· Volverían
corrupción, impunidad, simulación y cinismo
· ¿Es eso lo
que usted desea que le ocurra a México?
Por Francisco Gómez
Maza
Irreconciliables, las
posturas políticas de los distintos y contradictorios grupos humanos que
habitan esta nación.
Comprensible porque la
sociedad se tramó, se entretejió en base a la división y confrontación entre el
capital y el trabajo. Entre ricos y pobres. Con sus distintos grados de riqueza
y pobreza.
Unos, los detentadores
de los grandes medios de producción, de los grandes ricos, usan la fuerza de
trabajo únicamente para privilegiar al capital. Jamás serán convencidos de que
capital y trabajo son las principales fortalezas de la economía. Y que ambos se
deben el uno al otro. El capital necesita del trabajo para crecer. El trabajo
reclama al capital para poder satisfacer las necesidades de los trabajadores.
Entre ambos, en medio
de ambas clases, está la política, el arte de darle a cada quien lo que
justamente requiere. Al capital una plusvalía razonable para continuar
fortaleciendo el crecimiento económico en todas sus variables. Al trabajo,
salario justo y prestaciones económicas y sociales para fortalecer la dignidad
humana de los que sólo tienen su fuerza de trabajo.
La política requiere de
artífices que ejerzan su poder para impulsar ambas fuerzas, el capital y el
trabajo, hacia una economía que satisfaga las necesidades de todos.
Los mexicanos estábamos
acostumbrados a que el gobierno no fuera para beneficio de ambas fuerzas.
Desde siempre, salvo
algunas pocas excepciones, el gobierno privilegiaba únicamente a los dueños del
capital, los capitalistas, mediante la injusticia y la corrupción.
Fue el caso de los
gobiernos emanados de una revolución traicionada, de una revolución hecha
pedazos, de una revolución inexistente. Los gobiernos del PRI se derechizaron y
se aliaron con el PAN, la agrupación originalmente católica, que nació para
parar al general Lázaro Cárdenas del Río, en su afán de cambiar el injusto
estado de cosas que imperaba en la estructura socioeconómica de esta tierra de
volcanes.
La distancia entre
capitalistas y trabajadores aún es casi infinita, es abismal. A estas alturas
de la historia, la codicia, la avaricia de los detentadores de la gran riqueza
alimentan la depauperación entre los mexicanos. Hay más pobres, ahora que los
70 millones que había cuando terminó la era del pripanismo. Y los voceros de
este engendro dirán que quien ha agudizado la pobreza es López Obrador. Tienen
el ingenuo afán de simplificar todo.
Pero nada es eterno.
Todo cambia. Y si no, se hace cambiar por las buenas o por las malas. Y aquí,
en este país, el injusto estado de cosas cambió por las buenas, cuando más de
30 millones de mexicanos votaron por López Obrador para presidente de la
república. Imposible para el sistema concretar un fraude electoral con esa
cantidad de sufragios a favor de un solo candidato. Al fin, fue imposible que
los órganos jurisdiccionales que manipulan los procesos electorales y el poder
judicial cambiaran los números.
Los perdedores son
fácilmente identificables ahora. Un grupo de empresarios corporativos
irredentos, católicos del viejo catolicismo medieval, preconciliar; ciudadanos
de las clases acomodadas y acomodaticias; intelectualoides al servicio de las
clases dominantes del régimen y periodistas propagandistas a sueldo del poder
político pripanista o del gobierno de los Estados Unidos. Escriben, luchan en
contra de lo que ellos llaman presidencialismo
totalitario.
Dicen que no quisieran
vivir en una sociedad socialista porque están acostumbraos a la libertad del
capitalismo, sistema en el que los únicos que gozan de libertad son los
detentadores del poder económico y político, siameses del individualismo, del
egoísmo.
La verdad es que lo que
hacen los perdedores es luchar por recuperar lo que perdieron: los privilegios
económicos y políticos, la libertad de enriquecerse a costa del sudor de los
trabajadores.
La verdad es que estos
“luchadores por la libertad”, como se autodenominan los capitalistas, sólo
buscan retornar para recuperar sus posiciones políticas y la satisfacción de
sus intereses económicos. No. No les interesa ni la justicia, ni la democracia,
ni la honestidad, ni ninguno de los valores humanos que deben regir a la
política. Vaya. Son mentirosos. No les interesa la Patria.
Por todo ello. El
partido Morena está obligado a arrasar en las elecciones del domingo venidero,
6 de junio. Si no lo hace. Prepárense mexicanos. La mano de la corrupción, de
la impunidad, de la simulación, del cinismo volverá a enseñorearse como lo hizo
cuando desgobernaron los llamados gobiernos neolibrerales., de Carlos Salinas
de Gortari a Enrique Peña, pasando por la llamada Docena Trágica de Fox y Calderón.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario