Foto proporcionada por Análisis a Fondo
Entre Monterrey y Nuevo Laredo, la
carretera de la muerte
Hasta este fin de semana habían sido
levantados unos 50
Por Francisco Gómez Maza
México se ha ido consolidando, sobre todo
desde el sexenio del comandante Felipe Calderón, en uno de los países en donde
pareciera que quienes mandan son los gerentes de las empresas criminales de la
delincuencia.
Del lado de enfrente, la aparente
inutilidad de los gobernantes, totalmente incapaces de parar a los
secuestradores y asesinos, que todos los días mezclan la sangre con la tinta
negra, en las páginas de la prensa escrita, y llenan de amarillismo los tiempos
de la radio y la televisión.
No son novedades las desapariciones
forzadas en México. Son el pan nuestro de cada día. Pareciera que son parte de
una especialidad del accionar del ser humano, dedicado a hacer daño, como deporte,
a otros seres humanos.
Podría afirmar que, en este terreno del
crimen, es más obvio aquel axioma de Thomas Hobbes, filósofo inglés del siglo XV,
quien dijo: homo homini lupus, oración latina que en buen castellano significa
el hombre es lobo del hombre, en referencia al egoísmo humano. Y lobos del
hombre, aparte de los explotadores de la mano de obra, son los hombres que
secuestran, desaparecen a otros hombres, crimen que se ha incrementado en “la
carretera de la muerte”, la que va de la Sultana del Norte a Nuevo Laredo.
En efecto, de acuerdo con estimaciones
periodísticas, a un medio centenar de personas se lo tragó la tierra, en las
últimas semanas, cuando viajaban en su vehículo personal, entre la ciudad de
Monterrey, en el estado de Nuevo León, y Nuevo Laredo, Tamaulipas, ciudad
calurosísima que siempre ha estado presa de los grupos de narcotraficantes, que
recorren impunemente sus calles en góndolas, fuertemente armados, como
presumiéndole a todos que ellos son los amos y señores de la ciudad.
En el trayecto de Monterrey a Nuevo Laredo
y viceversa, los ahora desaparecidos fueron interceptados por desconocidos,
obligados a detenerse y, como por arte de brujería, dejaron a la deriva sus
automóviles y nadie volvió a saber de ellos. Sólo una media docena de hombres
ha reaparecido salvajemente golpeados.
¿El objetivo de desaparecerlos? ¿Cobrar un
rescate? Nada. Fueron secuestrados, desaparecieron y nadie supo más, ni sabrá,
de ellos. Y punto. Sin más. Sin decir agua va. Sin ninguna razón aparente.
Nadie volvió a saber de su familiar o familiares, que salieron un día sanos y
salvos de Monterrey, para dirigirse rumbo a Nuevo Laredo, o de Nuevo Laredo con
rumbo a Monterrey.
Estas desapariciones son paralelas a la
incursión de criminales en la ciudad de tamaulipeca de Reynosa, el sábado
22 de este junio, y que dispararon, en al menos 180 ocasiones, suficiente para
matar a 15 civiles que caminaban por la calle, entre ellos, dos taxistas, un
estudiante, un ciudadano nicaragüense y una familia, de acuerdo con reportes a
la prensa de Irving Barrios Mojica, fiscal general de Justicia del Estado de
Tamaulipas.
Estos hechos delictivos hacen imaginar que
México estaría regresando a los días oscuros de la guerra contra el
narcotráfico, de 2006 a 2012, cuando Felipe Calderón se vistió de comandante
Borolas y le declaró la guerra a las bandas de la delincuencia organizada; cuando
los pistoleros de los cárteles solían atacar tanto a personas comunes como
entre ellos mismos, ante la guerra hipócrita encabezada por Genaro García Luna,
a la sazón secretario de Seguridad Pública de Calderón y que ahora se encuentra
en una cárcel de Nueva York, acusado de narcotráfico, en espera de una
sentencia que observadores esperan que sea de cadena perpetua.
“Ya no es entre ellos, (ahora) los cárteles
están atacando a la ciudadanía”, aseguró la activista Angélica Orozco.
Se cree que la mayoría de los desaparecidos
fue levantada al acercarse o salir de Nuevo Laredo, ciudad dominada por los narcos,
como dijimos más arriba, y que hace frontera con Laredo, Texas.
Todo pareciera un misterio criminal. Las
autoridades mexicanas, aparentemente, no tienen clara la razón de las
desapariciones. Qué motivos tienen los secuestradores para llevarse a
ciudadanos y familias que viajaban por necesidad entre ambas ciudades.
Unos seis hombres han reaparecido vivos,
golpeados salvajemente, y lo único que dijeron es que hombres armados los
obligaron a detenerse en la carretera y se llevaron sus vehículos. Por qué. Es
una pregunta sin respuesta. Como los inocentes asesinados en Reynosa. Veremos
hasta dónde llega la sangre.
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