Por Ilka Oliva-Corado
Blog de la
autora: https://cronicasdeunainquilina.com
Sale del trabajo, son alrededor de las seis de la tarde, ese día limpió dos
casas, la última le tomó más tiempo de lo que se hace con regularidad porque
sus empleadores iraníes tuvieron celebración de navidad, una navidad atrasada
que celebran el 7 de enero en el calendario Juliano, le ha explicado la dueña
de la casa en innumerables ocasiones cuando a medio trapear se le ha aparece
para contarle historias de su país y de sus antepasados. Tomasina siempre la
deja hablar sin parar de trapear, apenas entiende inglés.
Cuando llegó encontró la casa patas arriba, ni porque está en avanzado estado
de embarazo sus empleadores tienen consideración de ella en ayudarla en no
ensuciar tanto, pero es como si lo hicieran adrede y tiraran la basura en el
piso para que ella limpie. Es que son montañas de platos sucios que no han
metido a la lavadora en una semana. No es posible que todo lo haga ella. Pero
qué puede esperar Tomasina si su trabajo es limpiar. Si nació para limpiar, ha
pensado desde que tiene conciencia.
Si limpia desde que tiene memoria. Limpiar la casa de sus padres, ayudar en la
de sus abuelos, limpiar el gallinero, el chiquero, el corral de las ovejas y
las cabras. Despiojar a sus hermanos para que no sufrieran vergüenza en la
escuela, una escuela a la que ella no pudo asistir por ser la hija mayor. Moler
el nixtamal para las tortillas en la piedra de mano. Lavar la ropa de sus
hermanos y la de su papá. Limpiar, sus manos fueron hechas para limpiar la
suciedad ajena, lo ha pensado siempre.
Tomasina que veía a los niños bañarse en el río y saltar en las pozas, siempre
soñó con tener también ese tipo de diversión, imaginaba cómo sería la sensación
de lanzarse desde las ramas de los árboles y caer de panzazo en las pozas, como
lo hacían los niños, pero lo tenía prohibido por sus papás, que lo consideraban
una pérdida de tiempo con la cantidad de obligaciones que tenía en la casa. Ser
la única hija mujer y la mayor de todos le puso una carga en sus hombros
demasiado pesada para su corta edad. Una carga común en las niñas de su
pueblo. La única vez que intentó jugar a las muñecas con los pelos de las
milpas enjilotadas recibió una paliza de su papá que la dejó dos días en cama,
eso sirvió para no volver a intentarlo.
Originaria de San Blas Atempa, Oaxaca, Tomasina emigró a Estados Unidos cuando
tenía 16 años, un día de lluvias torrenciales, sin cena y sin desayuno, con las
tripas chirriándole del hambre, con los pies entumidos que cubrían unos caites
remendados por ella misma. Con un suéter de su abuela y anudado en un pedazo de
tela, un puñado de tierra para que su raíz no se perdiera tan lejos a donde
iba. Huyó de un matrimonio arreglado por su papá y su abuelo, del que no la
pudieron defender ni su abuela ni su mamá, porque la última palabra la tienen
los hombres. Su madre la apoyó para que se fuera, fue ella la que llamó por
teléfono a sus primos en Estados Unidos para que le prestaran dinero para el
viaje de Tomasina, el coyote era una conocido del pueblo que la cruzó él mismo
al otro lado.
Ya son 10 inviernos los que lleva en Estados Unidos, hace apenas un año se casó
con Felipe, un salvadoreño que llegó de mojado 2 años después que ella, Felipe
emigró porque en una borrachera le pegó al hijo de un policía y este lo andaba
buscando para matarlo, sus papás lo enviaron a casa de sus tíos en Estados
Unidos. A Felipe se lo presentó una amiga en un cumpleaños de uno de sus hijos
y desde entonces no han dejado de verse un solo día, no es que sienta amor por
él, como ese amor de las telenovelas, pero se hacen compañía y son muy amigos y
para ambos eso es suficiente.
Trabaja de albañil en una empresa de polacos, donde el trabajo pesado lo
hacen los latinoamericanos y son los que menos ganan por indocumentados. Rentan
en un apartamento que comparten con 9 personas más, ambos envían dinero para
sus familias en sus países de origen, pues ayudan con el estudio y crianza de
sus hermanos pequeños, para la medicina de los abuelos y también ayudan a sus
papás.
