Por Pablo Jofre Leal
Estados Unidos
representa un peligro para las relaciones internacionales y sobre todo cuando
la referencia es Latinoamérica. En esta región se han concretado ciertas
concepciones, que han determinado una particular forma de entender los vínculos
que Washington tiene con los países al sur del rio Bravo. Y esta noción es la
que en el plano de la política exterior estadounidense con relación al conjunto
del continente americano se conoce como la Doctrina Monroe (1)que marca el
inicio de la política exterior del país del norte.
Un evangelio político
diseñado por el país del norte bajo la creación intelectual de John Quincy
Adams y atribuida erróneamente al quinto presidente de los Estados Unidos James
Monroe cuando éste la presentó en el Discurso ante el Congreso el año 1823. Una
Doctrina, que en esencia proclamaba a Estados Unidos como líder de la oposición
de los países americanos a la amenaza de la posible restauración monárquica en
Europa y la llamada Santa Alianza tras las guerras napoleónicas y el temor que
pretendieran recuperar algunas posesiones en América. La idea de “América para
los americanos” como oposición al colonialismo, se transformó en América para
los estadounidenses – que incluso tomaron para sí el nombre de América –
expresando de ese modo su verdadero objetivo: transformar a los países del sur
en su patio trasero, países dependientes de Estados Unidos, en todos los
planos: económico, militar, político y hasta cultural. América no es Estados
Unidos y un acto de soberanía y de exigencia a quienes se refieran a Estados
Unidos es dejar de mencionarlos con nuestra denominación. América es
Norteamérica, Centroamérica, Sudamérica pero no Estados Unidos. Un acto de
independencia cultural comienza por este sencillo paso de autodeterminación.
Mitos Estadounidenses
Existe un documento muy
interesante, del autor Martin Goldstein "America´s Foreigh Policy: Drift
or Decision “(2),donde examina una serie de valores, creencias y tradiciones,
que se manifiestan en la cultura política norteamericana, y que son
significativos e importantes a la hora de entender su conducta en política
exterior. Conceptos tales como aislacionismo, legalismo, moralismo, sentido de
misión, a lo que se une el pragmatismo político, Liberalismo económico, empresa
privada y optimismo, se confunden en su actuar en el plano internacional,
originando una conjunción de intereses políticos, económicos, militares y
lógicamente culturales, que se proponen imponer, no compartir. Y, en ese plano
resulta indispensable sostener una política crítica con relación a la
participación de Washington en nuestros procesos regionales de integración y
que suelen ser amenazados precisamente por el régimen estadounidense en materia
de no validar nada que no esté manejado desde Washington. Lo paradójico es que
las amenazas inevitables de esa “cooperación” para la seguridad regional, bajo
su mando, se une la inestabilidad para las distintas élites gobernantes.
Estos elementos de la
cultura política estadounidense que he mencionado son contradictorios,
ambivalentes y nunca actúan o intervienen de forma individual. Al realizar un
análisis más detallado de la historia de los Estados Unidos, notamos un país
convencido de tener un sentido de misión en el mundo a través de una especie de
destino manifiesto bajo la égida de una serie de valores morales que se oponen
a su actuar práctico: intervencionista, sostén de dictaduras y regímenes
antidemocráticos, y lejos de su manoseada monserga de libertad política,
autodeterminación y otros puntos más parecidos a una utopía que una realidad.
La política estadounidense suele ser de control de aquellos países cuyos gobiernos
le son incondicionales y de intervención directa o desestabilización cuando los
gobiernos no le son afines como es el caso de Cuba y Venezuela como ejemplos
paradigmáticos de intervención de Washington en los procesos de política
interna dañando en forma evidente la soberanía de estos países.
Desde sus inicios, los
habitantes de las colonias inglesas en el Nuevo Mundo se sintieron parte de una
nueva cosmovisión. Los Puritanos del Mayflower escapaban de la persecución en
tierras inglesas para establecerse en una tierra que se les ofrecía pletórica
de oportunidades. Llegaban con una concepción del mundo, con una ética y
un espíritu que transformarían en razón y motor de su actuar cotidiano. Los
Puritanos que arribaron a América del Norte tenían como emblema, y espíritu de
sus creencias capitalistas el trabajo como principal sostén en el desarrollo
integral del hombre. Un hombre " que elevaba su conducta a trabajo
racional, calculado, coherente y dotado de aquella férrea unidad y obstinación
con la que el cristiano buscaba su salvación”(3) Y la forma política donde
mejor se podía expresar esta manera de entender el mundo, era con un sistema
donde se permitiera la iniciativa particular, sin trabas del estado en la
generación de riqueza, que sobreentendía el hecho, que a más riqueza
individual, más riqueza social. La competencia es entendida como un torneo de
limpieza y prosperidad - Yo muestro mi valer como ser humano, ante otros y ante
dios si consigo el éxito en las empresas en las que me embarco.
