Blog de la
autora: https://cronicasdeunainquilina.com/
Por Ilka
Oliva-Corado
Enciende la plancha y prepara un vaso de agua para rociarle con los dedos sobre el pantalón. Fulgencio sigue con la tradición de su abuelo materno, usa camisas y pantalones de vestir, suéter de lana y zapatos tipo mocasines. Siempre con su pañuelo de tela bien planchado y cuidadosamente doblado guardado en la bolsa de atrás del pantalón. Usa el mismo cincho de cuero desde hace cuarenta años.
Ya que
tiene su mudada lista se va a bañar con el agua fría del tonel, pero primero
lava la muda de ropa del día anterior y la deja secando. Se restriega los
carcañales con las piedras pomas que compra en el mercado en el local de doña
Juanita que es la vendedora más antigua, con treinta años en el puesto, empezó
vendiendo pashtes [1] y
hoy en día tiene piedras pomas, bolsas de arena roja, copal, 2 veladoras, siete montes
y puros.
Cuando le
alcanza el dinero Fulgencio compra pasta dental, pero con regularidad se
cepilla con sal y carbón los pocos dientes que le quedan. Se moja el
cuello con Aguaflorida a la vieja usanza.
Le cuesta
mucho ajustar para surtir su mercadería, alquila un cuartito de tres por tres
metros en las cercanías del mercado La Presidenta, en la capital
guatemalteca. Siempre desayuna en el puesto de doña Julia, que viaja
todos los días a las dos de la madrugada desde Ciudad Vieja, Sacatepéquez, hasta
la capital para cuando llega el alba ya está colocando sus dos mesas de pino y
encima los canastos con camotes y güisquiles cocidos, atol de tres cocimientos,
arroz con leche y atol blanco. En la parrilla pone a calentar los tamales de
frijol, chipilín y elote. También vende panes con huevo y jamón y jugos de
naranja preparados con huevos de pato. Antes vendía con huevos de parlama, pero
desde que le explicaron de la extinción de las tortugas dejó de
comprarlos.
Fulgencio
siempre pide dos tamales de chipilín y un atol blanco que pasa a pagar al medio
día, cuando va a comer su almuerzo: un pan con frijoles y un atol de arroz con
leche. Él no tiene puesto, pero todos los días a las siete de la mañana se
coloca en la entrada del mercado con la mercadería que carga en una caja de
madera que abre como maleta y se cuelga de los hombros.
Se sienta
en su banquito plástico y comienza a ofrecer su producto: chicles, bombones,
cigarros sueltos y por cajetilla, ricitos y una que otra galleta. Cuando se
cansa o se aburre deja el banquito encargado y camina por los alrededores del
mercado, hay ocasiones en las que termina en las puertas del
Cementerio General y ayudando a los vendedores de flores. Así es
como estira los músculos y se airea un poco, después vuelve por su banco y
regresa a su lugar. Hay ocasiones en las que se queda dormido y no logra
vender, pero algunas personas le dejan dinero en una esquina de la caja.
No es mucho
lo que logra vender al día por eso Fulgencio con setenta y cinco años,
analfabeta, sin ningún familiar vivo, al finalizar su jornada laboral ofrece su
ayuda a los vendedores del mercado limpiando y sacando la basura, con lo que le
dan se socorre para ajustar para la renta y su comida del día a día.
Su cena la
prepara en la estufita de mesa que tiene en el cuarto que renta, son verduras
que ha salvado de la basura, se lamenta no tener un refrigerador porque si no
ahí guardara hasta los huesos de pollo que tiran las de las
pollerías y de paso algunos hígados y mollejas para su
caldo. Pero tiene un colchón que compró nuevo en la avenida Bolívar,
es su lujo más grande, nunca había tenido nada nuevo en la vida, a veces cree
que soñar con un refrigerador es pedirle mucho a la vida y ser malagradecido
con lo que tiene, si hasta le sobra una almohada.
[1] Pashte: Esponja natural que proviene de
la planta de nombre luffa, que en Guatemala y Centroamérica se utiliza para el
aseo personal o para lavar platos.
2 Resina de árbol que se utiliza como incienso en la espiritualidad
maya en países de Centroamérica y México.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario