Estados Unidos decidió ser el juez
del mundo, es quien juzga y condena sin piedad a todo el que no dobla sus
rodillas ante él
Por Moisés Absalón Pastora
Al margen de las simpatías o no que
los ajenos y extraños puedan tener con Nicaragua o con los nicaragüenses, con
el gobierno o con el oposicionismo, nuestros asuntos internos, nuestras
diferencias deben ser resueltas por nosotros los ciudadanos paridos por este
país y no por los criterios absurdos y destructivos, fundamentados en inventos
y las mentiras del imperio y sus satélites que no tienen ni vela en este
entierro ni nada que perder y que con su actitud interventora e invasiva
alientan a una guerra civil que no tiene razón y que solo está en la cabeza
descerebrada de vividores de la politiquería cuya única y exclusiva actividad
se concentra en sembrar el odio, que menos mal, solo crece hacia las
profundidades del infierno donde habitan los demonios a los que sirven.
Nicaragua es un país que ya tuvo
suficiente con las angustias marcadas en su historia por la arrogancia de un
imperio que no se encarga de sus propios problemas, pero sí que se ocupa
desayuno, almuerzo y cena para tramar cualquier cosa que conduzca al cobarde
bloqueo contra un país fundado sobre una dignidad y nacionalismo que hoy más
que nunca son una coraza impenetrable de honor y que más alza su frente
orgullosa en la medida que la locura imperial dicta que la Nicaragua de paz que
tenemos y que construimos todos los días con hechos y no promesas, es
absurdamente una amenaza para su seguridad.
Qué ridículo el imperio al considerar
que Nicaragua es una amenaza para su seguridad. Lo dice desde la oficina oval
un loco bajo el juicio de los mismos que lo pusieron en el poder y que es el
enemigo más peligroso que ahora tiene la humanidad; lo dice el policía del
mundo que donde puede mete sus narices; lo expresa el que como cualquier vulgar
y ordinario ladrón se introduce a cualquier casa del planeta sin avisar y sin
ser invitado; lo dice el que invade nuestros hogares y pretende decirnos cómo
gobernar nuestras familias; el que arrogantemente se proclama paradigma de la
libertad y la democracia y lanza bombas, como expresión de sus excretas, sobre
pueblos asesinados por sus conquistas.
¿Estados Unidos, por qué miras la
paja que hay en el ojo de tu víctima y no ves la viga que está en el tuyo como
victimario?
¿Cómo puedes decir señalar a un David
que le danza a la paz y tú, Filisteo imperial que matas con hacha criminal, no
ves que sobre tu acero gotea la sangre inocente?
Es hipócrita y cobarde Estados Unidos
porque siendo la amenaza de un planeta herido por la espada de la Casa Blanca,
que hoy reclama su derrumbe imperial, se luce con los pequeños, pero calla ante
los grandes porque no veo como declare a Rusia, a China, a Irán, Corea del
Norte u otros con poder militar decir que son una amenaza contra su seguridad.
Las palabras de Jesús de ver la paja
en el ojo ajeno sin ver que en el tuyo tienes una viga tiene una especial
resonancia para nosotros. Todos, sin excepción, tenemos mucho que aprender de
ellas. Todos, sin excepción, tenemos que escucharlas, meditarlas en nuestro
corazón, y ponerlas en práctica en nuestra vida de cada día como habitantes,
que con poder o sin el, habitamos este planeta.
Los seres humanos, de toda clase y
condición, tenemos una inclinación malsana y persistente, a criticar a los
otros. Vemos con mucha facilidad los defectos y las malas acciones de quienes
están a nuestro alrededor y ello nos lleva a criticarlos destructivamente en
nuestro corazón y de viva voz, por una razón u otra, la mayoría de las veces
con dureza, con odio y sin razón, sin atender la causa y el origen del problema
porque el nuestro no es que seamos una amenaza para el imperio, sino que el
imperio es una amenaza para el mundo.
Los soberbios, los engrandecidos, los
poderosos olvidan por completo sus defectos, sus fallas y aberraciones que son
monumentalmente grandes porque convierten sus agresiones interventoras e
invasivas contra los que creen que somos débiles, en reacciones
desproporcionadas que buscan cómo ensañarse odiosamente en aquel o aquellos que
dignamente buscan la paz, el trabajo, la estabilidad para prosperar, pero que
no piensan igual al dictador del mundo o igual a aquel que se cree presidente
del mundo y por tal asume que nos puede imponer desde la majestad de su trono
criminal la voluntad imperial.
Estados Unidos decidió ser el juez
del mundo, es quien juzga y condena sin piedad a todo el que no dobla sus
rodillas ante él, pero cuando el mundo le da la espalda, porque se avergüenza
de sus tropelías se hace el sordo, el ciego y el mudo con su propia conducta y
busca entonces, en vez de rectificar, hundir más el acelerador de su
prepotencia como para decir sí ustedes piensan de otra manera y qué si yo soy
de todas formas quien manda.
El imperio debería revisar lo que
hace y corregir con prontitud porque ya no es solo el mundo quien lo ve como
asesino sino que en sus entrañas sus ciudadanos saben que su país dejó de ser
el referente y el paradigma, de la libertad y que ahora es una infernal
pesadilla donde el odio y la violencia mata masivamente todos los días haciendo
de Estados Unidos una dictadura planetaria que perdió la paz desde que se
granjeó todo el odio del mundo y por eso vive una cotidianidad mentalmente
desequilibrada porque sabe que es tanto el daño que hizo, hace y sigue haciendo
que no sabe por dónde le vendrá el medio vuelco y por eso es que ahora cierran
la Casa Blanca hasta por ver en el cielo a un zopilote.
