El Sur de Chile en
llamas es la evidencia de como el sistema neoliberal destruye y arrasa.
Si los gobernantes se
someten ante el dinero y la prensa calla, el pueblo debe hablar.
Por Carolína Vásquez Araya
Sin embargo, es
importante señalar que los principales encargados de llevar a cabo el plan del
gobierno eran también parte interesada de las empresas beneficiadas. Al vencer
el plazo otorgado por la dictadura, los presidentes de la Concertación decidieron
extenderlo; entre ellos, Frei, Piñera y Bachelet, esta última quien consideró
importante mantenerlo por su “contribución a la lucha contra los gases de
invernadero”. Es decir, gobiernos cuyos principios social demócratas fueron
ignorados por presiones de los grandes consorcios empresariales.
Lo que queda hoy en ese
Sur magnífico poblado de Olivillo, Tepa, Ulmo, Arrayán, Alerce, Coigüe, Raulí,
en cuyas ramas habitaban abundantes colonias de aves y mamíferos propios de la
región, es un páramo carbonizado; aldeas quemadas hasta los cimientos; personas
desaparecidas y otras muertas; la imagen misma de la desolación, evidencia de
hasta dónde puede llegar la ceguera de las autoridades y la codicia de sus
grupos de poder.
Haciendo gala de su
complicidad con el sistema que ampara estos abusos, la prensa chilena se
mantiene firme en su postura de silencio y manipulación, con la intención de
adjudicar al gobierno actual la culpa sobre la tragedia que viven esas
regiones. El poder de las familias más acaudaladas de Chile, aquellas que
fundaron sus grandes consorcios sobre las ruinas de una democracia que no les
era propicia, ha sido el motor para impedir, entre otros hechos, un cambio en
la Constitución de ese país propuesto con el objetivo de retomar los valores de
un sistema capaz de trabajar en beneficio de las grandes mayorías.
Chile no solo pierde
sus bosques milenarios al enriquecer a un puñado de empresarios incapaces de
comprender el alcance de sus actos; también el continente pierde un paraíso de
biodiversidad irrecuperable, la incalculable variedad de su fauna y la belleza
de su entorno. El sur de Chile, ese paisaje lejano e inspirador, no podrá
recuperar su integridad en las próximas centurias, a menos que la depredación
se detenga hoy.
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