Por JOEL ORTEGA JUÁREZ
Los
patos le tiran a las escopetas. Ciro Gómez Leyva sufre un atentado contra su
vida, le disparan a matar y el presidente lo culpa de ser el autor del atentado
o a las fuerzas conservadoras que están en contra de las transformaciones.
Es
humor involuntario al más puro estilo del cineasta cubano-español-mexicano Juan
Orol.
Solamente
que aquí se trata de un acto criminal, que ocurre en una atmósfera de ataques
cotidianos del presidente contra los disidentes de su gobierno, ya sean líderes
de comunidades indígenas, mujeres del movimiento feminista, estudiantes
normalistas además de los periodistas famosos, intelectuales (incluso
instituciones como la Facultad de Economía de la UNAM) conductores de radio y
televisión, todo aquel o aquello que critica o se opone a su gobierno.
El
atentado a Ciro Gómez Leyva es un ataque directo a la libertad de expresión.
Es
una amenaza para los críticos del presidente Andrés Manuel López Obrador, de su
llamada Cuarta Transformación y su gobierno inepto.
El
presidente debe cesar sus ataques a sus disidentes. Las palabras dichas desde
el poder contra los opositores son armas muy peligrosas. Dos cartones sobre el
tema me parecen muy acertados, en uno hay un tiro al blanco contra los
opositores al que apuntan las palabras del presidente. y en otro su lengua
tiene forma de pistola, lanzando sus diarios ataques desde la mañanera contra
sus opositores.
Los
gobiernos son responsables de los actos criminales cometidos contra sus
críticos. Así pasó a la historia el crimen contra la familia de Rubén Jaramillo
en 1962, durante el gobierno de Adolfo López Mateos, nadie dijo nunca que el
presidente disparó personalmente contra Jaramillo y su familia, pero ese crimen
pasó a la historia como un crimen de Adolfo López Mateos.
El
delirio de AMLO tiene una connotación perversa y criminal, cuando acusa al
propio Ciro Gómez Leyva o a los críticos de su gobierno de ser los autores del
atentado “para generar un conflicto mayor, para desestabilizar al país…”
La
hipocresía del presidente cuando dice “dar su solidaridad a Ciro” es
equivalente a la que tenían los Corleone al acudir a los funerales de sus
víctimas.
A
los múltiples actos autócratas de AMLO, como su obsesiva ofensiva contra el INE
y todos los órganos autónomos; a los actos represivos de las fuerzas armadas y
de la Guardia Nacional contra migrantes, campesinos ecologistas, estudiantes,
feministas; ataques al CIDE, a la UNAM y todas las universidades públicas y
privadas por ser “nidos. Del neoliberalismo”; a toda esa política autoritaria
del mejor estilo de la dictadura perfecta ahora se agrega esta siniestra
estrategia de convertir a las víctimas en victimarios.
Esa
es la terrible dimensión de la conducta del presidente Andrés Manuel López
Obrador frente al atentado contra Ciro Gómez Leyva.
La
resistencia y la denuncia contra esa política es la respuesta necesaria desde
todos los ámbitos de la vida pública nacional para impedir que se convierta en
algo habitual.
Las
dramatizaciones victimistas suelen ser equivocadas maneras de resistir ante los
embates del Estado o las prácticas tiránicas de un presidente.
La
visión apocalíptica se vuelve contraria a sus practicantes. Exagerar y sobre
dimensionar una práctica represora muchas veces se vuelve un bumerán.
No
es el caso de lo dicho por el presidente Andrés Manuel López Obrador, al culpar
a Ciro Gómez Leyva o a sus adversarios de un hecho criminal, ese estilo puede
fomentar que grupos de fanáticos apliquen “ajustes de cuentas” y agredan o
asesinen a los que desde el poder se acusa “de traidores, conservadores,
racistas, clasistas y demás epítetos sacados del arcón de las religiones o
Estados totalitarios.
Ese
“estilo” causo millones de víctimas a lo largo de la historia y condujo al
colapso de los sistemas totalitarios en el siglo XX.
El
estalinismo no está muerto es un fenómeno vivo, por más que de palabra el
presidente diga que él no lo es.
Ahora
más que nunca es necesario luchar contra el despotismo por más que disfrace sus
intenciones bajo la criminal política de el fin justifica a los medios.
Bajo
el lema de “primero los pobres” se esconde una política delirante y criminal
que busca aplastar los logros democráticos conquistados por muchos movimientos
a lo largo de varios decenios.
No
presidente Andrés Manuel López Obrador,
los patos no le disparan a las
escopetas, las víctimas no son los victimarios.
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