La agenda guerrerista del Pentágono anticipó hace
15 años que una gran parte de América Latina iba a engrosar las zonas del mundo
bajo guerra y caos.
Por: Claudio Fabian Guevara
Un plan explícito y documentado se enfoca a
encender una conflagración en América Latina en torno a Venezuela y la cuenca
del Caribe. Ahora se agrega la transformación de Bolivia en un nuevo estado
sicario que colabore con la generación de la guerra. En el horizonte, un caos
de larga duración y la subdivisión política del continente en unidades más
pequeñas.
“Estados Unidos, en vista de su retroceso
mundial, quiere reordenar su espacio geopolítico …() y sumir a Nuestra América
en un caos sin fin de odios ideológicos externamente implantados”.
Miguel Angel Barrios
“América Latina es una vez más el territorio de
la dialéctica geopolítica de la colonización / descolonización. En todas partes
- Bolivia, Chile, Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay y así en el mismo
patrón: los liberales pro-EE. UU. (+ liberales de extrema derecha) vs las
fuerzas de descolonización, en su mayoría de izquierda”.
Alexander Dugin
Las piezas se van armando. Con el desmentelamiento
del UNASUR y las instituciones multilaterales que cimentaban la paz y
los proyectos de integración entre las naciones sudamericanas, todas las fichas
están moviéndose en dirección a una guerra inducida en América Latina.
En las últimas semanas, todas las variables se
han acelerado.
Las principales hipótesis de conflicto parten del
cerco multidimensional en torno a Venezuela. Ahora se agregan los peligros de una ruandización de Bolivia, y su
transformación en un nuevo estado sicario que colabore con la generación de la
guerra, junto a Colombia, Perú, Ecuador, Brasil y Guyana.
Las naciones latinoamericanas no tienen motivos
históricos reales para entrar en guerra. Un potencial conflicto bélico sólo
puede engendrarse artificialmente a partir de falsos positivos, atentados de
falsa bandera, o decisiones gubernamentales que inmolen al continente en el
altar de una entelequia de origen extranjero, como la “defensa de la
democracia” en Venezuela, o la “lucha contra el terrorismo” que ahora enarbola
el régimen usurpador de La Paz.
Un plan detallado para involucrar a un grupo de
naciones latinoamericanas en un conflicto de este tipo salió a la luz el año
pasado, y sus primeros pasos están a la vista.
La agenda profunda del “Golpe Maestro”
A principio de 2018, un artículo de la periodista
argentina Stella Calloni sacó a la luz un documento de 11 páginas con la firma
del almirante Kurt Walter Tidd, entonces comandante en jefe del Comando Sur
(SouthCom) estadounidense: “Plan to
overthrow the Venezuelan Dictatorship – Masterstroke”. Allí se esboza la
agenda profunda de la guerra contra Venezuela, que en su etapa más avanzada
prevé una operación multinacional.
El documento llama ejecutar pasos prácticos con
vistas a erosionar el gobierno de Maduro y forzar su caída:
-En el plano económico, incrementar la
inestabilidad interna, intensificando la descapitalización del país, la fuga de
capital extranjero y el deterioro de la moneda nacional, mediante la aplicación
de medidas inflacionarias que incrementen ese deterioro. Obstruir todas las
importaciones y desmotivar a los inversores foráneos. Sabotear la industria del
petróleo. Generalizar el desabastecimiento de comida, medicinas y bienes
básicos. Contribuir a hacer más crítica la situación de la población y fomentar
el descontento. Todas las calamidades vividas por la población serán explotadas
para “culpar al gobierno”.
-En el plano social, apelar a aliados internos y
agentes externos implantados en el país, para provocar protestas y actos
violentos, generar inseguridad, saqueos y robos. Promover los secuestros de
embarcaciones para desertar del país. Estructurar un plan para lograr la
deserción de los profesionales más calificados del país. Promover la fatiga
entre los miembros del partido gobernante y sus seguidores.
-En el plano mediático, ridiculizar la figura de
Maduro, hacerlo caer en incontinencias verbales y equivocaciones para provocar
desconfianza hacia su figura. Acosarlo, ridiculizarlo y ponerlo como ejemplo de
torpeza e incompetencia. Minimizar su importancia internacional. Exponerlo como
una marioneta de Cuba. Exacerbar las diferencias entre los miembros del grupo
en el gobierno.
-En el plano militar, fogonear un golpe de
Estado, continuar el fuego continuo en la frontera con Colombia, multiplicar el
tráfico de combustible y otros bienes, el movimiento de los paramilitares,
incursiones armadas y tráfico de drogas. Provocar incidentes armados con las
fuerzas de Seguridad de la Frontera. También reclutar paramilitares mayormente
de los campos de refugiados en Cúcuta, la Guajira y del Norte de Santander.
