Por Raúl
Ramírez Baena*
No cabe
duda, Donald Trump une la idea a la palabra, y ésta a la acción. Desde el
primer día en que el magnate comenzó a despachar en la Sala Oval, tras las
amenazas cantadas contra México, los estrategas de la Presidencia de la
República (si es que los hay) debieron trazar líneas de acción para
contrarrestar los impulsos fascistoides y racistas de Trump contra los
mexicanos.
Peña Nieto
y su equipo nunca se imaginaron que la Casa Blanca (la de Trump, no la de la
Gaviota) filtrara a los medios la llamada entre los dos mandatarios, en que,
como era de esperar, Trump impone brutalmente su visión unilateral sobre la
otrora débil relación bilateral, tomando una posición de fuerza sobre su
homólogo mexicano que, según consigna la nota de la periodista Dolia Estévez, publicada
en los medios Proyecto Puente, Aristegui Noticias, y de la agencia de noticias
AP, Peña sólo alcanzó a balbucear ante el amago de Trump de enviar tropas
estadounidenses a México, para que “asuman la tarea” de combatir a los “bad
hombres”, dada la incapacidad de las fuerzas armadas mexicanas, dejando a éstas
y al presidente en el ridículo.
La
filtración de la famosa llamada por el equipo de Trump, echó por la borda lo
que parecía la campaña ideal para posicionar a Peña Nieto como el líder que encabezaría
la defensa de la Patria, de la dignidad y la soberanía nacional ante la
agresividad del magnate contra el país, para recuperar su maltrecha imagen ante
los mexicanos y para escalar por su partido con miras a las elecciones
presidenciales que se avecinan.
Destaca el
esfuerzo sobrehumano de la Cancillería, la Presidencia de la República y la
Segob, para desmentir la información difundida por Dolia Estévez y por la
agencia AP, sobre la humillación que sufrió el Presidente mexicano,
argumentando que la comunicación entre los dos presidentes se dio en “tono
constructivo”. Cero autocríticas.
Según se
desprende de la versión estenográfica de la llamada, Trump amagó a Peña, de
manera enfática, con forzar a México a pagar el muro fronterizo, imponiendo un
arancel del 10% a las exportaciones mexicanas y del 35% a las que “más le
duelan”.
De acuerdo
a los datos aportados por la información, Trump sentenció: “no necesito a los
mexicanos, no necesito a México, vamos a construir el muro y ustedes van a
pagar les guste o no”.
Reunión
bilateral de alto nivel en Tapachula
Cuatro días
después de la famosa llamada, el 31 de enero pasado, se reunieron en Tapachula,
Chis., ni más ni menos que Lori Robinson, jefa del Comando Norte
estadounidense, Kurt Tidd, jefe del Comando Sur y la embajadora de los EUA en
México, Roberta Jacobson; por la parte mexicana, al parecer sólo estuvo
presente la subsecretaria para América Latina y el Caribe, Socorro Flores, no
así el aprendiz de Canciller, Luis Videgaray, ni el subsecretario para América
del Norte, Manuel Sada Solana.
Lo
intrigante es por qué esa reunión, de obvio corte militar, se realizó en la
frontera sur de México y no en Washington o en la Cd. De México. Esto reafirma
algunas ideas: Por un lado, que México sigue siendo el patio trasero de los
Estados Unidos y se obliga, más ahora, a ser el policía al sur del poderoso
país del norte; en segundo lugar, la férrea intención de la administración
Trump de contener a como dé lugar la inmigración de centroamericanos y el
tráfico de drogas hacia los Estados Unidos. Todo esto con la asistencia de un
débil y sometido gobierno mexicano.
En tercer
lugar, que la inmigración indocumentada al vecino país del norte y el trasiego
de las drogas, al igual que el terrorismo y los movimientos sociales en el
Continente Americano, siguen siendo parte de las “Amenazas Fenomenológicas” a
la Seguridad Nacional de los Estados Unidos. Bajo la visión simplista y
pragmática de Donald Trump, todo esto se contendrá con el muro y con apretar
las tuercas a los países latinoamericanos, teniendo a México como punta de
lanza obligado a hacer el trabajo sucio, a riesgo de sufrir graves
consecuencias.
Corolario:
Con el arribo de un gobierno populista-nacionalista a los Estados Unidos,
antisistémico y antineoliberal, pero no anticapitalista, ahora resulta que el
pueblo mexicano debe defender el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica
(TLCN) como si nos fuera la vida en ello.
Los
gobiernos mexicanos, desde Miguel de la Madrid hasta Enrique Peña Nieto, han
hecho depender tanto la economía mexicana del capital financiero internacional
y de la inversión extranjera trasnacional (sobre todo las manufacturas),
privatizando prácticamente todo, incluso Pemex y la CFE, hasta los derechos
como la salud, la educación, el agua, etc., con grandes ganancias para los
inversionistas, el mercado y los gobernantes.
Ahora, ante
la ruptura de Trump con el modelo neoliberal para –según él- recuperar la
economía estadounidense, recomponer para México la economía interna, la
soberanía nacional y alimentaria y los derechos humanos, representa el reto
mayor de la nación ante el agotamiento del sistema político-electoral, teniendo
encima, por si fuera poco, el fascismo de Donald Trump.
Es hora de
que el pueblo tenga la palabra.
*Director de la Comisión
Ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste.
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