A partir de lo anterior
podemos entender, que uno de los elementos fundamentales del carácter nacional
norteamericano que más influyó en su forma de actuar y entender la política
exterior se refiere a su moral, a su ética en lo que dice relación a entender
su conducta frente al comportamiento de los otros. Ese espíritu al que nos
referimos marcó el actuar, la comprensión y el análisis que se hacían sobre los
fenómenos políticos externos en los que Estados Unidos ha participado, ya sea
por acción o por omisión, y en ese comportamiento el concepto de dinero
adquiere una relevancia fundamental: El tiempo es dinero. El crédito es Dinero.
El dinero tiene una naturaleza fértil y prolífica. Un buen pagador es el dueño
de la bolsa de cualquiera. El hombre ha de tener cuidado sobre las cuestiones
más insignificantes que influyan sobre su crédito. El hombre debe cuidar de
considerar su propiedad como todo lo que posee y de vivir de acuerdo con ello.
El sentido del ahorro fortalece mi vida futura(4)
Lo mencionado, es parte
componente de esta moral puritana que influyó en la conformación del pueblo
norteamericano. Hay por ello un entrecruzamiento entre el moralismo religioso y
la actividad económica. Creo que esto es lo importante de un sistema de valores
en los Estados Unidos, y no tanto ese supuesto respeto a la autodeterminación
de los pueblos, a los derechos fundamentales del hombre o la libertad
individual de aquellos. Para los Estados Unidos todos aquellos conceptos son
letra muerta cuando sus intereses, que es hablar de peligro para su afán de
riqueza es amenazado, por ello creemos que ese actuar puritano ha perdido el
carácter aséptico, de sana competencia, de individualismo consciente del
bienestar social. De eso sólo queda la excusa, el cascarón hueco de quien sigue
repitiendo esas ideas, pero se comporta como un animal carroñero.
Aquellos que no creemos
en el sistema de valores, creencias y tradiciones estadounidenses tenemos la
responsabilidad de leer los palimpsestos que la historia de las relaciones
internacionales nos muestra, como ejemplos de la falsedad de la política
exterior de un país que ha basado su desarrollo y poderío en el desprecio por
los derechos de otros pueblos más débiles. En ese plano es importante apoyarse
en aquellos que perciben también el peligro de resucitar la Doctrina Monroe.
Tal idea ha sido declarada por el ministro de Defensa Ruso Serguei Shoigí quien
afirmó que “Estados Unidos reanima su doctrina Monroe a fin de restringir la
soberanía de los países latinoamericanos…el gobierno de Donald Trump pretende
presionar a todos aquellos que no comulguen con su política y un ejemplo de
ello es la situación en Venezuela, donde el Gobierno legítimo del presidente
venezolano, Nicolás Maduro, es blanco de una presión “sin precedentes” desde el
exterior. Shoigú indicó que, ante la política de EE.UU. basada en la mencionada
doctrina, Rusia está dispuesta a fortalecer la cooperación militar con los
países de América Latina. “Esa cooperación da sus frutos”,” concluyó el alto
funcionario ruso en su intervención en la VII Conferencia de Seguridad
Internacional de Moscú.
El factor ruso: Buscando
Nuevos caminos
En este escenario
político resulta evidente, que Latinoamérica no puede confiar en Estados Unidos
y sus administraciones. Debe buscar socios diversos, confiables y que no estén
dotados de esa carga valórica donde se desprecia al contrario. Uno de esos
posibles socios y que ya ha trazado un camino importante, principalmente es la
federación rusa cuya interacción, a diferencia de aquellas que suelen tener Estados
Unidos y las ex metrópolis coloniales como España, Francia, Holanda y Gran
Bretaña, se basa tradicionalmente en relaciones equitativas y mutuamente
beneficiosas. Así se percibe en los pasillos de gran parte de las cancillerías
del continente americano, a pesar de la campaña de desprestigio lanzada por
Estados Unidos contra el país euroasiático.
El aumento de los
vínculos económicos con Rusia ha ido del par de la apertura a China y la
República de Irán sobre todo en aquella área que en algún momento se denominó
ALBA y que recibió el ímpetu desestabilizador de estados unidos.Sobre todo
durante la última década una serie de gobiernos latinoamericanos: Venezuela,
Ecuador, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Argentina ubicados en la trinchera política
más de izquierda o progresistas profundizaron su relaciones políticas y
económicas con la Federación Rusa. La tesis subyacente a este tipo de
relaciones, que es considerada y estudiada en aquellas cancillerías que están
más sujetas al influjo estadounidenses es que “en un entorno de paz inestable
en el mundo, Rusia y aquella asociación de países en la cual se inscribe, como
es el BRICS sigue siendo una de las pocas asociaciones internacionales basadas
en una asociación equitativa y mutuamente beneficiosa.
