Por Ilka Oliva Corado
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Automáticamente desde
el mismo día en que Biden tomó posesión como presidente de Estados Unidos, el
ánimo en la comunidad indocumentada cambió. Del miedo y el terror durante el
gobierno de Trump, pasó a sentir de nuevo la ilusión que tuvo en el gobierno de
Obama, que le prometió la reforma migratoria. Hay cosas que no cambian porque
así está cimentado el sistema a beneficio de unos pocos, en el caso de los
indocumentados para quienes los emplean y pagan salarios de miseria, sacarlos
de las sombras sería verlos como trabajadores con derechos lo cual los
obligaría a pagar un salario justo. De ahí que muchos de los
mismos latinos que un día fueron indocumentados y lograron su residencia en el
país, no estén de acuerdo en esta reforma migratoria que ofrece Biden. Sí, la
peor cuña es la del mismo palo.
En Estados Unidos, el
que puede se aprovecha de los indocumentados, pero más de los indocumentados
latinoamericanos que son los que hacen el trabajo más pesado. Jardinerías,
empresas de construcción, empresas de mantenimiento, el trabajo agrario, todo
el que sabe que el latino deja el pellejo en el trabajo, que lo hace bien y en
poco tiempo, pero que no reniega del salario, porque baja la cara debido a su
condición de indocumentado. Y ese que abusa no precisamente es gringo, puede
ser asiático, africano, europeo, latinoamericano. Cualquier negocio o empresa
es sostenida por los hombros de los indocumentados latinoamericanos. Por donde
se le busque, las bases las sostienen ellos.
Esto no es nuevo, lo
relativamente nuevo son las migraciones en masa de familias centroamericanas.
Primero eran los hombres del hogar, luego las mujeres y desde hace cinco años
son familias completas. En la frontera sur de Estados Unidos se veía a
mexicanos y centroamericanos, desde hace unos años es Latinoamérica y el
Caribe, es India, es África, es Asia; personas de diferentes continentes buscan
llegar al país por la vía del desierto o cruzando el río Bravo. Antes uno que
otro cubano, hoy haitianos amontonados en la línea fronteriza.
La situación en Centroamérica
y México es de vida o muerte, debido a la corrupción de sus gobiernos, por eso
son familias completas las que salen de sus lugares de origen, dejándolo todo.
Es espantoso solo de imaginarlo y terrible el vacío que dejan en sus países y
lo que tienen que vivir en la travesía. Para enfrentarse posteriormente a un
sistema que los denigra por no tener un papel que los acredite como seres
humanos con derechos laborales.
La propuesta de Biden
es muy similar a la Obama, Biden fue vicepresidente en el gobierno de Obama. En
el tiempo de Obama empezaron las migraciones de niños que viajaban solos, en
este gobierno de Biden los números se han multiplicado, son miles de niños
viajando solos. La crueldad del sistema se vivió en el gobierno de Trump, que
los trató como criminales desde que cruzaron la frontera, haciendo de las
separaciones familiares una herramienta para mantener contentos a sus
seguidores.
Biden cuenta con la
primera mujer vicepresidenta del país, quien también ha abogado por los derechos
de los migrantes indocumentados, uniéndose a la propuesta de la reforma
migratoria. Pero ¿de qué trata la propuesta? De lo que se ha sabido es que
primero van los Soñadores, los que están protegidos por el programa de Acción
Diferida (DACA) dado por Obama y todos los que tienen TPS (Estatus de
Protección Temporal), ellos obtendrían la residencia permanente inmediatamente
y la ciudadanía en 3 años. Los trabajadores agrícolas que puedan comprobar que
llevan en este trabajo al menos cinco años, también pueden arreglar sus papeles
por la misma vía. El resto de indocumentados que cumplan con los requisitos,
(toda la revisión de antecedentes penales, por ejemplo) tendrán un permiso
temporal de cinco años y en ese plazo solicitar la residencia permanente y tres
años después la ciudadanía.
La gran mayoría de
indocumentados ni está en DACA, ni tiene TPS ni son trabajadores agrícolas. Esa
gran mayoría se queda para el final. Es gente que lleva 20 años cargando
cemento en los lomos, cortando grama de sol a sol, limpiando nieve, casas,
centros comerciales, hospitales, oficinas. Cuidando adultos mayores. Sirviendo
en restaurantes. Son tan trabajadores esenciales como los que están en el
primer grupo.
De algo a nada, se
escuchan los comentarios de indocumentados que, aunque no entren en los
primeros tres grupos tienen la ilusión de que en el gobierno de Biden los
dignifiquen, porque es gente que paga impuestos, que ha hecho su vida en el
país, que ve a al país como propio, como su hogar. Sorprendará a muchos saber
que los migrantes indocumentados pagan impuestos, porque la visión que se tiene
dentro del país y también fuera es que son personas que llegan a servirse del
sistema, como lo dijo Trump en sus discursos una y otra vez, pero no es así.
Con el ITIN Number, (Número de Identificación Personal del Contribuyente) los
migrantes sin número se seguro social pueden pagar sus impuestos, aunque sus
empleadores no les paguen con cheque sino en efectivo. Entonces, si esta
comunidad paga impuestos, ¿por qué se le niega el derecho a la regularización
de su estatus en el país?
Esta propuesta elimina
el tiempo de espera de 3 a 10 años, que castiga a los inmigrantes por haber
vivido de forma irregular en el país. Ninguna persona que reúna los requisitos
puede ser deportada mientras dure el proceso.
Realmente es una
propuesta esperanzadora, pero falta que sea aprobada en el Congreso donde los
republicanos se oponen. Y donde la gran mayoría demócrata se opuso a que el
gobierno les diera una ayuda económica a los indocumentados en este tiempo de
pandemia.
Lo que también ha
cambiado desde el momento de la toma de posesión de Biden, fue el ambiente
fascista y racista del ciudadano común. En el gobierno de Trump, desde el
primer día, la persona menos imaginada sacó su racismo a flote, despotricando
por doquier su odio. Fueron de terror esos 4 años. Esa misma gente que ahora en
el gobierno de Biden ha metido la cola entre las patas.
La comunidad
indocumentada espera que ahora sí, este gobierno cumpla ya que Obama les
falló. Otros, incrédulos, prefieren no emocionarse porque ya saben
cómo funciona el sistema y dicen que hasta no ver no creer. Lo cierto es que la
lucha está en el Congreso y ahí se espera el apoyo definitivo de la
vicepresidenta Kamala Harris al momento de tomar una decisión por la reforma
migratoria.
Pero mientras son peras
o son manzanas, la frontera sigue siendo frontera, con o sin muro en tiempo de
republicanos y demócratas. Y el indocumentado también.
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