Por Ollantay Itzmaná
El día 7 de octubre, en
cuestión de 90 minutos, el mundo pudo ver el nivel de la cultura política
liberal de la élite peruana, vigente desde hace más de dos siglos.
Un presidente (acosado
y solitario) que decreta disolución del Congreso de la República (sin
consumar), un Congreso de la República (con 96% de desaprobación popular) que
destituye al presidente de la República, un Ministerio Público y Policía
Nacional, sin mediar orden judicial, ni flagrancia alguna, que detienen y
encarcelan al presidente de la República cuyo mandato apenas transcurría un
tercio del total del período constitucional.
Y lo más vergonzoso, la
maquinaria cultural limeña haciendo de esta escandalosa chacota un espectáculo
mediático: “A la horca al indio golpista. Estamos salvando la democracia. Loas
a nuestros valientes congresistas y a la nueva presidenta de la República (cuyo
mérito fue abandonar al barco y al capitán que lo llevó a la vicepresidencia)”.
¿Cómo entender la
coyuntura política peruana?
Esta chacota política
no es nueva
Pedro Castillo,
detenido por la Policía Nacional, sin orden judicial
La espectacularidad
politiquera de la élite peruana y de sus profesionales de opinión no es nueva.
En los últimos cinco años hicieron la misma chacota (estrenando cinco
presidentes nuevos) para distraer a los pueblos del Perú, y ellos seguir
robando, como lo vienen haciendo por siglos de República y de colonialismo
interno.
La Constitución
Política que defienden, firmada por un dictador preso, institucionaliza y
promueve dicho desorden político. El ex presidente Castillo prometió convocar a
una nueva Asamblea Constituyente Plurinacional, y el castigo es el escarmiento
que vive el ex presidente campesino, ahora, humillado y en detención
arbitraria.
Escarmientan a Pedro
Castillo y a sus electores
La inclemente
lapidación mediática, política y judicial que infringen a Pedro Castillo, un
profesor campesino provinciano que se atrevió a disputarles el poder en las
urnas, bajo sus mismas reglas liberales, es el castigo y escarmiento público
por este atrevimiento político. Lo hicieron con el Inca Atawallpa, Túpac
Amaru/Micaela Bastidas, luego de derrotarlos militarmente…
En el imaginario
colectivo de la limeñidad y de la oligarquía obtusa peruana, “el indígena o
campesino vota, pero no gobierna”. El atrevimiento insolente de Pedro Castillo
y de los chotanos de participar en las contiendas electorales y vencer a todo
el hegemónico consorcio económico-político-militar-religioso fue asumido por la
oligarquía casi como un sacrilegio. Y, el haberse atrevido a cuestionar con su
presencia física, nada menos desde la “casa patronal” los modales culturales
oficiales, fue un terremoto psicológico para las élites que jamás vieron a los
provincianos como ciudadanos o sujetos políticos.
Ausencia del sujeto
colectivo pueblo
A Pedro Castillo lo
llevan a la picota para degollarlo porque los pueblos de todas las sangres no
pudieron aún articularse lo suficientemente como sujeto pueblo movilizado en
las calles para defender su voluntad expresada en las urnas.
La prensa limeña y
provincianos alimeñados, lograron instalar en el imaginario colectivo de la
peruanidad, desde el inicio del mandato de Castillo, la idea de: “El indio
campesino es corrupto, es ladrón”. Y ahora, instalan la idea de: “un indio
presidente nunca más. Es antidemocrático. Es incapaz, es corrupto”. De esta
manera, Castillo se fue quedando sólo, rodeado de muchos “inexpertos en la
política criolla”…
Pero, también Castillo
hizo lo que jamás ningún indígena campesino insubordinado debería hacer una vez
sublevado y accedido al poder: Quitarse el sombrero ante los patrones.
Abandonar el programa político inicial por el cual fue electo por las mayorías
empobrecidas y despojadas del Perú.
Por la conducta racista
pro oligárquica del sistema judicial criollo peruano, con seguridad Pedro
Castillo será declarado culpable de los delitos que el Ministerio Público le
imputa. Pero, la actitud y presencia de Castillo en la “casa patronal”, muy a
pesar de sus dubitaciones ideológicas, ya es un hito histórico para la
sublevación política de todas las sangres del Perú.
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