En un primer nivel de lectura, el plan es una
explícita declaración de guerra y de injerencia desembozada, que explica gran
parte de los padecimientos de Venezuela hoy.
En un segundo nivel de lectura, el documento
puede interpretarse como un manual para el acoso y control de la población de
las colonias. Este conjunto de estrategias se aplican en otros escenarios,
contra otros pueblos.
En un tercero, es un instructivo ideológico para
los centros generadores de noticias. Los estereotipos y construcciones
discursivas que propone el documento para desacreditar al “líder enemigo”
permean transversalmente la cobertura noticiosa sobre la Venezuela actual.
Preparación de una coalición internacional
A la par del fomento de la inestabilidad interna,
se traza un plan para obtener la cooperación de las autoridades aliadas de
“países amigos”: Brasil, Argentina, Colombia, Panamá y Guyana.
-Las provisiones de las tropas, apoyo logístico y
médico se realizarán desde Panamá. Se hará uso de las facilidades de la
vigilancia electrónica y las señales inteligentes; de hospitales y dotaciones
desplegadas en Darién (selva panameña), el equipamiento de drones del Plan
Colombia, como también las tierras de las antiguas bases militares de Howard y
Albroock (Panamá) así como las pertenecientes a Río Hato.
-Además se utilizará el Centro Regional
Humanitario de Naciones Unidas, diseñado para situaciones de catástrofe y
emergencia humanitarias, que cuenta con un campo de aterrizaje aéreo y sus
propios almacenes.
-Se desarrollará la operación militar bajo bandera
internacional, patrocinada por la Conferencia de los Ejércitos
Latinoamericanos, bajo la protección de la OEA y la supervisión, “en el
contexto legal y mediático, del secretario general (de la OEA) Luis Almagro”
(SIC).
-Se prevé una Operación Multilateral con
contribución de Estados, organismos no estatales y cuerpos internacionales,
anticipando especialmente los puntos más valiosos en Aruba, Puerto Carreño,
Inirida, Maicao, Barranquilla y Sincelejo en Colombia, y Roraima, Manaos y
Boavista en Brasil.
-Se unirá a Brasil, Argentina, Colombia y Panamá
para contribuir al mejor número de tropas, con la presencia de unidades de
combate de Estados Unidos y de estas naciones, bajo el mando general del Estado
Mayor Conjunto liderado por Estados Unidos.
Este plan -razona Stella Calloni- “hace
comprensibles las recientes maniobras militares de Estados Unidos en esta
región en la frontera de Brasil con Venezuela (Brasil, Perú Colombia), en el
Atlántico Sur (Estados Unidos, Chile, Gran Bretaña, Argentina), en el caso argentino
sin autorización del Congreso nacional”.
El “Golpe Maestro” preveía acelerar los
acontecimientos antes de las elecciones de mayo de 2018. No logró sus objetivos
en los plazos anunciados. El almirante Kidd fue retirado pocos meses después de
las revelaciones periodísticas.
Pero el plan continúa su marcha.
Ultimas novedades en el frente venezolano
En el orden interno, Venezuela vive todos los
ingredientes del plan previsto en el Golpe Maestro: al boicot de la economía,
se suma un cúmulo de acciones desestabilizadoras. Durante 2019, cinco conspiraciones violentas de la derecha venezolana
lograron ser desactivadas. El último incidente ocurrió el 23 de
diciembre,con el ataque de un grupo armado al Batallón 513 en el sureño
estado fronterizo de Bolívar, donde murió un miembro de las FANB. El Gobierno
venezolano informó del robo de armamento de guerra, supuestamente con el
propósito de realizar una acción de bandera falsa para propiciar una
intervención militar de EEUU contra Venezuela.
Los gobiernos de la región, lejos de obstaculizar
la propagación de la violencia, muestran una convergencia con las líneas de
acción previstas en el plan del Comando Sur. El ministro de información de
Venezuela, Jorge Rodríguez, dijo que Colombia, Perú, Ecuador y Brasil
facilitaron los movimientos del grupo armado responsable del ataque al Batallón
513. Los hechos parecen darle la razón.
El presidente Maduro exigió a Brasil la captura
de los militares responsables, que sin embargo fueron recibidos en territorio
brasileño en el marco de la “Operación Bienvenida”. La cancillería brasileña
anunció que los desertores solicitaron asilo, y fue concedido.
