"No quiero ser policía comunitario todo el tiempo"; dice mientras es preparado para defender de "Los Ardillos" a los pueblos de Chilapa y José Joaquín de Herrera.
Juan Blanco/API
Alcozacán,
Guerrero. 23 de Enero del 2020.- Cinco niños hacen bailar su trompo sobre
el suelo. Es una batalla para ver cuál permanece de pie. En el mismo lugar, otros
diecinueve niños empuñan sus armas de fuego.
Con
el "tiro arriba", enganchan su dedo índice sobre el gatillo y apuntan
con el cañón al frente. Simulan que disparan a sicarios del grupo delictivo
conocido como "Los Ardillos", quienes asesinaron y calcinaron a 10
músicos entre los que había algunos de sus padres.
Un
hombre con ropa camuflajeada los anima a no soltar sus armas, con corridos de
lucha social que reproduce en una bocina negra que representa el luto de las
familias de las víctimas de "Los Ardillos".
"Escuchen
este corrido que yo les voy a cantar, una historia conocida yo les voy a
relatar, su nombre es Lucio Cabañas de la Sierra de Atoyac". Se escucha a
todo volúmen la canción "Lucio Cabañas", interpretada con guitarras
por el dueto Los Castillo.
Es
así como los menores originarios de las comunidades de Ayahualtempa y Xicotlán,
ubicadas en los municipios de José Joaquín de Herrera y Chilapa, dan una
demostración del adiestramiento que les dieron para que este miércoles se
levantaran en armas y, oficialmente enlistarse en la Policía Comunitaria de la
Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias de los Pueblos Fundadores
(CRAC-PF).
Con
ello buscan apoyar a la comunidad de Alcozacán, Chilapa, donde vivían los
músicos masacrados el pasado viernes 17 de Enero.
"Quiero ser profesor"
Guillermo,
un niño de apenas seis años de edad que cursa el primer grado en una escuela
primaria en Ayahualtempa, descansa sobre su hombro un palo recién cortado de no
más de medio metro.
Lo
que para muchos es un simple trozo de madera, para él es un fusil de alto
calibre como el que habrían utilizado los criminales de Los Ardillos para
arrebatar la vida a uno de los músicos.
Israel
Mendoza Pasado, de 15 años de edad, era uno de ellos. Ingresó al grupo musical
"Sensación" desde hace más de cinco años y su función era tocar las
percusiones, instrumento que, según relató su tío Salvador Mendoza, le pone más
ritmo a las cumbias, entre estas Huexihuitl, una canción típica de la zona
indígena de Chilapa que Israel no podrá interpretar más.
Sin
embargo, Guillermo, quien calza huaraches cruzados de hule, viste pantalón azul
de mezclilla y playera verde olivo con la insignia de la CRAC-PF, pronuncia un
claro mensaje aún con la dificultad para hablar español, pues su lengua nativa
es el náhuatl: "me armé para defender mi pueblo y seguir manteniendo mis
tradiciones".
Pero,
por un momento este pequeño que se encuentra a lado de su compañero Chimino,
con una escopeta calibre 20, ve jugar con su trompo a los cinco niños de la
misma edad que él. Un poco cohibido precisa su comentario: "No quiero ser
policía comunitario todo el tiempo, quiero ser profesor".
Sin oportunidad de estudios
Para
Guillermo, las oportunidades de continuar con sus estudios son mínimas. En las
16 comunidades -13 del municipio de Chilapa y 3 del municipio de José Joaquín
de Herrera- en donde tiene presencia la CRAC-PF, no hay planteles de nivel
superior; aclaró el coordinador de este sistema comunitario, David Sánchez
Luna.
Agregó
que en dónde sí hay preparatorias o telebachilleratos es en Hueycantenango y
Chilapa, las cabeceras municipales, pero advierte: "mandar a los niños a
estudiar ahí es como mandarlos al matadero, porque es donde operan Los
Ardillos".
Sin
embargo, Guillermo que tiene tres hermanitos mayores que él -Delfina y Chano de
7 años de edad, y Gabi de 8-, empuña su arma de palo, pone el tiro arriba,
engancha su dedo índice sobre el gatillo, apunta con el cañón al frente y envía
a "Los Ardillos" una señal de defensa.
De
la misma forma lo hacen sus 18 compañeros también enlistados en la CRAC, pero
con fusiles reales de color plata, entre los cuales hay calibres 22, 12, 16, 20
y 10. (Agencia Periodística de Investigación)
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