Protestas en la Plaza de Armas. Ayacucho
Por Ollantay Itzamaná
de Armas, nos epiloga lo observado y escuchado
en estos días: “La gente está molesta. No vamos a asimilar esta masacre. En
unas semanas volverán las manifestaciones con fuerza”.
En la Plaza de Armas,
mientras hacemos las últimas entrevistas para la Radio Victoria, un pelotón de
la Policía Nacional del Perú (PNP), desfila, prácticamente sin audiencia, escoltando
a los Reyes Magos, clamando paz para Ayacucho. Asumimos que es un inútil
esfuerzo por legitimarse como autoridades ante un pueblo que los mira con
desdén y repudio generalizado.
El lúgubre 15 de
diciembre 2022
El pasado 15 de
diciembre, en la ciudad de Ayacucho, al igual que en el resto del país, hubo
simultáneas y espontáneas protestas sociales ante la ruptura del orden
constitucional en el Perú que defenestró al presidente de la República Pedro
Castillo Terrones, hoy encarcelado.
Dichas protestas
sociales fueron reprimidas violentamente por la impopular gobernante Dina
Boluarte con el saldo de 28 muertos por bala militar. De ese total de
asesinados por el Estado peruano, 10 fueron en Ayacucho, en las inmediaciones
del aeropuerto, con cantidad aún indeterminada de heridos a bala.
Ayacucho, rincón de
cadáveres, un enigma
Ayacucho, término que
en quechua significa rincón de cadáveres, es históricamente enigmática. Desde
estas tierras, antes de la llegada de los incas, floreció el poderío de la
civilización Wari que abarcó casi el 40% del actual territorio del Perú. En el
siglo XVI, con la llegada de los invasores españoles comenzó la inconclusa
historia de la colonización violenta que hoy prosigue el bicentenario Estado
criollo del Perú.
Fue en las pampas de
Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, donde se libró la última y definitiva
batalla entre colonizadores españoles y colonizadores criollos. Quedando
victoriosos los segundos. Así nacieron las bicentenarias repúblicas criollas y
racistas del Sur del Continente. Pero, la independencia o ciudadanía jamás
llegó para los originarios y campesinos de Ayacucho. Más por el contrario, la
República peruana los naturalizó y normalizó como siervos/pongos.
Ante el reiterado
incumplimiento de las promesas republicanas (como libertad, igualdad,
fraternidad), en la década de los 80 del pasado siglo, en Ayacucho surgió el
grupo armado Sendero Luminoso, organizado por actores provenientes de la
Universidad Nacional de Huamanga.
Esta dolorosa historia
de la guerra interna en el Perú, que comenzó en Ayacucho, en dos décadas, cobró
la vida de cerca de 70 mil peruanos/as. De este total de vidas humanas
masacradas, más del 40% fueron ayacuchanos.
Un sordo dolor se
respira en la atmósfera
El informe de la
Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) atribuye a Sendero Luminoso más
del 54% de estos asesinatos, el resto atribuye al Estado. 20 años después de
aquel doloroso e histórico informe, se constata que la masacre del 15 de
diciembre último es 100% atribuida al Estado peruano.
La última tarde de
nuestro paso por la ciudad de Ayacucho cae una tenue llovizna. Por la Plaza de
Armas se movilizan, en protesta, cargando consigo 10 ataúdes negros, familiares
y sobrevivientes de la masacre del pasado 15 de diciembre. En la mirada de las
y los vecinos se constata una impotencia preñada de bronca y de miedo. Ninguna
autoridad política de la ciudad acompaña, ni recibe a las y los dolientes en
protesta. Quizás porque las autoridades de esta contrastante ciudad
semicolonial no hablan quechua, idioma originario para más del 70% de la
población ayacuchana. Quizás porque ni entiendan el estridente dolor de los
bicentenarios pongos de la República.
Lo cierto es que hasta
el firmamento y los ángeles del cielo lloran en forma de llovizna tenue ante
tanto dolor y la sistemática violencia estatal contra los pueblos originarios y
campesinos de Ayacucho.
Cuando preguntamos a
las y los vecinos de Ayacucho sobre la propuesta de la convocatoria a una nueva
Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución Política, las
respuestas son favorables a dicha convocatoria, aunque no se percibe con
claridad qué es lo que exactamente quisieran cambiar o incorporar en la nueva
Constitución Política.
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