Por Ilka
Oliva-Corado
Blog de la
autora: https://cronicasdeunainquilina.com
Campestre siempre ha
querido comprarse unas botas de invierno, pero su economía es tan precaria a
pesar de sus tres trabajos. Se las imagina, se ve con sus botas puestas
cubriendo sus pies de las temperaturas bajo cero. La ropa de invierno es cara y
las botas mucho más, tener ropa de invierno es una opulencia para un migrante
indocumentado como Campestre, de 76 años, sin derechos laborales.
Quisiera una chumpa[1] y unos
guantes enguatados, también un pantalón, la ropa que usa para trabajar no lo
ayuda con el frío, es la misma ropa de verano. Entonces se pone dos pantalones,
dos camisas y dos chumpas, dos pares de calcetines y los zapatos más gruesos
que tenga así no le traspasa tanto el frío cuando anda limpiando el
estacionamiento del centro comercial en las mañanas.
Le ayudaría mucho también
tener ropa adecuada en su segundo trabajo en las tardes, empujando carretas en
un supermercado. No es mucho lo que le pagan, apenas para sobrevivir y tiene
que hacer ajustes en los gastos de la comida, a veces sólo hace dos tiempos al
día para guardar para las remesas que envía a su familia en Ayutla de los
Libres, Guerrero, México.
Es en las noches en su
tercer trabajo cuando lo ataca la nostalgia por el clima cálido de su tierra
natal, Campestre es parte de las cuadrillas de indocumentados que cuando neva
van a limpiar con pala y escoba las aceras y estacionamientos de casas y
edificios residenciales. Observa a las costaladas de recién llegados, de
desempleados y a otros que como él están en su tercer trabajo. Hombres
y mujeres por igual palean la nieve para que pase el que tiene la máquina y la
empuje hacia donde van a dejar el volcán blanco en una esquina del
estacionamiento.
Admira a quienes saben
manejar carro y maniobrar esas enormes palas en la parte frontal de los
vehículos de doble tracción, a él le hubiera encantado aprender a manejar
tractor en su juventud, hubiera tenido un mejor salario en la finca donde
trabajaba cortando tomates, pero era un oficio que no querían compartir los
tractoristas
para que nadie les quitara
el puesto. En el invierno estadounidense a él le toca echar la sal
en una cubeta y regarla con la mano entre gradas y aceras. Es
un trabajo que sólo se realiza cuando neva, entonces cuando no neva, en las
noches Campestre trabaja en una fábrica organizando tornillos que coloca en
paquetes.
Es el mayor de la
cuadrilla que limpia nieve, pero limpiando el estacionamiento del centro
comercial hay otros como él, de su misma edad y también indocumentados, que
como él no tienen familia en Estados Unidos. Con historias similares, de
pobreza extrema, de muchos hijos qué criar, de hijos asesinados y nietos
huérfanos.
Mientras limpia nieve
piensa que le caería bien tener ropa adecuada de invierno, también para
acostarse a dormir para que el frío del piso helado en el sótano que comparte
con once migrantes más no traspase y le tulla[2] la espalda. No tiene
colchón, duerme con la muda puesta sobre una sábana que dobla y que guarda
cuando se va a trabajar.
Con ropa de invierno
Campestre no sufriría tanto por el dolor de la artritis en sus articulaciones,
con el dolor de la caries en los dientes no puede hacer mucho, aguantarse como
se aguantaba el mismo dolor en su juventud sudando en los surcos de tomates en
las fincas en su natal Ayutla de los Libres.
1 Chumpa:
chaqueta corta y ajustada a la cadera
[2] Tullir: Hacer que
alguien pierda el movimiento de su cuerpo o de alguno de sus miembros.
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