martes, 7 de febrero de 2017

El significado político de la llamada entre Trump y Peña




Por Raúl Ramírez Baena*

No cabe duda, Donald Trump une la idea a la palabra, y ésta a la acción. Desde el primer día en que el magnate comenzó a despachar en la Sala Oval, tras las amenazas cantadas contra México, los estrategas de la Presidencia de la República (si es que los hay) debieron trazar líneas de acción para contrarrestar los impulsos fascistoides y racistas de Trump contra los mexicanos.
Peña Nieto y su equipo nunca se imaginaron que la Casa Blanca (la de Trump, no la de la Gaviota) filtrara a los medios la llamada entre los dos mandatarios, en que, como era de esperar, Trump impone brutalmente su visión unilateral sobre la otrora débil relación bilateral, tomando una posición de fuerza sobre su homólogo mexicano que, según consigna la nota de la periodista Dolia Estévez, publicada en los medios Proyecto Puente, Aristegui Noticias, y de la agencia de noticias AP, Peña sólo alcanzó a balbucear ante el amago de Trump de enviar tropas estadounidenses a México, para que “asuman la tarea” de combatir a los “bad hombres”, dada la incapacidad de las fuerzas armadas mexicanas, dejando a éstas y al presidente en el ridículo.   
La filtración de la famosa llamada por el equipo de Trump, echó por la borda lo que parecía la campaña ideal para posicionar a Peña Nieto como el líder que encabezaría la defensa de la Patria, de la dignidad y la soberanía nacional ante la agresividad del magnate contra el país, para recuperar su maltrecha imagen ante los mexicanos y para escalar por su partido con miras a las elecciones presidenciales que se avecinan.
Destaca el esfuerzo sobrehumano de la Cancillería, la Presidencia de la República y la Segob, para desmentir la información difundida por Dolia Estévez y por la agencia AP, sobre la humillación que sufrió el Presidente mexicano, argumentando que la comunicación entre los dos presidentes se dio en “tono constructivo”. Cero autocríticas.
Según se desprende de la versión estenográfica de la llamada, Trump amagó a Peña, de manera enfática, con forzar a México a pagar el muro fronterizo, imponiendo un arancel del 10% a las exportaciones mexicanas y del 35% a las que “más le duelan”.
De acuerdo a los datos aportados por la información, Trump sentenció: “no necesito a los mexicanos, no necesito a México, vamos a construir el muro y ustedes van a pagar les guste o no”.
Reunión bilateral de alto nivel en Tapachula
Cuatro días después de la famosa llamada, el 31 de enero pasado, se reunieron en Tapachula, Chis., ni más ni menos que Lori Robinson, jefa del Comando Norte estadounidense, Kurt Tidd, jefe del Comando Sur y la embajadora de los EUA en México, Roberta Jacobson; por la parte mexicana, al parecer sólo estuvo presente la subsecretaria para América Latina y el Caribe, Socorro Flores, no así el aprendiz de Canciller, Luis Videgaray, ni el subsecretario para América del Norte, Manuel Sada Solana.
Lo intrigante es por qué esa reunión, de obvio corte militar, se realizó en la frontera sur de México y no en Washington o en la Cd. De México. Esto reafirma algunas ideas: Por un lado, que México sigue siendo el patio trasero de los Estados Unidos y se obliga, más ahora, a ser el policía al sur del poderoso país del norte; en segundo lugar, la férrea intención de la administración Trump de contener a como dé lugar la inmigración de centroamericanos y el tráfico de drogas hacia los Estados Unidos. Todo esto con la asistencia de un débil y sometido gobierno mexicano.
En tercer lugar, que la inmigración indocumentada al vecino país del norte y el trasiego de las drogas, al igual que el terrorismo y los movimientos sociales en el Continente Americano, siguen siendo parte de las “Amenazas Fenomenológicas” a la Seguridad Nacional de los Estados Unidos. Bajo la visión simplista y pragmática de Donald Trump, todo esto se contendrá con el muro y con apretar las tuercas a los países latinoamericanos, teniendo a México como punta de lanza obligado a hacer el trabajo sucio, a riesgo de sufrir graves consecuencias.
Corolario: Con el arribo de un gobierno populista-nacionalista a los Estados Unidos, antisistémico y antineoliberal, pero no anticapitalista, ahora resulta que el pueblo mexicano debe defender el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCN) como si nos fuera la vida en ello.
Los gobiernos mexicanos, desde Miguel de la Madrid hasta Enrique Peña Nieto, han hecho depender tanto la economía mexicana del capital financiero internacional y de la inversión extranjera trasnacional (sobre todo las manufacturas), privatizando prácticamente todo, incluso Pemex y la CFE, hasta los derechos como la salud, la educación, el agua, etc., con grandes ganancias para los inversionistas, el mercado y los gobernantes.
Ahora, ante la ruptura de Trump con el modelo neoliberal para –según él- recuperar la economía estadounidense, recomponer para México la economía interna, la soberanía nacional y alimentaria y los derechos humanos, representa el reto mayor de la nación ante el agotamiento del sistema político-electoral, teniendo encima, por si fuera poco, el fascismo de Donald Trump.
Es hora de que el pueblo tenga la palabra.
*Director de la Comisión Ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste.      

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