Pedro Castillo Terrones. Campesino, profesor, rondero,
luchador social. Internet
Por Ollantay Itzamna
Pedro Castillo, nació
exactamente en el año en el que el Presidente Juan Velasco Alvarado, mediante
la Reforma Agraria (1969), liberaba a los campesinos del pongueaje. Sólo así,
Pedro pudo conocer la libertad, ir a la escuela… y proseguir con los estudios
posteriore
A más de mil Km. de
distancia, al norte de la ciudad de Lima, Perú, se encuentra ubicado el
Distrito de Tacabamba, Provincia Chota, Departamento Cajamarca (lugar donde
casi 5 siglos atrás, los primeros españoles asesinaron al Inca Atawallpa).
Hasta hace tan sólo
unas horas atrás, los nombres de los lugares como Tacabamba, Chugur, Puña,
Chucmar…, tanto para la prensa peruana/limeña, como para su audiencia, eran
completamente desconocidos, y aún son difíciles de pronunciar. Más de algún
peruano limeño creería que se trata de nombres de países o de pueblos de otro
Continente.
Nació el año de la
Reforma Agraria del Perú
Indígena carga,
con una silla amarrada en la espalda, a un hacendado. Pintura. Internet
En ese rincón
desconocido de Cajamarca, en 1969, Don Ireño Castillo y Doña Mavila Terrones,
en situación de esclavitud, procrearon 9 hijos, uno de ellos Pedro Castillo.
Aún recuerda y cuenta Don Ireño de cómo cargaba en sus espaldas al Señor
hacendado de ese lugar para que no se ensuciase las botas el patrón.
Cargar a los hacendados
era parte de los servicios forzosos que todo campesino debía realizar, aparte
de trabajar las tierras de la hacienda. Esto ocurría hasta la Reforma Agraria
de 1969.
Ireño y Malvina no
fueron a la escuela, no sólo porque no había escuela en el lugar, sino porque
el hacendado imprimía castigo corporal al padre desobediente que se atreviera
enviar a alguno de sus hijos a la escuela.
Pedro Castillo, nació
exactamente en el año en el que el Presidente Juan Velasco Alvarado, mediante
la Reforma Agraria (1969), liberaba a los campesinos del pongueaje. Sólo así,
Pedro pudo conocer la libertad, ir a la escuela… y proseguir con los estudios
posteriores.
Indígena campesino en
campaña en algún punto del Perú. Internet
Pedro Castillo,
físicamente del tamaño promedio de la gran mayoría de las y los peruanos, de
abundante cabello, cejas pobladas, con castellano con acento andino, supo
lidiar entre la modernidad y la amodernidad.
Desde los 12 años de
edad, en sus vacaciones escolares, frecuentó a las fincas (haciendas)
cafetaleras próximas de su Puña querida, viajando incluso dos días a pie, para
ganar unos centavos y comprar sus útiles escolares.
¿Por qué no abandonó
Puña?
Pedro Castillo, en su
cocina. Internet
Pedro Castillo, como
profesional (privilegiado) pudo abandonar su natal Puña (condenado a la
premodernidad) y buscar el “sueño limeño o urbano”. Incluso utilizando sus años
servicio como maestro. Pero, no. Decidió cultivar la liberación de su pueblo
con los suyos, y desde abajo. ¡25 años como maestro rural en el mismo lugar!
Eso se llama perseverancia y fe en los suyos.
Pero, lo más valioso
del testimonio de lucha de Pedro Castillo no es únicamente su opción de hacer
historia desde Puña, sino, venciendo todos los imperativos de su formación
académica, quiso y supo equilibrar el cultivo de las mentes de sus estudiantes
con el cultivo performativo de la tierra. Sí. Un profesor campesino.
Muy pocas veces ocurre
que en un país racista como Perú, un profesional opte por el cultivo de la
tierra simultáneo al ejercicio de su profesión. Pero, Castillo, con su
testimonio, nos muestra que sí es posible trascender a la modernidad.
