EL AMOR SE CUELA POR LAS RENDIJAS DEL MURO
Por Manuel
Ocaño/The Exodo
Tijuana,
Baja California.- “Ojalá te pudieras acercar, no sabes cuánto deseo abrazarte”,
le dijo Rebeca a Eliseo mientras ella metía el rostro por entre vigas de metal
en la frontera.
“No puedo”,
le respondió Eliseo, “me están viendo; si me acerco ya no me van a dejar venir
a verte”.
“Te voy a
comer entonces con los ojos, tu sabes cómo, ¿verdad?”, dijo Rebeca.
Rebeca
ahorró desde principios de año en su empleo como vendedora de zapatos en
Guadalajara para poder venir a ver Eliseo por entre los barrotes y las rendijas
oxidadas del muro fronterizo en Playas de Tijuana...
Llegó el
viernes con una amiga y se hospedó en Tijuana. El sábado y el domingo se puso
una falda entallada roja larga y unos zapatos elevados. Así le gustaba a Eliseo
verla. Así fue que él se enamoró. Llevaba además blusa de manga larga. Una
botella con agua y una sombrilla. Iban a ser días soleados, despejados y en la
playa, el calor pega más fuerte.
Eliseo
ahorró durante meses en su trabajo en San Antonio para poder venir a ver a
Rebeca, aunque fuera bajo la estrecha vigilancia de agentes de la Border
Patrol.
Viajó casi
dos días para llegar hasta la pura esquina del país. Nunca había estado donde
se unen Estados Unidos, México y el Pacífico, pero no había venido a ver el
paisaje, sino a Rebeca.
Mientras
ella metía el rostro por entre vigas que hacían funciones de barrotes, Eliseo
le tomo fotos con su celular. Le pidió también que se retirara un poco para
verla al sol y le tomó otra foto.
Ella metía
las manos con el celular por entre los barrotes y le tomaba fotos.
Hacía cuatro
años que no podían abrazarse. Él llegó a buscar trabajo y cuando estaba por
darse por vencido entró y se quedó. Ella iba a pedir visa pero pensaba que
Eliseo iba a regresar y ahora ya era tarde. Aprovecharon un descanso en el
trabajo de él y a ella la dejaron faltar el viernes y el lunes.
Habían
leído en una revista que en ese lugar, junto a una placa de concreto que dice
“Limite de la República Mexicana” podrían acercarse cada quien por un lado de
la barda fronteriza y decidieron hacerlo.
Pero ahora
que se tomaban fotos, unos agentes fronterizos gringos le dijeron a Eliseo que
tenía que dejar ese lugar y acercarse a una zona donde sólo pueden verse entre
diminutas rendijas de metal. “Yo lo quiero”, platicó Rebeca sin pena, “no sabe
lo que diera por estar con él, por poder abrazarlo, tocarlo”.
“Yo no he
pensado en otra cosa desde que llegué a Texas”, confesó Eliseo. Más de tres mil
familias llegan anualmente a ambos lados de la barda en el Parque de la Amistad
a verse, a presentarse a nuevos miembros de la familia, los recién casados o
los recién nacidos, a verse después de años.
Es febrero,
mes del amor, a unas semanas del inicio de gobierno de Donald Trump y la
amenaza del reforzamiento del ya de por si infranqueable muro fronterizo aquí
donde inicia la patria. Aun así el amor se cuela por el muro oxidado.
www.theexodo.com
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