Sala de la Suprema Corte de México
Por JOEL
ORTEGA JUÁREZ
La derrota a los afanes de control de la Suprema Corte de Justicia, por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador, tiene una dimensión muy importante.
Los
magistrados no se dejaron intimidar y rechazaron votar por Yasmin Esquivel
quien obtuvo solamente dos votos en la primera ronda, incluyendo el de ella
misma y uno en la segunda, es decir no obtuvo ningún voto aparte del suyo.
El
presidente había atacado furiosamente a la Suprema Corte y todo el sistema
judicial por estar al servicio del dinero, específicamente atacó al magistrado
Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, quien disputó la final con 5 votos por 6 de la
triunfadora Norma Lucía Piña Hernández, ello significa que al menos 3 de los 4
magistrados o magistradas que propuso el presidente, “lo traicionaron” como el
mismo dijo.
En
estos días abundan las confesiones de
parte del presidente, que ni sus peores críticos imaginaron; ha dicho cómo y
por qué propuso a Lily Téllez para senadora por Sonora para complacer a Ricardo
Salinas, mediante instrucciones directas a Alfonso Durazo, lo que desbarata la
pantomima de la supuesta “voluntad del pueblo” para nominar candidatos; la más
reciente es la confesión del apoyo a los pobres, debido a una estrategia
política, dado que los pobres si cumplen, lo que suele frasear con la
vulgaridad de “amor con amor se paga”.
Hay
muchas más “perlas” de este tipo. Hay quienes llevan el conteo de sus
inexactitudes, falsedades o mentiras en estas mil mañaneras y suman casi 100
mil, a ese ritmo llegará a las 150 mil al fin de su gestión.
Pero
la cuestión es qué sigue después de varias derrotas en cadena propiciadas al
presidente, las más importantes han sido la no aprobación de las reformas
constitucionales para la llamada Ley Bartlett; la derrota del plan A de
reformas contra el INE, la gran movilización nacional del 13 de noviembre y
ahora la derrota de su candidata para presidir la Suprema Corte de Justicia.
Por supuesto deben incluirse los resultados electorales del 2021 donde Morena y
sus aliados tuvieron menos votos que la oposición. El resultado más estrepitoso
fue la derrota a MORENA en la Ciudad de México, aunque ese fenómeno se repitió
en las principales ciudades del país.
Son
hechos de gran importancia, muestran las posibilidades de impedir la
destrucción total de la institucionalidad construida a lo largo de décadas de
luchas y reformas constitucionales y legales.
Todo
ello indica que es posible derrotar las intenciones de restauración autoritaria
del presidente Andrés Manuel López Obrador.
La
gran pregunta es, ¿qué sigue?
El
sistema político vigente hace casi imposible el registro de nuevos partidos o
candidatos independientes para las elecciones del 2024.
En
la boleta solamente estarán dos bloques: MORENA y sus aliados PT y Verde, el
otro bloque de PRI PAN y PRD y en el mejor de los casos Movimiento Ciudadano.
Es
con esos registros, de donde debe surgir una propuesta de programa o plataforma
política y de candidaturas y especialmente la candidatura opositora para la
presidencia.
No
hay de otra, con esos bueyes hay que arar.
Es
una paradoja muy lamentable, tener que votar por una candidatura registrada por
los partidos más desprestigiados del periodo reciente, un desprestigio que supo
aprovechar Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del 2018.
Ahora
se presenta el mismo panorama, pero al revés.
Para
consolidar las derrotas de Morena y el presidente, se requiere derrotarlos en
las presidenciales del 2024 y una escala importante sería derrotarlos en el
Estado de México y Coahuila.
Por
supuesto que ese bloque opositor, sus integrantes, sus posibles candidatos son
parte de la casta en el poder.
No
estamos ante la posibilidad de una victoria de un proyecto social, político,
cultural, económico y ambiental ni siquiera de tipo socialdemócrata o moderado
de centro.
Se
trata de algo diferente: impedir la consolidación de un proceso de
aniquilamiento de los avances democráticos que puede llevar al país a la
quiebra en todos los planos.
Por
ahora todo pareciera estar bajo el control de los burócratas de los partidos
opositores con registro. No se ven procesos de construcción de una alternativa
capaz de aglutinar a los movimientos, grupos, partiditos y sobre todo a la
inmensa mayoría de ciudadanos víctimas de las trapacerías del gobierno de Andrés
Manuel López Obrador.
Este
año de 2023 que está comenzando, es la última oportunidad de forjar ese gran
compromiso histórico.
Un Compromiso
Histórico de las derechas, los de centro y las izquierdas. <
Urge
que muchas voces se manifiesten sin ambigüedades.
Hemos
vivido experiencias semejantes en el paso de lucha contra el viejo
autoritarismo de Estado de la dictadura perfecta. Algunas personas de aquellos
combates todavía viven y pueden dar su aportación.
Lo
más importante es escuchar a los movimientos nuevos, a los jóvenes para
aprender de ellos y construir esa alternativa de Compromiso Histórico.
Esos
son los desafíos que tenemos para este año 2023.
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