miércoles, 21 de diciembre de 2022

LOS PATOS LE DISPARAN A LAS ESCOPETAS

 

Por JOEL ORTEGA JUÁREZ

 “Cuando plantean lo de Ciro, de que pudo ser un autoatentado, no porque él se lo haya fabricado, sino porque alguien lo hizo para afectarnos a nosotros, no lo descarto” estas palabras delirantes corresponden a la vieja trampa de convertir a las víctimas en victimarios. Eso hizo el Estado, no solo el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, la tesis de culpar a los estudiantes de la masacre en Tlatelolco la hicieron suya el Poder Legislativo y el Poder Judicial. Eso hacía José Stalin, lo hizo Mao, Fidel Castro, Daniel Ortega, Maduro y todas las dictaduras, por supuesto también Adolfo Hitler cuando incendió el Reichstag y culpó a los comunistas.

Los patos le tiran a las escopetas. Ciro Gómez Leyva sufre un atentado contra su vida, le disparan a matar y el presidente lo culpa de ser el autor del atentado o a las fuerzas conservadoras que están en contra de las transformaciones.

Es humor involuntario al más puro estilo del cineasta cubano-español-mexicano Juan Orol.

Solamente que aquí se trata de un acto criminal, que ocurre en una atmósfera de ataques cotidianos del presidente contra los disidentes de su gobierno, ya sean líderes de comunidades indígenas, mujeres del movimiento feminista, estudiantes normalistas además de los periodistas famosos, intelectuales (incluso instituciones como la Facultad de Economía de la UNAM) conductores de radio y televisión, todo aquel o aquello que critica o se opone a su gobierno.

El atentado a Ciro Gómez Leyva es un ataque directo a la libertad de expresión.

Es una amenaza para los críticos del presidente Andrés Manuel López Obrador, de su llamada Cuarta Transformación y su gobierno inepto.

El presidente debe cesar sus ataques a sus disidentes. Las palabras dichas desde el poder contra los opositores son armas muy peligrosas. Dos cartones sobre el tema me parecen muy acertados, en uno hay un tiro al blanco contra los opositores al que apuntan las palabras del presidente. y en otro su lengua tiene forma de pistola, lanzando sus diarios ataques desde la mañanera contra sus opositores.

Los gobiernos son responsables de los actos criminales cometidos contra sus críticos. Así pasó a la historia el crimen contra la familia de Rubén Jaramillo en 1962, durante el gobierno de Adolfo López Mateos, nadie dijo nunca que el presidente disparó personalmente contra Jaramillo y su familia, pero ese crimen pasó a la historia como un crimen de Adolfo López Mateos.

El delirio de AMLO tiene una connotación perversa y criminal, cuando acusa al propio Ciro Gómez Leyva o a los críticos de su gobierno de ser los autores del atentado “para generar un conflicto mayor, para desestabilizar al país…”

La hipocresía del presidente cuando dice “dar su solidaridad a Ciro” es equivalente a la que tenían los Corleone al acudir a los funerales de sus víctimas.

A los múltiples actos autócratas de AMLO, como su obsesiva ofensiva contra el INE y todos los órganos autónomos; a los actos represivos de las fuerzas armadas y de la Guardia Nacional contra migrantes, campesinos ecologistas, estudiantes, feministas; ataques al CIDE, a la UNAM y todas las universidades públicas y privadas por ser “nidos. Del neoliberalismo”; a toda esa política autoritaria del mejor estilo de la dictadura perfecta ahora se agrega esta siniestra estrategia de convertir a las víctimas en victimarios.

Esa es la terrible dimensión de la conducta del presidente Andrés Manuel López Obrador frente al atentado contra Ciro Gómez Leyva.

La resistencia y la denuncia contra esa política es la respuesta necesaria desde todos los ámbitos de la vida pública nacional para impedir que se convierta en algo habitual.

Las dramatizaciones victimistas suelen ser equivocadas maneras de resistir ante los embates del Estado o las prácticas tiránicas de un presidente.

La visión apocalíptica se vuelve contraria a sus practicantes. Exagerar y sobre dimensionar una práctica represora muchas veces se vuelve un bumerán.

No es el caso de lo dicho por el presidente Andrés Manuel López Obrador, al culpar a Ciro Gómez Leyva o a sus adversarios de un hecho criminal, ese estilo puede fomentar que grupos de fanáticos apliquen “ajustes de cuentas” y agredan o asesinen a los que desde el poder se acusa “de traidores, conservadores, racistas, clasistas y demás epítetos sacados del arcón de las religiones o Estados totalitarios.

Ese “estilo” causo millones de víctimas a lo largo de la historia y condujo al colapso de los sistemas totalitarios en el siglo XX.

El estalinismo no está muerto es un fenómeno vivo, por más que de palabra el presidente diga que él no lo es.

Ahora más que nunca es necesario luchar contra el despotismo por más que disfrace sus intenciones bajo la criminal política de el fin justifica a los medios.

Bajo el lema de “primero los pobres” se esconde una política delirante y criminal que busca aplastar los logros democráticos conquistados por muchos movimientos a lo largo de varios decenios.

No presidente Andrés Manuel López Obrador,  los patos  no le disparan a las escopetas, las víctimas no son los victimarios.

 

 

 

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