Más ahora, con la amenaza del coronavirus
Realmente es muy estrujante esta situación
Por Francisco Gómez Maza
No es asunto menor el incremento de la
migración de centroamericanos a la frontera norte de México, en su intento
desesperado por liberarse de la pobreza y de la violencia y por ingresar a
territorio estadounidense y lograr asilo del gobierno de Joe Biden.
Pero si el fenómeno de los migrantes adultos es
grave y sin soluciones inmediatas y con enormes dificultades agravadas por la
pandemia de coronavirus, el de los niños y las niñas migrantes, que viajan sin
acompañantes adultos, sin madre y sin padre, o son abandonados a su suerte por
sus familiares, es aún más dramático.
Centenares de menores no acompañados han
llegado a la frontera sur de Estados Unidos, desde que Biden llegó a la Casa
Blanca, y están confinados en centros de detención.
Desde su toma de posesión, Biden ordenó la
reunificación de los menores migrantes con sus familias y detuvo la
construcción del muro fronterizo con México.
En concreto, el gobierno de Biden suprimió la
política de devolver a México a los menores no acompañados, cuyos casos ahora
son procesados dentro de territorio estadounidense.
Donald Trump fue criticado por la severidad con
que eran tratados los menores que llegaban a la frontera. Y se formó un gran
escándalo por la situación de los que fueron separados de sus familias. Un portavoz
de la Administración Biden dijo, la semana pasada, que las condiciones en
algunas instalaciones en las que son alojados los pequeños y pequeñas migrantes
solitarios "no eran aceptables".
Entre tanto, funcionarios de la Casa Blanca,
acompañados de congresistas, viajaron este miércoles 24 de marzo a la frontera
con México para inspeccionar los centros de detención, donde son detenidos los niños
y niñas migrantes que, en cantidades crecientes, ingresan a Estados Unidos.
La visita a una de las instalaciones, en Carrizo
Springs, Texas, se ha realizado en momentos en que Joe Biden enfrenta retos
humanitarios y políticos muy graves en la frontera sur, que amenazan con
eclipsar sus ambiciosos planes legislativos. Como quien dice, el gobernante
tiene una enorme losa sobre los hombros que tiene que quitarse de la mejor
manera posible, sin violentar los derechos humanos de los migrantes. La verdad
es que jamás imaginó que sus declaraciones contrarias a la política represiva
del republicano Trump iba a alentar a miles de centroamericanos a confiar en
que serían asilados por la nueva administración de la Casa Blanca.
Por ahora, Biden busca soluciones con quien
pueda darle luz, desde los miembros de gabinete y funcionarios de inmigración,
hasta con funcionarios del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador,
mientras crecen las presiones para encontrar un remedio a la situación. Un
gravísimo peligro es que los niños se infecten de coronavirus porque, en los
centros de detención, lo que menos se guarda es la llamada sana distancia. Por
ejemplo, más de 750 adolescentes están alojados en la población de Carrizo
Springs que, al igual que otras instalaciones manejadas por el Departamento de
Salud y Servicios Humanos, incluye a un pequeño grupo de menores, que han dado
positivo para el covid-19, que presuntamente fueron contagiados mientras
estaban a cargo de la Border Patrol. Obviamente, se encuentran aislados.
El centro de convenciones de San Diego alojará también
a adolescentes, y el departamento estudia recurrir a bases militares en San
Antonio y El Paso, Texas. Pero la capacidad de las nuevas instalaciones se
agota casi con la misma rapidez con que se las habilita. Informes de prensa
revelaron que, una semana después de su apertura, el centro de convenciones en
el centro de Dallas ya aloja a casi 2,000 adolescentes, apenas menos que sus 2,300
camas.
Expertos dicen que el Departamento de Salud debe
liberar a los niños con mayor rapidez, sobre todo al aproximadamente 40% que
tiene al menos un progenitor en Estados Unidos.
La preocupación de Washington es supina. Este martes
hubo una reunión bilateral en la sede de la Cancillería Mexicana (la Secretaría
de Relaciones Exteriores, ubicada en la Avenida Juárez, frente a la Alameda
Central, en Ciudad de México, encabezada por el canciller mexicano, Marcelo
Ebrard Casaubon, y Roberta Jacobson, encargada para la Frontera Sur por parte
del gobierno de Washington.
Durante el encuentro, los funcionarios de ambos
países analizaron nuevas alternativas de solución al fenómeno migratorio,
medidas para desalentar a los centroamericanos a abandonar sus ciudades,
pueblos y comunidades y lanzarse a la aventura del sueño americano. México
propone impulsar el desarrollo y bienestar en Centroamérica y en el sur de
México. “Nos gustaría que EU fuera parte de este esfuerzo. La delegación de EU
tomó nota de nuestras propuestas”, dijo el canciller Ebrard a la prensa.
Ebrard fue tajante. Dijo que buscan ponerse de
acuerdo para lograr coincidencias en acciones efectivas, en el corto y en el mediano
plazo: lograr que los centroamericanos no tengan que migrar por pobreza, por
condiciones adversas. Y esta política es la que ha defendido el presidente
mexicano. Pero Roberta Jacobson fue
contundente al término del encuentro. Su mensaje a los centroamericanos fue:
“No vengan a la frontera. La frontera está cerrada”.
La situación de las oleadas de migrantes
preocupa. Pero la de los pequeños y pequeñas, que van en solitario y que ahora
están detenidos en ciudades y pueblos estadounidenses, es estrujante.
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