Por otro lado, se agita el éxodo de los
venezolanos como un motivo de “alarma internacional”. El 11 de septiembre de 2019, 11 países de las Américas (Argentina,
Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Haití,
Honduras, Paraguay, República Dominicana) resolvieron convocar una reunión del
TIAR (Tratado Inter Americano de Asistencia Recíproca), con el argumento de que
la situación actual en Venezuela tiene un "impacto desestabilizador"
y plantea una "amenaza para la paz y la seguridad en el Hemisferio".
Esta reunión puede ser la antesala de una
operación militar conjunta.
Las venas abiertas de América Latina
La guerra ya empezó hace muchos años, con
epicentro en Colombia. Hace más de medio siglo que la patria de Gabriel García
Márquez se desangra, con el Estado ausente en muchas zonas rurales, hoy en
manos de narcotraficantes y paramilitares. Colombia en las últimas
décadas registró al menos 260 mil muertos, 60 mil desaparecidos y más
de siete millones de desplazados. Desde la firma de los acuerdos de paz en
2016, se registró el asesinato de 620 líderes sociales.
En este clima, se teme que el presidente Iván
Duque se aventure en una guerra contra su vecino, Venezuela. Duque se sumó a la
campaña contra la patria bolivariana, a principios de año con la operación de
“asistencia humanitaria” en Cúcuta, y en septiembre con un show lastimoso en la
ONU donde denunció a Venezuela de proteger a guerrilleros del Ejército de
Liberación Nacional (ELN). Pero Duque presentó como “prueba” fotos falsas, y quedó en ridículo
cuando la Agencia France-Presse lo dejó en evidencia.
La frontera colombiano-venezolana es una zona de
permanentes fricciones. Desde junio en Cúcuta y Maicao, poblaciones fronterizas
con Venezuela, se encuentra un contingente
de “Cascos Blancos” de la cancillería argentina. En Siria y otros
escenarios, los Cascos Blancos han sido responsables de operaciones de falsa
bandera y fraudes noticiosos. La misión, más que una acción de asistencia
sanitaria, forma parte del cordón de presión contra Venezuela y puede detonar
episodios que sirvan de pretexto para el inicio de las operaciones.
Centroamérica es otra zona de tensiones. Cuba y Nicaragua han sido advertidas una vez más que son un
target militar del Pentágono. La fortaleza militar de la isla no parece
haber menguado, pero Nicaragua dio muestras de haber sido infiltrada con el
ensayo de guerra híbrida de abril del 2018. La NED y la USAID le dieron un respaldo explícito a los
estudiantes/paramilitares nicaraguenses que el año pasado movilizaron
protestas violentas que arrojaron centenares de muertos y heridos.
Bolivia es otro ariete contra la paz regional. El
desgobierno de facto de Jeanine Añez empieza a hacer el papel de “perro
rabioso”, al estilo de Israel en Medio Oriente. Hace semanas hubo una incursión
ilegal de militares bolivianos en territorio argentino. Ahora se anuncia la potencial invasión de la embajada de México en La Paz,
y la expulsión de la embajadora mexicana y diplomáticos españoles. Este
incidente sigue la matriz de la crisis de las embajadas venezolanas, y el
descrédito creado a partir del reconocimiento en algunos estados de los falsos
representantes diplomáticos de Guaidó.
La política de Bolivia hoy es funcional al
deterioro de la institucionalidad de la región, una línea de acción persistente
del Pentagonismo. Se trata de ridiculizar el orden jurídico de los países de la
zona “no integrada”, entronizar líderes de papel, desconocer normas elementales
de convivencia entre las naciones y confundir a la población con falsos
debates.
Conclusiones: los piromaníacos que se arrojan al
fuego
Un programa guerrerista de largo aliento, acuñado por el
Pentagonismo, tiene estrategias bien definidas para encender una
conflagración en América Latina. El nuevo mapa del Pentágono se va perfilando
con preparativos en el terreno, condiciones sociales largamente abonadas y una
narrativa que lo justifica en los noticiarios. Se trata de una miríada de
elementos de gran dinamismo, con diferentes actores capaces de entrar o salir
de escena según el curso de los acontecimientos.
Esta receta para incendiar América Latina no
arrojará vencedores entre las naciones latinoamericanas. El diseño de la guerra
tiene por objeto una ruina generalizada, la imposición de un caos de larga
duración, que facilite la reconfiguración de la región, y la subdivisión
política del continente en unidades más pequeñas (la secesión de Santa Cruz, la balcanización de Venezuela y el desmembramiento
de la Argentina figuran en la agenda globalista).
Así lo ve Stella Calloni: "Estados Unidos
está armando un escenario de guerra en Latinoamérica, que luego amenazará a todos los países de la región, incluso a los
que hoy se prestan para los planes contra Venezuela".
En Caracas se librará una batalla decisiva. Como
lo ha dicho Atilio Borón, Venezuela es la nueva Stalingrado.
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