Foto proporcionada por Análisis a Fondo
· La
seguridad nacional en las generadoras de energía
· Pero
estamos en las manos de jueces comerciantes
Por Francisco
Gómez Maza
La
energía eléctrica no puede ser un bien en manos de las ciegas leyes del
mercado, ni menos estar en manos de los plutócratas que sólo buscan las
ganancias al extremo. Son una riqueza de la Nación.
La energía
eléctrica es un bien de la nación como el carbón, el gas, el agua, el aire, que
la generan. Es un asunto de seguridad nacional, pues como los demás elementos
mueve la vida de todo el planeta. El ser humano sólo transforma. La naturaleza
es la que crea la energía. Y es para beneficio de las actividades productivas,
recreativas, de comunicación humana, y para beneficio de los seres humanos.
Esta
concepción la tuvo muy clara, muy diáfana, Adolfo López Mateos, aquel enorme
presidente que mexicanizó la electricidad para beneficio de los habitantes de
México, porque era y es un bien de la nación, como el general Lázaro Cárdenas
del Río que expropió y nacionalizó los veneros de petróleo, que nos escrituró
el diablo.
Esa energía
no podía seguir en manos de las compañías extranjeras. Era y es propiedad de la
nación, como todos los elementos que están en el subsuelo y en el espacio
aéreo, y que sólo son concesionados para su explotación y extracción por el
Estado mexicano a empresarios nacionales y extraños, que se comprometen con los
consumidores.
Especialistas
se pronunciaron por concretar la reforma energética y plantearon la integración
del Estado con empresas privadas y grupos sociales --con figuras como las
cooperativas--, a fin de salvaguardar temas de seguridad nacional, como la
soberanía en el abasto de combustibles y la autosuficiencia alimentaria.
Maurizio
Covarrubias Piffer, presidente de la Asociación Nacional de Comercializadores
de Fertilizantes, estimó que se debía dar prioridad a la disponibilidad de gas
natural para la industria de fertilizantes, pues ello permitirá garantizar el
abasto de alimentos.
Al exponer
el tema “Energía e inversión privada”, en el foro que sobre las diversas
iniciativas en materia energética se organizó en el Senado, explicó que
los fertilizantes se fabrican a partir de petroquímicos, como la urea, fosfatos
y amoniaco; sin embargo, este sector registra una severa debacle debido la
desaparición de Fertimex, a finales de la década de los noventa.
Lo anterior
ha derivado en el aumento de importación en altos precios de productos
como la urea, particularmente de Estados Unidos, no obstante que en México se
contaba con la suficiente capacidad para su producción. Por ello, subrayó,
“generar las bases para reintegrar la industria nacional será el verdadero reto
de la reforma en este renglón, es la parte fundamental que hay que anotar… Si
no se generan las bases para que la industria se integre en forma mixta, esta
industria --de los fertilizantes-- desaparecerá”. Destacó que el fertilizante
ha sido plenamente financiado por el sector privado, con enormes inversiones en
terminales portuarias, almacenes de distribución, bodegas de venta al detalle,
etcétera.
Opinó que,
de integrarse esta industria secundaria dentro de la reforma energética, para
la elaboración de fertilizantes, se lograrían beneficios como alimentos más
nutritivos; mejora sustancial de los ingresos del agricultor y ello coadyuvaría
a la disminución de la migración, una agricultura más rentable de largo plazo
y, sobre todo, alcanzar autosuficiencia alimentaria.
Manuel
Barquín Álvarez, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM, propuso la integración, para la producción y autoconsumo, de figuras como
las cooperativas.
Explicó que
la crisis del modelo de industria eléctrica deriva de un sistema
centralizado con tarifas altas, pese a los subsidios existentes, con una
creciente participación de particulares para proporcionar energía eléctrica a
la población que pueda pagarla, dejándose a empresa pública el control de
la red nacional interconectada, la operación de las grandes presas
hidroeléctricas, macro proyectos con impacto nacional y la provisión del
servicio a los consumidores de bajos ingresos.
“México tiene una tradición milenaria en organizaciones colectivas y acción
comunitaria, que no se ha utilizado en la industria eléctrica para el auto
consumo y la pequeña producción: Ejidos, comunidades y cooperativas,
permitirían que núcleos importantes de la población fueran autosuficientes,
cuando no incluso pudiera participar en mayor o menor medida en la generación
de energía, por medio de recursos renovables, fundamentalmente a través de la
energía eléctrica, la solar y la mini hidráulica”, aseveró.
Indicó que,
para alcanzar el éxito de este sistema, el Estado debe intervenir en la a
inversión inicial y mantenimiento, lográndose con ello beneficios por partida
doble. “Por una parte, se evitaría el pago de tarifas por parte de los miembros
de la comunidad u organización, cuando no incluso podrían procurarse recursos
adicionales para por la venta de los excedentes a la red y, por otra, las
comunidades y cooperativas, dejarían de gravitar en la generación de energía
con base en la quema de hidrocarburos, lo que aumentaría nuestra provisión de
hidrocarburos”.
Y la urgencia de una reforma energética fue abordada por Alfredo Elías Ayub, ex
director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), al advertir que México
va ya tarde en la reforma energética, pues se enfrenta un proceso real de
desabasto, altos precios “y una riesgosa dependencia de los mercados externos”.
“Hay que
decir con toda claridad: la necesidad de una reforma se ha convertido en un
asunto de seguridad nacional, entendida en la importante vertiente de seguridad
energética”. De ahí, la necesidad de tomar decisiones que permitan asegurar el
abasto de energía con certidumbre, suficiencia, oportunidad y precios
competitivos.
Quedamos,
pues: La energía eléctrica es un asunto de seguridad nacional. La nueva Ley de
la Industria Eléctrica garantiza esa calidad de la energía. Por tanto. Tendría
que ser defendida por todos, empezando por los Poderes de la Unión. Y
desenmascarar a jueces que estén dedicados a comerciar con la justicia. Por lo
pronto, los mexicanos estamos navegando a la deriva, entre la ley y la
justicia, entre el poder judicial y la corrupción.
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