Por Pedro Echeverría V.
Así respondió el
anarquista Ricardo Flores Magón a un sacerdote que, haciendo referencia al
amor, dijo un domingo de 1916: 'todas la mujeres que no se casan por la
iglesia, son unas cualquiera'.
"Tiene gracia el curita,
porque ¿a quién se le había ocurrido insultar a una mujer por el hecho
sensatísimo de no dar cuenta a los curas de su unión con un hombre? En
realidad, curita, sábelo: el amor es un asunto privado de dos seres, y es
impropio que se lo comuniquen al cura o al juez. El amor pierde su encanto con
la publicidad. El amor necesita del misterio, del secreto; sólo así es bello.
El amor pierde su
poesía cuando pide a un sacerdote o a un juez que lo autorice. El amor sólo se
siente intensamente en la intimidad. Los seres humanos han prostituido el amor
al permitir que terceras personas intervengan en asuntos que sólo competen a
dos. El amor está bien en la discreción de la alcoba. ¿Para qué interrumpir la
sublime música de dos corazones con las amonestaciones del clérigo o la fría
palabrería del juez? ¡Eso es echar margaritas a los puercos!
El amor que pide sanción
no es amor. El amor es espontáneo, ¡bendito sea el amor! ¡Amor perfume, luz,
alegría: son la misma cosa! ¡Es la vida! Vida sin amor ¿qué vida es? Si hay
vida es por el amor. Las plantas se aman. ¿No lo sabes? Pregúntaselo al polen
que tiembla en el cáliz de la flor; pregúntaselo al insecto que hace vibrar sus
alas en una canción que invita a la caricia sin que tú, curita, la sanciones,
ni que el juez la autorice. El amor debe ser libre.
Si quieres echarte
algunos pesotes al bolsillo, trabaja, hombre, trabaja; pero no te desquites con
los seres libres que rehúsan arrodillarse ante ti o ante el juez para perpetuar
la vida".
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