El primero que tiene que ver la viga
que tiene en el ojo es Estados Unidos, gobernado por un loco por un demente de
camisa de fuerza que está siendo enjuiciado y que revivió el racismo, que
revivió la política del gran garrote, que insiste en levantar su propio muro de
Berlín contra Latinoamérica, que usa la Casa Blanca para el tráfico de
influencias para su beneficio y que además está en una maraña de una
ingobernabilidad que lo tiene cerca de perder su reelección y que ha usado
temas que competen a las relaciones internacionales para fustigar a Nicaragua,
a Cuba y Venezuela pero no porque tenga razón y sustento por lo que hace sino
para distraer de la atención de los norteamericanos la evidente precipitación a
tierra de la desplumada Águila Imperial.
Aquí en Nicaragua tenemos obviamente
lacayos internos que obedecen al imperio, pero el imperio también tiene peleles
que, desde algunos gobiernos, que ya enfrentan la indignada ira de sus pueblos,
quieren imitar el papel de sus amos y de pronto han llegado a pensar que pueden
meter su cuchara en nuestros propios asuntos y sin la más mínima moral nos
señalan cuando ellos son algo más que sepulcros blanqueados.
Nos ataca él imberbe Presidente de
Costa Rica, carajillo que resultó electo por esos accidentes de la frustración
política, pero que navega en una balsa llena de hoyos en medio de aguas picadas
por la indignación ciudadana que mantiene a la otrora Suiza centroamericana en
la turbulencia y agitación de una sociedad próxima a estallar contra una
desigualdad que se podrá llamar cualquier cosa menos democracia.
Atacó a Nicaragua desmedida y
denodadamente el saliente presidente y pelotudo de Argentina, cuya viga es la
de un pueblo que en un 63% considera que su vida empeoró desde que Mauricio
Macri llegó al poder para hacer de los argentinos una involución de la esperanza
a la indigencia, pero que para sostenerse en el poder y en los errores, no
escatimó costos para vapulear a quienes se le oponen y que finalmente
terminaron de aplastarlo en las más recientes elecciones por las cuales el
Kirchnerismo vuelve al poder.
Atacó a Nicaragua el presidente
títere de Colombia, Iván Duque Márquez, que prefirió arriesgar la paz interna
del pueblo que ahora tiene en las calles a fin de incendiar la vida de los
suyos con el único fin de congraciarse con el yanqui.
Atacan a Nicaragua, desde el Cartel
de Lima, una ristra de presidentes que en su totalidad son un grupito de
idiotas que desoyendo la conciencia de sus pueblos están llenos de
frustraciones y que sobrándose en incapacidades no resuelven internamente lo
que les corresponde, ni se ubican al lado de la razón histórica porque son
neófitos e ignorantes que no miden las consecuencias de pasar por encima de las
venas latinoamericanistas y todo para congraciarse con un imperio que no tiene
amigos y por el que al final podrían terminar pagándolas muy duro porque todo
podremos ser en nuestro continente menos el traspatio de los Estados Unidos.
Criticar a los demás, por una razón o
por otra es fácil, muy fácil. No exige mayor esfuerzo de nuestra parte, y
siempre habrá para nosotros un motivo que lo “justifique”, una razón que lo
respalde, al menos en apariencia. Pero la vida auténtica no busca lo que es
fácil o lo que nos queda cómodo, sino lo que es bueno, lo que se ajusta a la
voluntad de Dios, que nos ama a todos como hijos y quiere que vivamos como
verdaderos hermanos, en el amor y el respeto mutuo. Por eso mismo examinar
nuestra conciencia traerá mucha paz a nuestro espíritu para vivir y dejar vivir
y debemos sentirnos bien los nicaragüenses porque eso es lo que estamos haciendo.
Una caterva de hipócritas que tienen
una enorme viga en sus ojos critican a Nicaragua y lo hacen a nombre de
libertades que no aplican en sus países y que creen que otros que también
habitamos el mundo ignoramos o no conocemos en un planeta donde todo es inmediato
y donde la mentira tiene patas muy cortas.
Hipócritas quienes hablan de
democracia y avalan la autoproclamación de un chavalo irresponsable en
Venezuela o una mujerzuela y actriz porno en Bolivia donde se materializó un
criminal golpe de Estado que nunca vio la tristemente célebre OEA.
Hipócritas aquellos que siendo
latinos se lanzan contra los de su mismo origen para congraciarse con quien es
el autor del empobrecimiento y saqueo de nuestra América.
Al final, sin embargo, qué
interesante que nuestro país desde el ojo del Águila Imperial resulte ser una
amenaza y yo creo que sí tienen razón, pero no porque nuestras lanchitas les
vayan a hundir sus portaaviones, no porque nuestros helicópteros, los que
usamos para faenas de rescate en tragedias de orden natural, vayan a derribar a
sus apaches acorazados o porque nuestro pequeño ejército vaya a invadirlos y a
caerle a la Casa Blanca para sacar en calzoncillo al pelo de maíz de Donald
Trump, sino que nos temen porque le tienen horror al fantasma de Zeledón y de
Sandino, porque saben que aquí la dignidad nacionalista que nos estampó como
fierro el General de Hombres Libres es un ideal, es una visión aguerrida de no
temer a la sinrazón de la fuerza, sino en fundamentar los principios y valores
que nos distinguen en la fuerza de la razón. Eso a nosotros nos hace grandes, y
a ellos, fracasados constantes de una soberbia que por descerebrada ignora que
América Latina está llena de leyendas estoicas de aquellos hijos que siguen
siendo los vencedores de la muerte a través de todos los tiempos.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.
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