Foto: Rondero quechua
al ingreso del Santuario espiritual. OI
Nos encontramos en la puerta del ingreso a la idílica maravilla del mundo: Machupicchu. Específicamente en el pueblo de Ollantaytambo.
Por Ollantay Itzamná
La simultánea,
espontánea y multitudinaria movilización social sostenida no es únicamente
contra una gobernante usurpadora como es Dina Boluarte, ni tampoco únicamente
contra la corrupción política, sino también lo es en contra del sistema
neoliberal empobrecedor de las grandes mayorías. En el fondo, estas calles
repletas de voluntades policromáticas expresan el sueño o la intuición de
horizontes nuevos más allá del desarrollismo empobrecedor o de la modernidad
colonizadora.
Ollantaytambo, colgante
ciudad incaica que floreció en la época pre colonial, con la euforia de la
industria del turismo promovida por el Perú criollo, refloreció como encanto
turístico en las últimas décadas neoliberales.
La estructura de la
tenencia y control de la industria del turismo en Ollantaytambo es la expresión
en miniatura de la industria turística nacional y planetaria. Foráneos acaparan
los negocios alrededor de la Plaza de Armas. Desde allí venden online las vistas
y visitas a los lugares sagrados (arqueológicos) a visitantes sedientos del
turismo folclórico.
Las y los originarios
de Ollantaytambo, con sus coloridas y vistosas vestimentas, apenas “adornan”
los cafés como empleadas domésticas, o son arreados como porteadores/cargadores
del equipaje de los viajeros “gringos” por el Camino Inca hacia Machupicchu.
En estos días de paro
nacional impulsado por sectores rurales y populares del país, Ollantaytambo, al
igual que el resto de los apoteósicos destinos turísticos del Perú, recobra su
presencia y personalidad milenaria.
El Santuario de
Ollantaytambo recobra su atmósfera mística silenciosa. Sin la fagocitada
romería de foráneos buscando consumirlo/poseerlo todo.
Centenares de quechuas,
provenientes de las comunidades aledañas, organizados en Rondas Campesinas,
imponen con su sola presencia: “Todo debe estar cerrado. Estamos en paro
nacional”. Y efectivamente esa orden decidida en asamblea previa se cumple sin
resistencia alguna de los dueños de los comercios del turismo.
Los quechuas, chicote
en mano, rondan por las angostas calles empedradas, haciendo que el “paro seco”
se cumpla.
Vimos cómo, chicote en
mano, y en quechua, obligaron a los gerentes del gobierno municipal a abandonar
la cancha polideportiva donde aprovechando el paro realizaban un partido de
futbol.
Aquí, al parecer, todos
sospechan que algo nuevo está ocurriendo en el Ande peruano: Los legítimos
dueños milenarios, comienzan a retomar conciencia de sus orígenes y
pertenencias. Las y los visitantes centenarios, no les queda más que aceptar
silentes este fenómeno.
Quechua, teje en la
puerta del Santuario de Ollantaytambo. OI
El paro en el Sur del
Perú ya lleva más de tres semanas. En la ciudad del Cusco (ciudad cautiva de la
industria del turismo), las agencias del turismo y la micro oligarquía local
intentaron hacerle frente desde las calles a las y los quechuas movilizados,
derrochando racismo visceral. Las y los quechuas, desde las plataformas
digitales, los apabullaron y los desnudaron…
Al parecer el mito de
la modernidad, vía neoliberalismo, no ha logrado calar en el espíritu de las
poblaciones andinas rurales. Por ello, mientras en algunos nichos sociales de
las ciudades aún son indiferentes al saqueo corrupto de los bienes comunes en
los territorios, las y los campesinos se enfrentan al agente principal del
saqueo neoliberal: El Estado/empresa neoliberal, vigente desde hace más de tres
décadas.
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