Busca ese espacio
íntimo para disfrutar de una lectura que te conecte contigo mismo.
Anclada frente a la
incertidumbre, las dudas y el escepticismo, busco la fantasía.
Por Carolína Vásquez Araya
Inmersos en un tráfago del cual no podemos evadirnos y del cual, de algún modo, somos rehenes voluntarios, vivimos bajo una sucesión de información cierta o falsa que nos ha transformado paulatinamente en víctimas de nuestra necesidad de saber. Para quienes hemos participado en la batalla de las ideas y, por un prurito de honestidad, nos vemos enfrentados a la duda, la mentira y las trampas del sistema, abandonar el escenario parece ser la respuesta más acertada. Las bambalinas resultan cada día más atractivas y, de algún modo, aun cuando sea una manera poco elegante de escapar, llega un momento en el cual consideramos seriamente la retirada.
En mi caso, y pese a
que no voy a desistir aún, ya son más de tres largas décadas de vaciar mi mente
cada semana en un diálogo con mi conciencia. Esa historia de mi paso por las
páginas de los medios ha sido, quizás, lo más estable de mi trayectoria y he
disfrutado de esta catarsis cada vez que pongo punto final a una página. Sin
embargo, no todo ha sido gratuito: el esfuerzo de componer, en un texto breve,
todo un capítulo capaz de expresar mi pensamiento ha sido un ejercicio cuya
mezcla de frustración, dolor y esperanza lleva una impronta de enorme
responsabilidad, a la vez de una gran cuota de entrega personal.
Nunca como hoy nos
habíamos enfrentado a un mundo tan desconcertante. Con un entorno global que
nos demuestra cada día su capacidad para movernos el piso y dejarnos ante un
gran montón de dudas sabemos, porque no hay otra opción, que hemos de
reaccionar y encontrar una respuesta, pero sin la menor idea de cómo empezar a
buscarla. Ese es nuestro escenario hoy, coincidiendo con un nuevo dígito
en el calendario -pura casualidad, porque estos falsos inicios son tan falsos
como los buenos propósitos- y nos vemos en la necesidad de aceptarlo porque son
los parámetros de una nueva forma de existencia.
Los acontecimientos que
hoy nos impactan han sido, sin embargo, temas de literatura desde hace siglos.
Las guerras por el poder económico, el engaño de los líderes, la manipulación
de la verdad y el sacrificio de los más débiles en beneficio de los más
poderosos nunca había estado más a la vista como en este nuevo realismo mágico,
que nos tiene obnubilados e incapaces de encontrar una salida. Nos han ido
quitando -gracias a un sistema neocolonial disfrazado de desarrollo- las pocas
herramientas con las cuales contábamos para enfrentar los abusos de poder.
Entre ellas, la educación y la salud.
Quizás por esa razón me
he volcado en la lectura de libros -un tesoro que cada día aprecio con mayor
gratitud- y me alejo paulatinamente de las fuentes de información, de aquellas
en las cuales ya no creo y también de las que me merecen dudas. ¿Escepticismo o
evasión? Todo es posible, pero a estas alturas de mi aventura ya no importa
caer en esas irresponsabilidades, sino encontrar un rincón de paz en los
tesoros de la mente humana, que al decir de Borges, son infinitos.
Mi consejo, si acaso
les sirve de algo, es hallar ese espacio íntimo y aislado para escapar de una
realidad que ni comprendemos, ni nos permite ejercer el derecho de cambiarla.
Quizás en ese absorber los pensamientos de otros lleguemos a aprehender la
inmensidad del daño ocasionado a nuestro pequeño mundo por haber sido incapaces
de convivir en armonía. Por habernos creído superiores. Por haber abandonado
todos los ideales.
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