CORCHOLATAS Y FRANQUICIAS
Por JOEL ORTEGA JUÁREZ
EL
TAPADO FUMA ELEGANTES, eso decía un letrero en un espectacular situado en un
edificio pequeño contra esquina de la Alameda, en 1958, aludía a Adolfo López
Mateos candidato del PRI, cuyo contendiente principal era Luis H Álvarez por el
PAN.
Ahora
tenemos corcholatas, una de las cuales será destapada por su inventor Andrés
Manuel López Obrador, en el polo electoral opuesto están las franquicias o marcas
registradas, conformadas por el PAN, el PRI, el PRD y el comodín Movimiento
Ciudadano.
Tal
parece que fuera inevitable tener un sistema, modelo o régimen electoral como
el existente, donde los partidos con registro son las únicas opciones posibles
y por lo tanto a los electores no nos
queda otra que apechugar y votar por ellos.
No
es así. En muchas partes del mundo, donde hay elecciones, las opciones son
muchas debido a que para registrar candidatos, partidos, frentes o coaliciones
son mínimas.
En
México tenemos una partidocracia, para registrar un partido se necesitan muchos
requisitos para los que es necesario tener mucho dinero, las candidaturas
ciudadanas o independientes requieren de más requisitos. Todo esta diseñado
para mantener un control para unos cuantos partidos, que son en realidad franquicias
o marcas registradas.
Estas
franquicias están en manos de unas cuantas familias o grupos de familias, una
verdadera casta que tienen el dominio político, económico, cultural e incluso
científico desde más de un siglo. Por eso vemos cómo ciertos apellidos,
familias y dinastías pasan de un gobierno a otro a nivel de los estados y a
nivel nacional.
Para
resumir ese dominio, baste recordar que él sistema político nació a través del Partido
de Estado con diversos nombres PNR, PRM y PRI estructurados de manera
corporativa, mediante sus sectores que se integraban mediante los sindicatos
oficiales o charros entre los asalariados, el sector campesino mediante el
control de Comisarios Ejidales, comités de pequeños propietarios y el sector
popular mediante el control de pequeños comerciantes, profesionistas,
vendedores ambulantes, taxistas y todo el mundo del llamado sector terciario de
la economía. Ese modelo corporativo tuvo el monopolio absoluto de la
presidencia de la república desde 1924 al año 2000. Mantuvo el monopolio de las
gubernaturas de los estados por casi el mismo periodo hasta 1991 y controló el
Congreso de la Unión y los Congresos de los Estados hasta 1997.
A
partir de entonces (1997) se fue conformando un proceso muy accidentado, parcial,
contradictorio y con múltiples vicios que se conoce como la Transición
Democrática.
Ese
largo y sinuoso camino está hoy amenazado por el presidente, su partido y
aliados, quienes buscan una restauración del modelo de Partido de Estado o
prácticamente único.
La
cuestión es que simultáneamente a esa lucha contra la restauración de la
dictadura perfecta, se tendrá que tomar una decisión electoral para el proceso
del año 2024.
Avanzar
en los espacios democráticos, tanto los electorales como lo de carácter más
general, social, político y cultural fue el resultado de muchas décadas, de
movimientos, de partidos, de grupos y de personas de diverso signo ideológico y
político y de diversas clases y capas de la sociedad.
Esos
espacios consumaron logros que parecían imposibles, como derrotar al PRI y que
este aceptara sus derrotas en 1997 en la ciudad de México, en la Cámara de
Diputados y en varias gubernaturas e incluso en la presidencia en el proceso
electoral del año 2000.
Si
se reduce el problema político mexicano a la confrontación clasista y al
programa anti capitalista y socialista, se hacen conclusiones incorrectas.
Ni
siquiera con el General Lázaro Cárdenas los socialistas y comunistas de
cualquier tendencia triunfaron, mucho menos los proletarios, pero se realizaron
avances importantes en muchos aspectos y retrocesos en otros.
En
1988 la inmensa mayoría de las izquierdas apoyamos al FDN y la candidatura de
Cuauhtémoc Cárdenas, el fraude no impidió un avance inmenso en el plano
electoral. Oficialmente tuvieron que reconocer el 30% de los votos al FDN.
Sobre
todo, el sistema tuvo que abrirse, se conquistó una reforma electoral que hizo
posible el que los votos se contaran y se redujera al mínimo el fraude. Gracias
a eso MORENA ganó las elecciones presidenciales en 2018 y siguió conquistando
muchos gobiernos estatales, a la fecha 22 de 32 entidades federativas son
gobernadas por MORENA y sus aliados.
El
gobierno de AMLO estafó a sus electores, ha hecho lo contrario a lo que
prometió: militarizó al país, la pobreza creció, la corrupción aumentó, la
salud es un fracaso, sus programas asistenciales son muy deficientes; no creció
la economía, el desempleo sigue aumentando, se ha aplicado una política de
sometimiento a los Estados Unidos contra los migrantes y otros aspectos de
restauración del autoritarismo.
En
las elecciones del 2024, estará la corcholata que destape AMLO y una
candidatura de las franquicias PRI PAN PRD y cada vez menos de Movimiento
Ciudadano.
Entre
las corcholatas, AMLO va a destapar a Claudia Sheinbaum, su favorita, o a
Marcelo Ebrard, o su amigo Augusto López, muy improbablemente a Ricardo Monreal
y menos aún a Gerardo Fernández Loroña, quienes están en la lista para negociar
algún puesto.
En
las franquicias ya se han lanzado Santiago Creel, que tiene el aparato del PAN
y una trayectoria muy inconsecuente; Xóchitl Gálvez que se auto descartó para
la presidencia y prefiere ir a lo seguro por la Ciudad de México; la senadora
Lili Téllez que llegó por la vía de Morena y es muy reaccionaria; el empresario
Gustavo de Hoyos con un perfil muy anacrónico y muchos “candidatos de relleno”
que buscan algún cargo de elección o puesto gubernamental.
La caballada
está muy flaca en la perspectiva de un programa de centro izquierda que sea
viable para triunfar en las elecciones presidenciales del 2024.
Salvo
que surja una candidatura no partidista, con experiencia y trayectoria
democrática, sin cola que le pisen y con un programa de centro izquierda.
Todo
es posible. Veremos qué ocurre.
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