Con ocho meses de embarazo Tomasina todavía trabaja limpiando casas, es eso o
no hay para enviar remesas y pagar la renta, Felipe no puede solo con los
gastos. La semana anterior nevó en cantidad y esta semana ha estado lloviendo
agua nieve, que ha convertido la nieve en hielo negro, peligroso para manejar y
caminar porque las calles y aceras se convierten en planchas de hielo. De
recién emigrada se cayó varias veces porque no sabía caminar sobre el hielo
negro, los primos de su mamá le explicaron que se llama así porque no se ve
como la nieve que es blanca, ese hielo es transparente y muy resbaloso.
No tiene carro, no sabe manejar, todos los días viaja en autobús, vive en un
barrio de obreros en Indiana. Nunca había visto gente tan negra como la
que vive en ese lugar, ni a tantos mexicanos de tantos lugares juntos. Baja del
autobús y en lo que Felipe llega a recogerla porque vive a diez cuadras de la
parada, camina hacia la esquina a visitar una tienda de segunda mano que acaban
de inaugurar.
Observa la fotografía de una mujer con un gorro pasamontañas en la puerta del
lugar. Una joven termina de abrirle la puerta mientras le da la
bienvenida a la tienda “Comandanta Ramona” que es un lugar donde recaudan
fondos para enviar víveres, medicina y ropa a las comunidades indígenas en
Chiapas, le comenta. Tomasina que no sabe leer ni escribir observa las letras
grandes en la entrada de la tienda, pero le llama la atención la mirada de la
mujer con el gorro pasamontañas. La joven le explica que esa mujer es la
Comandanta Ramona y muy amable le acerca una silla para que se siente.
Entusiasmada la joven estadounidense le comenta en perfecto español que había
viajado a Latinoamérica muchas veces y que le impactó lo organizadas que
estaban las mujeres zapatistas en México y que la Comandanta Ramona ha sido
inspiración para miles de mujeres alrededor del mundo porque luchó por los
derechos de las mujeres indígenas dentro de las filas del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional. Por eso decidieron ponerle su nombre a la tienda, en honor
a su lucha.
Al ver el interés de Tomasina, la joven va por un folleto con la biografía de
la Comandanta Ramona, ahí le cuenta que falleció en el 2006 pero que su ejemplo
sigue vivo en las luchas de las mujeres indígenas de Chiapas. Que la Comandanta
Ramona, luchó contra los matrimonios arreglados y por el derecho de las mujeres
a decidir sobre sus cuerpos, por su derecho a la libertad, a asistir a la
escuela, a levantar la voz, a opinar y tomar decisiones en la familia y la
comunidad. Tomasina le comenta que no sabe leer ni escribir que de nada
le servirá el folleto que le dio, pero la joven estadounidense se ofrece a
ayudarle a que aprenda a leer y a escribir porque ése es el ejemplo de la
Comandanta Ramona, ayudarse unas con otras sin importar nacionalidad, ni credo,
ni idioma. Queda en que llegará tres veces por semana al salir del trabajo, con
su cuaderno para que le enseñe.
Felipe la pasa recogiendo, ella sale de la tienda de segunda mano convencida
que llamará a su hija Ramona, como la Comandanta. Que nombrándola como ella su
hija tendrá la fuerza, la entereza y el coraje de levantar la voz, de luchar
por sus derechos, de ir a la escuela y un día terminar la universidad, para que
no sea analfabeta como ella, para que no tenga que huir como le tocó a ella
para escapar de un matrimonio arreglado.
Se lo comenta a Felipe durante la cena y él le contesta que le ponga el nombre
que quiera, que el que ella decida estará bien. Esa misma noche a
Tomasina se le adelanta el parto y Felipe llama a los bomberos que la llevan de
emergencia al hospital y; nace en madrugada de hielo negro, Ramona Citlali, a
miles de kilómetros de sus bisabuelos, abuelos y tíos, con la fuerza e
irreverencia de sus ancestras indígenas que como su madre, su abuela y la
Comandanta Ramona se rebelaron contra la opresión patriarcal. Más tarde ese
mismo día, su madre lloró en San Blas Atempa, cuando Tomasina la llamó por
teléfono para decirle que nació su nieta y que la ha llamado Ramona Citlali,
Citlali en honor a ella que la liberó de un matrimonio arreglado para que su
nieta tuviera un futuro distinto.
Finalmente, Tomasina podrá plantar en el poco de tierra que se llevó de su
pueblo cuando emigró, tal vez siembre una hierba aromática, siempre le gustó el
aroma de la albahaca y del romero, o bien tal vez plante un mata de chile piquín,
para tener siempre a la mano el sazón para las sopas.
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