La bicentenaria
República del Perú, junto a Colombia y Chile, se constituyeron en la tríada
casi inamovible del sistema neoliberal en el mundo andino, por un lapso de tres
décadas continuos.
Al grado que, desde el
«Grupo de Lima» (integrado por gobiernos neoliberales de Latinoamérica),
torpedearon los loables intentos de integración latinoamericana como UNASUR,
CELAC…
En la actualidad, Perú,
luego de ser el campeón internacional de países con ex presidentes
encarcelados, procesados por actos de corrupción, incluso con un ex presidente
que se suicidó para evitar la cárcel, vive uno de los procesos electorales más
inéditos en sus dos siglos de República.
El 6 de junio próximo,
los cerca de 25 millones de peruanos no sólo elegirán entre dos candidatos
presidenciales: una neoliberal y el otro de tendencia nacionalsocialista, sino
que también definirán con sus votos si el país continúa o no en el colonialismo
interno que se imprime desde la rancia limeñidad cuasi virreynal.
El fenómeno electoral
de Pedro Castillo, un campesino profesor andino, con estética no limeña, sin
mayores recursos económico, disputando el poder en las urnas a toda la
oligarquía peruana reunida (empresarios, jerarcas religiosos, periodistas,
analistas, premio Nobel, medios corporativos, deportistas, influencer…), es un
suceso político sin precedentes.
Pero, también el
fenómeno electoral de Pedro Castillo se explica por el otro fenómeno de la
sublevación electoral de los sectores excluidos, en especial en el interior del
país, con respecto a la visión de país impuesta desde la limeñidad por dos
siglos.
Los «nadie», las y lo
«no ciudadanos», con su «insolencia electoral», al parecer obligarán a la
limeñidad colonizada y a la oligarquía nacional a cambiar su perspectiva sobre
Perú.
Aunque nadie sabe cuál
será el resultado de las próximas elecciones presidenciales de segunda vuelta
en el país, lo cierto es que dicho proceso está dejando lecciones, para propios
y extraños, no sólo en el quehacer político electoral sobreviniente, sino
también para las posteriores relaciones mutuas que deben existir entre Lima y
el resto del país. Los partidos políticos empresariales, el prevendalismo y el
centralismo político limeño están siendo seriamente cuestionados, al parecer.
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