Esa visión ha sido
expresada en el más alto nivel del gobierno ruso. Hace unos meses atrás el
director para América Latina del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores,
Alexander Schetinin, señaló que Rusia trabaja con objetivos que no son
coyunturales “"Las buenas relaciones de Rusia con América Latina no
dependen del color del Gobierno" haciendo clara referencia a una mirada
estratégica, que no dependen de los cambios que se operen en cada país pero
que, indudablemente, mientras sean más independiente de Washington, mucho mejor.
Es evidente que bajo Donald Trump, la importancia que Washington a ha otorgado
a Latinoamérica ha sido escasa. Más dedicado a impedir la entrada de
inmigrantes a su territorio que a buscar caminos de desarrollo junto a sus
vecinos del sur o acercar posiciones políticas y económicas con el polo
sudamericano, Trump ha menospreciado a gran parte de América.
Y, en ese contexto, en
un mundo pleno de cambios, creo ya demasiado tarde, Estados Unidos ve con
creciente temor como china y especialmente la Federación rusa, están teniendo
una gran incidencia en el área. El factor Venezuela ha sido especialmente
sensible lo que ha puesto tanto a Moscú como a Beijín en el ojo político
estadounidense, calificándolos como los rivales a temer en la región ya no
extra hemisféricos, lo que muestra el talante del desafío que enfrenta una
política que solía mirar a los países al sur del rio Grande como una simple
suma y que ha tenido que entrar a entender que existen otros países capaces de
entender las relaciones internacionales como mutuamente beneficiosas y no sólo
en beneficio de la voracidad gringa. Rusia, así sostenido por Schetinin,
expresando con ello la posición de su gobierno afirma “Nosotros trabajamos a
favor de una estabilidad estratégica en el mundo…no le ponemos ninguna
condición a ningún país para sentarse a negociar"
Estos años de gobierno
de Putin han mostrado a una Rusia distinta, que se presenta ante el mundo como
la potencia que es, con una gran consolidación interna y proyectándose al mundo
como un actor relevante, en cada continente. Ya sea en oriente medio y su
defensa de Siria, en Latinoamérica y su defensa del proceso cubano y
venezolano, exigiendo respecto a la autodeterminación de los pueblos. Rusia es
hoy un actor que despierta confianza, que trabaja sin amenazas o sanciones.
Trabaja con reglas adscritas a las normas internacionalmente reconocidas por el
derecho internacional y ello, con un Estados Unidos que aún cree en el destino
manifiesto, en Doctrinas añejas y peligrosas, sin duda se agradece.
No es extraño entonces
que esta América, despliegue un abanico de relaciones con aquellos que nos
respeten. Un continente que día a día consolida su propio nombre, sin temor a
usarlo, llamándonos como lo que somos, alejándonos, por ejemplo, de conceptualizaciones
como aquellas de denominarnos hispanoamericanos o latinoamericanos, que nos
permite recobrar nuestro concepto, nuestra forma de identificarnos. América con
señorío de los americanos no tiene dificultades en sentarse con Estados Unidos,
China, con la Federación rusa y con Irán si así lo desea pero bajo premisas de
una asociación equitativa y mutuamente beneficiosa, sea esto en el plano
político, comunicacional, económico o militar.Ser americano y mantener buenas
relaciones con el mundo es un imperativo, haciendo realidad aquellas palabras
del fallecido artista chileno Rolando Alarcón “Si somos americanos somos
hermanos señores, si somos americanos no miraremos fronteras”.
1. Goldstein,
Martin. "America´s Foreign Policy: Drift or Decision. Rowman &
Littlefield Publishers. 1984
2. John Quincy Adams, autor intelectual de esta doctrina sostenía la necesidad de mantener y desarrollar el concepto de supremacía de la forma de vida norteamericana, sobre otras culturas consideradas inferiores, y lógicamente constituían una "casta imposible de mejorar" ante tal panorama no quedaba otra cosa que civilizar a tales hordas.
3. Weber Max. "La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo ". Itsmo Editores. Madrid, España, 1998, Página 9.
4. Weber Max. Op. Cit. Página 105
2. John Quincy Adams, autor intelectual de esta doctrina sostenía la necesidad de mantener y desarrollar el concepto de supremacía de la forma de vida norteamericana, sobre otras culturas consideradas inferiores, y lógicamente constituían una "casta imposible de mejorar" ante tal panorama no quedaba otra cosa que civilizar a tales hordas.
3. Weber Max. "La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo ". Itsmo Editores. Madrid, España, 1998, Página 9.
4. Weber Max. Op. Cit. Página 105
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