Ojo, la inflación podría desbocarse
Sólo se paga amarrándose las tripas
Por Francisco Gómez Maza
Pasadas las elecciones políticas de medio
sexenio, no queda más que volver a enfrentar la realidad –una realidad aún más
morenista-, en la mayoría de los casos nada grata para la inmensa mayoría de la
población, que no conoce, verbi gracia, el palacio de hierro de Polanco, en
dónde un reloj pulsera puede llegar a costar millones de pesos, o unos tenis de
“marca”, que cuestan 250 pesos en Tepito a 15,000 morlacos.
Pero no sólo enfrentar la realidad así,
fríamente, como si se tratara de enfrentar a los gendarmes que cuidan las
instalaciones del Metro, sino buscar salidas a los atolladeros económicos. Y
aquí es un mito aquello de que la solución somos todos. Y casi siempre no hay
solución porque a nadie le importa que el vecino de al lado o el de enfrente
muera de hambre; es su problema.
Pero las broncas económicas de la sociedad de
la base de la pirámide, y ahora de la mayor parte de ella, son gravísimas y, a
veces aparentemente, sin solución, particularmente para los trabajadores, y más
para los sub ocupados, para los desempleados, para las clases medias
empobrecidas, para los pobres, para los pobres de los pobres y, ya no se diga,
para los miserables: Hay muchas personas desempleadas y muchas más, en el
límite de la miseria y el hambre.
Es el caso del combate a la inflación, ese
injusto y cruel impuesto que pagan los pobres, cuya solución depende de la
responsabilidad, del realismo, de la capacidad científica y política de las
autoridades monetarias, porque quienes propician el encarecimiento de los
bienes y servicios jamás van a aceptar que están cometiendo un verdadero
crimen.
En estos tiempos de crisis sanitaria y/o
económica no deja de ser una gran tentación para quienes forman parte de la
oferta incrementar los precios de los productos, que necesitan comprar los
llamados consumidores, como alimentos, medicamentos, principalmente, ya que la
compra del resto de los satisfactores materiales puede esperar tiempos más
propicios para su adquisición.
El Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (INEGI) informó, este miércoles 9 mayo, que el Índice Nacional de
Precios al Consumidor (INPC) presentó, en el quinto mes del año, un crecimiento
de 0.20 por ciento, respecto al mes de abril. Con este resultado, la inflación
general anual alcanzó una variación de 5.89 por ciento, el doble de la de mayo
de 2020, cuando fue de 0.38 por ciento mensual y de 2.84 por ciento anual.
El comportamiento de los precios productor fue
una gran presión para el de los precios al consumidor. El Índice Nacional de
Precios Productor (INPP) Total, incluyendo petróleo, registró un incremento de
0.81% frente a abril y de 6.01% a tasa anual. En igual mes de 2020 disminuyó
0.21% mensual y aumentó 3.07% a tasa anual.
Viendo los porcentajes calculados por los
expertos del INEGI, es preocupante el comportamiento de la inflación. Ya una
inflación que haya crecido un 6% anual es depauperante; altera las condiciones
económicas de los pobres.
Ante este perículum, como decían los
universitarios de la Colonia, no hay que cerrar los ojos. Todo se descarrila en
la estructura económica si se permite que se desaten los amarres de los
precios, hechos que pareciera benefician a los productores, distribuidores,
comerciantes, cosa que es una fake news. Y si no benefician a estos, a los
pobres los hace papilla.
Hay ventajas que pudieran ser, o que son, anti
inflacionarias. El peso, por ejemplo, está fuerte ante el dólar estadounidense.
Y eso nos favorece, al final del día. Y recuerde: de ninguna manera, no le
conviene a nadie, que los pobres paguemos un impuesto criminal que, además,
sólo se puede pagar amarrándose las tripas.
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