Por Jordi Jiménez
REHUNO SALUD
rehuno.salud@gmail.com
Otra característica importante es que la memoria va grabando los datos
de manera relacional, global, no graba datos sueltos o inconexos. Es decir,
ahora que estoy escribiendo este texto mi memoria está guardando los datos
visuales, pero al mismo tiempo está guardando los datos auditivos, los datos
táctiles, olfativos y de todas las sensaciones que pueda tener en este momento
(me acabo de tomar un café calentito, por ejemplo y eso se almacena al mismo
tiempo que el resto). Se graba la experiencia completa con todos sus atributos
relacionados entre sí y esto es de enormes consecuencias. Por ejemplo, si
siempre que me siento a escribir me tomo un café, ambos estímulos quedarán
fuertemente asociados en memoria por repetición. Así que si un día me siento a
escribir sin café sentiré enseguida las ganas de tomármelo, lo echaré en falta
porque en memoria está asociado al escribir, se grabó al mismo tiempo. Este
tipo de fuertes asociaciones son bien conocidas por los «adictos» al café o al
cigarrito después de la comida y esto sucede precisamente porque la memoria
graba los datos de manera global, relacionados entre sí y no sueltos.
Pero otra de las grandes funciones de la memoria, además de grabar y
almacenar datos, es suministrar esos datos (guardados en algún lugar del
sistema nervioso) cuando se necesitan, y aquí es donde la cosa se pone
interesante. Porque… ¿de qué habría de servir tanta grabación y almacenamiento
si luego no se utilizara para algo? Constantemente nuestro sistema psíquico
está utilizando los datos guardados en memoria para realizar infinidad de
cosas. No utilizamos la memoria sólo cuando tratamos de recordar algo
intencionadamente, sino que se está utilizando todo lo guardado ahí en todo
momento. Por ejemplo, estoy escribiendo estas líneas y noto que tengo sed. Me
levanto y voy a la cocina a por un vaso de agua. Prácticamente no tengo ni que
poner atención a estos movimientos. Mi memoria «me guía» hasta la cocina,
encuentra un vaso, encuentra un grifo, sabe cómo abrir el grifo, llenar el
vaso, se acuerda de cerrar el grifo después, agarra bien el vaso y lo equilibra
para que no se caiga el agua al caminar y me lleva de nuevo al estudio donde
estaba delante del portátil para seguir escribiendo, porque recuerda lo que
estaba haciendo antes de la interrupción. «Mi memoria» deja el vaso en la mesa
con cuidado para no mojar todo y continúa con la tarea. Mientras el cuerpo
hacía esto por sí solo (guiado por la memoria), yo estaba pensando en el hilo
conductor del artículo, en cómo acabarlo, algún ejemplo, etc. Mi atención estaba
puesta en el escrito. No he necesitado poner casi ninguna atención al tema del
vaso de agua.
Este ejemplo sencillo y cotidiano muestra la enorme cantidad de cosas
que hacemos de manera automática gracias a la también ingente cantidad de datos
que hay almacenados en nuestra memoria. Si pudiéramos borrar toda nuestra
memoria (una especie de formateo total del disco duro) no podríamos ni ponernos
de pie, no sabríamos ni caminar, no podríamos hacer nada, tendríamos que
reaprender todo desde lo más esencial. Por tanto, todo lo almacenado en memoria
desde los primeros días de nuestra vida está ahí preparado para cuando se
necesite acceder a esa información y utilizarla en cualquier acción de nuestra
vida.
Pero esta maravilla de mecanismo que nos facilita hacer tantas cosas
cada día también provoca algunas dificultades. Efectivamente, cuando tratamos
de cambiar algo en nuestra vida, algún hábito, alguna costumbre o algo más
intangible como cambiar ciertos pensamientos o ciertas emociones, la cosa se
pone complicada. Todos lo hemos experimentado alguna vez. Si nos proponemos
cualquier cambio de hábitos (¿quién no se ha propuesto algo así al principio
del nuevo año?) vemos que al principio vamos bien, pero al poco tiempo la cosa
vuelve a su estado original, jeje. ¿Por qué? Por la fuerza de la memoria, un
mecanismo muy potente y difícil de doblegar, mucho más cuanto más mayorcitos
somos.
Así que la función de la memoria como grabadora de datos es importante,
pero no más que la función de suministradora de datos. Todos sabemos que para
modificar algo en nuestra vida tenemos que reaprender, regrabar nuevos datos,
nuevos hábitos sobre los ya conocidos y eso siempre lleva mucho más tiempo y
energía que si grabamos datos nuevos, de algo desconocido, de lo que no había
nada anterior. Por supuesto, si me propongo empezar en el gimnasio, además de
la fuerza de la memoria está el esfuerzo físico que hay que añadir al cambio de
hábito. Pero si lo que queremos cambiar es algún «hábito» interno
(pensamientos, emociones…), algo que no requiere ningún esfuerzo físico,
veremos que es la fuerza de la memoria lo que dificulta ese cambio. Ir en
contra de la mecanicidad requiere energía y tiempo.
Lo bueno de esto es que una vez que hemos logrado modificar algo y regrabarlo
con el nuevo formato, también acabará funcionando en automático y no tendremos
que poner tanta energía como al principio. Esto sirve igual para el gimnasio
como para los hábitos internos, intangibles. Mucha gente dice que una vez que
se «acostumbra» a ir al gimnasio (lo ha grabado bien en memoria) lo echa en
falta el día que no va. El esfuerzo físico ha dejado de ser un problema porque
el problema era la mecanicidad anterior, es decir, la memoria. ¿Y qué ocurre
con los intangibles, con nuestro psiquismo? Lo mismo. Si logramos introducir
nuevos hábitos internos y mantenerlos, se acabarán automatizando y funcionando
por sí solos. Por ejemplo, si me habitúo diariamente a agradecer lo bueno que
me haya ocurrido –ver artículo: el agradecimiento-, o me habitúo a buscar un
registro de coherencia en mis acciones- ver artículo: la felicidad se llama coherencia–, o consigo tener fuertemente
grabada una imagen guía, un Guía Interno -ver artículo El guía interno-, que me sirva de inspiración y orientación
en momentos difíciles, o me habitúo a pedir lo mejor para los demás cuando
tienen complicaciones. Todos estos hábitos (algunos pueden ser nuevos, otros
tal vez no) van conformando un nuevo mundo interno, un nuevo estilo de vida y
una nueva forma de estar en el mundo de las relaciones humanas, con una nueva
mirada. Si logro ir grabando esto (y lo que cada uno quiera añadir) se irán
formando nuevas memorias que utilizando su propia mecanicidad se pondrán a
trabajar a mi favor, en la dirección que quiero para mi vida, dejando atrás
antiguas dificultades.
No descubrimos nada nuevo en realidad, simplemente hacemos hincapié en
los aspectos psicológicos del cambio que nos parecen más interesantes para
llevar una vida más saludable, más coherente y, por tanto, más feliz.
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