Por JOEL ORTEGA JUÁREZ
Tanto
los tradicionales movimientos, como el de los campesinos, los trabajadores
fabriles o de grandes ramas como la minería, la electricidad, el petróleo, la
industria automotriz; los movimientos estudiantiles con sus ciclos; los
trabajadores del Estado, especialmente los maestros y los movimientos nuevos,
como las nuevas tendencias del movimiento feminista; el movimiento autonomista
de las comunidades originales simbolizados en el EZLN y sus Caracoles; los
diversos movimientos ambientalistas; las nuevas corrientes culturales y
artísticas; el muy reciente movimiento de cientos de miles del uberismo; las
diversas experiencias autogestionarias de productores y sus vínculos con
consumidores opuestos a los grandes monopolios comerciales, por supuesto los
movimientos de derechos humanos entre
ellos el creciente fenómeno de los migrantes; todo ese gran universo de luchas
y movimientos está al margen de las disputas de poder de las diferentes ramas
de la casta.
Si
bien es cierto que las diversas luchas de movimientos a lo largo de la segunda
mitad, conquistaron espacios políticos, incluyendo los electorales; a los que
es necesario defender en un amplio frente que incluye a muchos integrantes de
grupos de poder y de los partidos desprestigiados; ello no cancela el promover
reformas reales y profundas del régimen y sistema político.
Precisamente
esas reformas del régimen político deben ser aquellas que rompan el monopolio
de la partidocracia y abran las vías para la participación de los movimientos
anteriormente comentados. Sin esas reformas el sistema político seguirá en
decadencia.
Esa
decadencia del sistema político de la partidocracia nos ha conducido a la
situación actual.
Una
mezcla de desprecio justo a los partidos tradicionales, con la audaz demagogia
de un líder, consiguió triunfar electoralmente en las elecciones presidenciales
de julio de 2018.
Es
la expresión mexicana del fenómeno denominado populismo a nivel continental y
mundial.
Lo
insólito de ese fenómeno, que incluye lo mismo narrativas derechistas como la
familia Le Pen en Francia y la victoriosa derecha italiana, sin excluir a Trump
en los Estados Unidos y a los promotores del Brexit en el Reino Unido y a las narrativas
de izquierda de Chávez y Maduro en Venezuela; a la decadente dinastía de los
Castro en Cuba a la siniestra dictadura de Ortega y su esposa en Nicaragua y al
mismo Andrés Manuel López Obrador en México.
Como
ocurre siempre en la realidad, es imposible esperar a descifrar estos fenómenos
y se requiere hacer frente a los desafíos y retos políticos de aquí y ahora.
El
calendario político electoral mexicano tiene una dinámica cada vez más
confrontada.
Estamos
a semanas de las elecciones en el Estado de México y Coahuila, últimos
bastiones del viejo PRI en extinción, ante ello se dan verdaderas maromas como
la de Movimiento Ciudadano al retirar sus candidaturas, aduciendo una supuesta pureza
ante lo que llaman un acuerdo del PRI MOR, que en realidad implica un
alineamiento de Dante con AMLO.
Inmediatamente
después de las elecciones en ambos estados, se hará el destape de la corcholata
de Morena en agosto.
A su
vez en el llamado Bloque Opositor Va Por México se va imponiendo el control del
proceso de nombramiento de candidaturas en manos del PAN para la presidencial y
la Ciudad de México y en segundo término para la dirigencia desprestigiada del
PRI en proceso de extinción con el pegoste de la franquicia del PRD.
Si
esa vía se impone, como es muy probable, todo el movimiento opositor no integrado
a los partidos registrados quedaría excluido.
En
ese caso estarían todas las fuerzas que se han manifestado el 13 de noviembre
de 2022 y el 26 de febrero de 2023.
Me
refiero no solamente a los grupos que públicamente convocaron a ambas
movilizaciones, sino a la inmensa mayoría de los manifestantes.
Estarán
totalmente fuera las movilizaciones feministas, como la de este miércoles 8 de
marzo de 2023 y a las decenas o centenas de movilizaciones que se manifiestan
diariamente en todo el país por diversas causas: contra feminicidios, búsqueda
de desaparecidos, defensa de ríos, lagunas, cuencas y otros recursos naturales,
derechos e universitarios atropellados
por rectores o gobernadores ya sea en Zacatecas o en Jalisco y Sinaloa;
padres y familiares de niños con cáncer sin medicamentos y atención, enfermeras
y médicos sin garantías y condiciones de trabajo mínimas, consumidores contra las alzas en los
productos de la canasta básica y las cada vez más trágicas masacres producidas
por las fuerzas armadas y las de los grupos de narcos como la reciente en Matamoros contra
estadounidenses afroamericanos.
Ese
extraordinario caleidoscopio de movimientos, fuerzas sociales y civiles y
millones de individuos sin ninguna filiación política no merece quedar atrapado
en una disputa plagada de insultos, marrullerías y lodo que se lanzan
cotidianamente desde palacio o desde los grandes mass media y las redes.
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