con una guerra interna de seis décadas.

Derechistas de otras naciones quisiesen emular a Uribe, pero carecen del “mal” que precisamente a él le ha hecho tanto “bien” (una longeva subversión ante la cual proponer mano dura).

Millones de uribistas firman planillones para que su líder sea electo, aunque si ello se da a la larga esto podría acabar con él.

Tal vez no hay ningún presidente de EEUU que haya caído tanto como Bush (de haber bordeado el 80% de popularidad cuando invadió Afganistán a estar hoy debajo del 30%). Si Uribe no deja la “altanería” y de buscar perpetuarse en el poder hay el riesgo que él empiece a ir cayendo desde el 91% a menos del 19%.


Churchill y Attlee

No hace mucho millones de británicos votaron para ver quién ha sido el compatriota suyo más grande de todos los tiempos. Winston Churchill ganó.

El fue el premier del Reino Unido (1940-45) que logró que su país no fuese invadido por Hitler y que luego lo derrotase. Empero, cuando los nazis agonizaban, el electorado prefirió votar por los laboristas y Clement Attlee lo remplazó en el poder de 1945 a 1951.

Algunos podrían pensar que el pueblo fue ingrato con él, pero lo cierto es que cuando se venía la paz la gente prefirió un nuevo gobierno, que ya no sea uno tan experto en ganar guerras sino en la reconstrucción y en hacer ésta aminorando la miseria y la polarización social que se había ampliado durante el conflicto.

Uribe quisiera pasar a ocupar en la historia colombiana el papel del Churchill, quien derrotó no a un enemigo externo fascista sino a uno interno “comunista”.

Empero, él también podría tener su propio Attlee quien postulase que tras tanta violencia Colombia debería dejar de ser uno de los países más desiguales y militarizados de la región.

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