Familia unida y solidaria
Pedro Castillo, su
esposa Profesora Lilia Paredes, sus hijos: Arnold, Jennifer y Alondra,
expresan, no únicamente la unidad familiar alrededor de sus creencias
religiosas, sino que traslucen sencillez, autenticidad y solidaridad con sus
vecinos, y visitas circunstanciales.
El día de las
elecciones generales, 11 de abril pasado, esta familia no sólo derrochaba
autenticidad cotidiana ante las cámaras, sino que con envidiable naturalidad
prepararon y compartieron desayuno campesino con todos los y las presentes. Ese
acto socioantropológico familiar fue uno de los determinantes para que muchos
peruanos, dentro y fuera del país, se identificasen con Pedro Castillo.
Mirar a la familia
Castillo Paredes en sus labores cotidianos, cocinando con leña, ordeñando sus
vacas y cultivando la tierra para alimentar a sus hijos, y educando a todo el
mundo en la apuesta por la vida sana, es lo que activó en muchos mortales, no
sólo el deseo por el cambio, sino la intuición de: sí es posible ser político y
auténtico al mismo tiempo.
Nos conmovió Castillo y
su familia con los gestos y emociones familiares al momento de la despedida, en
su casa, para iniciar el largo viaje de campaña electoral de la segunda vuelta.
Alondra, la hija menor,
desgarrada emocionalmente, aferrada al cuerpo de su padre, como presintiendo
que sería un viaje largo que cambiaria su tranquila vida familiar, arrancó
lágrimas a muchos seguidores en las redes sociales.
Ver llorar al candidato
presidencial preferido, con el poncho y el sombrero puestos, con la mochila al
hombro, prendido de su familia, corriendo tras su hijita para sosegarla con la
promesa: “iré…y ayudaremos a muchos niños, …tú visita a tus abuelitos”, fue
otro de los actos que confirmaba la autenticidad y transparencia de la familia
Castillo Paredes. ¡Necesario en un país machista, familiar y socialmente
fragmentado como es Perú!
Castillo tiene su
propia identidad como político de izquierda
Pedro Castillo es
diferente a Evo Morales, y al resto de actores de la “profesional” izquierda política
de la región. Castillo no actúa para convencer, vive. No es el dirigente o
representante de la izquierda clásica que deja a su familia, casa, o cultivos
de campo.
No es el dirigente que
habla del Buen Vivir o de la decolonialidad, su vivencia y vivienda nos
muestran su estilo de vida plena. La austeridad de su casa de barro y la mesura
de sus muebles elementales nos muestran que “para ser felices no necesitamos de
mucho”.
Castillo tampoco es el
clásico sujeto político subalterno que capitaliza en su discurso su condición
de dominado por las élites. No se victimiza para despertar lástima o arrancar
el “voto solidario”. No insulta a sus contrincantes circunstanciales, expone
sus propuestas. No predica el marxismo. Vive y promueve la solidaridad.
En este sentido, la
revisión de los contratos de privatización con miras a la nacionalización de
los bienes comunes, o la urgente necesidad de consensuar una nueva Constitución
Política que establezca los principios básicos para construir el nuevo país con
y para todos y todas las peruanas, es una legítima agenda postergada en un Perú
que al parecer cree que el neoliberalismo es el fin de su historia.
Pedro Castillo en
campaña electoral. Internet
Nadie sabe a ciencia
cierta si Pedro Castillo, de ser gobierno, hará los cambios que promete en la
magnitud que dice. Lo único cierto es que el mundo, ahora, mira que Perú no
había sido únicamente la espectacular Lima folclórica.
El mundo mira que en
algún rincón de los más de un millón de km2 del territorio llamado Perú subyace
dignidad y rebeldía popular como brazas bajo las cenizas del bicentenario
colonialismo republicano.
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